Érase una vez un pesebre en Badalona que no pudo ser… No, esto no es un cuento de Navidad, ni la historia acaba con un final feliz. O sí, porque en Cáritas Diocesana de Barcelona, con o sin Jubileo mediante, nunca pierden la esperanza. El 17 de diciembre, solo una semana antes de Nochebuena, los Mossos d’Esquadra desalojaron el abandonado Instituto B9, donde vivían 400 migrantes, en su mayoría subsaharianos. Apenas unas horas después, los obispos catalanes lanzaron un duro comunicado en el que denunciaban que “centenares de personas han quedado en la calle, a la intemperie, en pleno invierno, sin que se haya contemplado ni siquiera una ‘tregua invernal’ como se hace en otros países europeos”. Tras esta decisión, el grito fue claro: “Esto es aporofobia y xenofobia”.
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La Conferencia Episcopal Tarraconense en bloque salió en defensa de los migrantes desalojados, porque es una realidad que “nos interpela con urgencia como Iglesia y como sociedad”. Se trata del mayor desalojo que se recuerda en Cataluña, según las organizaciones sociales, con un dispositivo que se saldó con 19 detenidos (la mayoría debido a su situación irregular) y 181 personas identificadas. “Estamos hablando de personas y, por tanto, rechazamos los relatos que las deshumanizan por el hecho de ser inmigrantes africanos, negros y pobres”, indicaron los doce obispos catalanes. Entre ellos, el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, archidiócesis a la que pertenece Badalona. Y que, según ha podido confirmar ‘Vida Nueva’, por su petición expresa Cáritas se puso manos a la obra para encontrar ‘pesebres’ para los más vulnerables.
‘No’ a la indiferencia
“Los cristianos, ¿no estamos llamados a ‘amarlos como a nosotros mismos’?”, se preguntaron entonces los pastores. “La respuesta no puede ser el silencio ni la indiferencia. Ante todo, hace falta una respuesta humanitaria inmediata. La situación exige también un análisis profundo de las causas que provocan estas realidades”, apuntaban justo después. Así, hicieron un llamamiento a la clase política: “Pedimos que se avance en la ley del sinhogarismo que hace meses se está tramitando con lentitud, ante un desafío que pide soluciones más ágiles”.
“Hacemos un ofrecimiento y una llamada a las administraciones públicas competentes y a las entidades del tercer sector a abrir con urgencia una mesa de diálogo, con la participación de algunos representantes de los afectados, para encontrar una respuesta coordinada a corto plazo y una estrategia a medio”, añadieron. En su escrito, los pastores también hicieron hincapié en que la Iglesia “hace tiempo que señala un modelo alternativo e integral de gestión de la inmigración”. Para los obispos, “en ningún caso la solución pasa por claudicar del diálogo ni por enfrentar a los ciudadanos precarizados”. “Busquemos caminos que garanticen derechos, seguridad y convivencia para ellos y para el conjunto de la ciudadanía”, remataban.
Siguiendo el mandato de Omella, tal y como ha podido saber esta revista, Cáritas se puso a trabajar para ofrecer respuestas ante la emergencia. De la mano de Cruz Roja, San Juan de Dios Servicios Sociales y la Fundación Llegat Roca i Pi –liderada por el sacerdote Andreu Oller–, con quienes tienen experiencia tejiendo redes en los barrios de Badalona, presionaron al Govern del socialista Salvador Illa para que asumiera la gestión económica ante la falta de alternativas por parte del Ayuntamiento de Badalona, liderado por el popular Xavier García Albiol. Con el sí de la Generalitat de Cataluña, los salones de la parroquia Mare de Deu de Montserrat, en el barrio de Sant Crist, apareció como alternativa provisional para que un total de 15 de los desalojados no pasaran más noches al raso. Sin embargo, es la historia del pesebre que no pudo ser.
Un grupo de vecinos impidió la noche del domingo 21 de diciembre que la parroquia se convirtiera en ese pesebre para migrantes vulnerables. El principal argumento de esta oposición es que su presencia generaría inseguridad. El virus del miedo que, dentro y fuera de España, sobre todo en los últimos tiempos, vienen inoculando diversas voces desde el ámbito político. Los badaloneses se concentraron a las puertas del templo para frustrar la acogida. Y lo consiguieron mientras increpaban a trabajadores y voluntarios de algunas de las entidades sociales presentes, bloqueando incluso una furgoneta que transportaba material médico. La tensión fue tal que, además de patrullas de los Mossos d’Esquadra y de la Guardia Urbana, hasta el alcalde se desplazó hasta el templo para proponer una tregua de una noche y, al día siguiente, negociar una solución con la Conselleria de Derechos Sociales. Sin embargo, la propuesta ahora sí ofrecida por el popular no fue acogida por los manifestantes. Obligados por la presión vecinal, las entidades sociales reubicaron a estas personas en otros espacios, otros pesebres, esta vez desde la discreción para evitar nuevos conatos xenófobos.
Acoger al forastero
La realidad es que Cáritas apostó en todo momento por la transparencia y por hacer a la comunidad parroquial partícipe de este ‘fui forastero y me acogisteis’ a la catalana. En la misa dominical, Eduard Sala, director de Cáritas Barcelona, se desplazó hasta el templo para, junto al párroco, informar a los fieles de que los salones parroquiales iban a ser, durante un mes, un pesebre. “En Navidad nos preparamos para acoger a Jesús y Él hoy, en Badalona, nace con nombre y rostro africano”, explica gráficamente a este semanario al otro lado del teléfono. Son las mismas palabras que utilizó al término de la misa en la que informó a los parroquianos del dispositivo de emergencia. Sin embargo, horas más tarde, el escrache organizado evidenció que la comunidad cristiana no es ajena a ese virus del miedo, que no en todos los cristianos han calado los desvelos del papa Francisco por dignificar al extranjero, y que ni siquiera Mateo 25 es repetido a boca llena por quienes comparten la eucaristía.
No obstante, en ningún momento las palabras de Sala suenan a condena al grupo de vecinos que se amotinaron contra la acogida, que lee casi como un signo de los tiempos. “Hace 20 años, ese miedo al distinto, la incapacidad para llegar a acuerdos, para escucharnos unos a otros sin estar etiquetando, insultando, ni menospreciando a la persona que es o piensa diferente, era impensable. Es una problemática de la era que estamos viviendo. De esos vientos que invitan a ver al otro no como una persona sino como una amenaza, ahora recogemos estas tempestades”, señala, recordando que Badalona es un pueblo migrante, que ha crecido desde la postguerra con la llegada de andaluces o extremeños, que también fueron estigmatizados entonces.
A partir de los años 40, la población se multiplicó de los 50.000 a los 200.000 al comienzo de la democracia. Con los migrantes marroquíes, subsaharianos y latinos, hoy la cifra alcanza los 220.000 habitantes. Entre tanto, “parece que la dinámica de rechazar al que es más pobre que tú vuelve a repetirse, aunque eso no es suficiente para afirmar que Badalona es racista, porque estamos hablando de personas que también se sienten abandonadas por el sistema, ninguneadas y sin derechos. En definitiva, víctimas de una economía que mata, como nos enseñó Francisco”, lamenta Sala.
Pese a todo, Cáritas seguirá buscando otros pesebres, fuera o dentro de Badalona, para los otros María y José –“que ahora llevan nombre y rostro africano”– convencidos de que, como reza su campaña, “mientras haya personas, hay esperanza”.