El obispo de Copiapó, tras las elecciones: “Es indispensable poner en el centro a las personas más vulnerables”

Ricardo Morales reflexiona en Vida Nueva tras la victoria de José Antonio Kast, el candidato de extrema derecha

El obispo de Copiapó, tras las elecciones: “Es indispensable poner en el centro a las personas

A pocas horas de la elección presidencial en Chile, Vida Nueva pidió al obispo de Copiapó, Ricardo Morales Galindo, nos compartiera su mirada al horizonte que abre esta elección en el país.



Tiene 53 años, es abogado, bachiller en Teología, licenciado en Educación y profesor de Filosofía. A los 25 años ingresó a la Orden de la Merced de la que llegó a ser su superior provincial. En 2020 fue consagrado obispo de esta diócesis. Preside el Consejo Nacional de Prevención de Abusos y Acompañamiento de Víctimas de la Conferencia Episcopal de Chile.

PREGUNTA.- ¿Cuál cree usted que es la principal prioridad que debería tener el nuevo gobierno para favorecer más equidad y justicia en el país?

RESPUESTA.- Son muchas las prioridades que deberá enfrentar el nuevo gobierno que asumirá en nuestro país. Sin embargo, cuando hablamos de equidad y justicia, creo firmemente que es indispensable poner en el centro a las personas más vulnerables y necesitadas, comenzando por los adultos mayores, los niños y niñas que viven en hogares de acogida, y las personas migrantes que llegan buscando una oportunidad y una vida digna.

P.- ¿Qué se necesita para llegar a eso?

R.- Trabajar por la justicia y la equidad en nuestra patria implica, ante todo, garantizar igualdad de oportunidades para todos. No es aceptable que en un mismo país existan chilenos que acceden a una salud de primer nivel, mientras otros deben esperar meses o años por una atención básica. La prensa nos recuerda, con dolorosa frecuencia, que hay personas que incluso han muerto esperando una operación. Esa realidad interpela nuestra conciencia como sociedad.

Educación: una deuda profunda

Del mismo modo, la educación es una deuda profunda. Es una vergüenza que, en mi región de Atacama, en el norte de Chile, las familias más pobres accedan a la peor educación del país, con los resultados académicos más bajos a nivel nacional. No desconozco el esfuerzo de los profesores ni la preocupación de algunas autoridades; sin embargo, muchas políticas públicas se han implementado como verdaderos experimentos, sin lograr revertir resultados que siguen siendo, lamentablemente, deplorables.

P.- Usted, ¿ve posible actuar?

R.- Si no somos capaces de ofrecer oportunidades reales a nuestros niños y jóvenes, y permitimos que el narcotráfico y su cultura sigan tomándose las poblaciones más vulnerables, habremos fracasado como país en nuestra responsabilidad más básica: cuidar y proteger a las nuevas generaciones.

Es cierto que Chile necesita crecer económicamente, pero la experiencia nos ha demostrado que ese crecimiento no basta. Necesitamos crecer, sobre todo, en ética y en moral, superando la lógica del provecho inmediato, del interés mezquino y del dinero fácil y corrupto. Requerimos servidores públicos que actúen con altos estándares de probidad. En los últimos meses hemos visto, con tristeza y desilusión, cómo incluso el Poder Judicial ha revelado situaciones éticamente reprochables y legalmente graves, que deberán ser investigadas y sancionadas con claridad y justicia.

País solidario y fraterno

P.- Y a la Iglesia, ¿qué le pide esto?

R.- Sacar adelante al país no es solo responsabilidad de un gobierno, sino de todos los ciudadanos. Cada uno de nosotros está llamado a vivir y trabajar por un país más solidario y fraterno. Desde nuestra fe católica, esto significa comprometernos con los valores del Reino de Dios: la justicia, la verdad, la libertad y la caridad, que no son ideales abstractos, sino tareas concretas que se juegan en la vida cotidiana y en las decisiones públicas.

P.- ¿Cómo ve usted la actual polarización?

R.: Sin duda, el ambiente preelectoral estuvo fuertemente marcado por la polarización, tanto en los discursos públicos como en las redes sociales, donde muchas veces se privilegió la descalificación y el enfrentamiento por sobre el diálogo y la escucha. Sin embargo, conociendo de cerca la realidad de nuestra gente, tengo la impresión de que esa polarización no refleja plenamente al país real. Sin ser experto, creo que en muchos casos se trata más bien de una polarización de ciertas élites que no representan el sentir profundo de nuestro pueblo.

P.- ¿Cómo superarla?

R.- Tengo mucha esperanza, especialmente a partir de gestos concretos que vimos tras la elección presidencial. El saludo telefónico del presidente Gabriel Boric al presidente electo José Antonio Kast, felicitándolo y comprometiéndose a colaborar en el traspaso de mando, es para mí un signo elocuente de la vocación democrática de nuestro país y de la madurez de sus liderazgos. Estos gestos, sencillos pero significativos, muestran que es posible anteponer el bien común a las diferencias legítimas. En ese llamado el presidente Boric le manifestó al presidente electo: “Chile es más grande que usted y que yo”.

P.- ¿Qué viene ahora?

R.- El gran desafío que se abre ahora es construir acuerdos, fomentar el diálogo y, sobre todo, cultivar el respeto mutuo. Eso es lo que merece Chile; lo merece la gente que votó con esperanza de cambios, y muy especialmente los más pobres, que siempre son los más afectados cuando el país se divide.

Cerca de los hermanos

Hemos aprendido, muchas veces con dolor, que cuando nos enfrentamos como hermanos, quien pierde es el país entero. Por eso estamos llamados a ser constructores de una patria fraterna y solidaria, erradicando la cultura de la exclusión y del descarte.

P.- Pero, hay marginados y maltratados…

R.- Sí, pero las palabras del Papa León XIV nos iluminan profundamente cuando nos recuerda que “las comunidades marginadas deben ser parte activa de un compromiso colectivo y solidario que revierta la tendencia deshumanizadora de las injusticias sociales”.

En un tema que marcó fuertemente las elecciones en Chile, como es la migración, creo que todos estamos moralmente obligados a estar cerca de nuestros hermanos migrantes más vulnerables. El Papa ha sido claro y profético al señalar que “los Estados tienen el derecho y el deber de proteger sus fronteras, pero este derecho debe equilibrarse con la obligación moral de ofrecer refugio”. Y añade, con fuerza, que se están adoptando medidas cada vez más inhumanas —a veces incluso celebradas políticamente— para tratar a personas “indeseables” como si fueran basura y no seres humanos. Frente a ello, el cristianismo proclama al Dios del amor, que nos hace a todos hermanos y nos llama a vivir, precisamente, como hermanos y hermanas.

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