El papa León XIV a firmado el decreto para la beatificación de Ignacio Aláez Vaquero y 10 compañeros seminaristas y familiares que perdieron la vida a causa de la persecución religiosa en España durante el siglo XX.
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El Boletín de la Santa Sede anunciaba la promulgación de los Decretos del Dicasterio para las Causas de los Santos firmados por el Santo Padre, entre ellos el decreto de martirio de estas once personas: nueve seminaristas; un sacerdote, tío de uno de ellos, y un laico, padre de otro.
“El Santo Padre León XIV ha recibido en audiencia a su Eminencia Reverendísima el señor cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio de la Causa de los Santos”, reza el comunicado de la Santa Sede. “Durante la audiencia, el Sumo Pontífice ha autorizado al mismo Dicasterio a promulgar los decretos siguientes”, entre ellos el “martirio del siervo de Dios Ignacio Aláez Vaquero, seminarista, y diez compañeros, sacerdote diocesano, seminaristas y un fiel laico; muertos en odio a la fe entre 1936 y 1937 en el territorio de la diócesis de Madrid (España)”. Tal como ha señalado la archidiócesis, la beatificación se celebrará en Madrid de acuerdo con el calendario propuesto por el Vaticano.
La causa
En la España del siglo XX, más de 4.000 sacerdotes y seminaristas diocesanos —además de 3.000 religiosos y decenas de miles de laicos— dieron su vida por amor a Jesucristo y a su Iglesia. Entre ellos se cuentan los nueve seminaristas y sus dos familiares martirizados. Su causa de canonización se abrió en 2010 y cuatro años después pasó a la fase romana.
Siete eran seminaristas de la entonces diócesis de Madrid-Alcalá, hoy provincia eclesiástica de Madrid, integradas por la archidiócesis de Madrid y las diócesis de Getafe y Alcalá de Henares. Se formaban en el Seminario Conciliar de la Inmaculada y San Dámaso, en Las Vistillas. Son los siguientes: Ignacio Aláez Vaquero, de 22 años, estudiante de filosofía; Ángel Trapero Sánchez-Real, de 20 años, estudiante de teología; Antonio Moralejo Fernández-Shaw, de 19 años, estudiante de filosofía; Cástor Zarco García, de 23 años, subdiácono; Jesús Sánchez Fernández-Yáñez, de 21 años, estudiante de filosofía; Miguel; Talavera Sevilla, de 18 años, estudiante de filosofía; Pablo Chomón Pardo, de 21 años, estudiante de teología.
Otro de ellos, Mariano Arrizabalaga Español, de 21 años, estudiante de filosofía, era seminarista de la diócesis de Barbastro, donde había nacido. Se estaba formando en el Seminario Pontificio de Comillas, en Cantabria, pero se encontraba en Madrid pasando con su familia las vacaciones de verano de 1936:
El otro, Ramón Ruiz Pérez, de 24 años, subdiácono, pertenecía a la diócesis de Toledo, pero había sido apresado en su pueblo natal de la provincia de Jaén y conducido a Madrid en el llamado “tren de la muerte”, que transportó a la capital a unos 150 presos jienenses, asesinados junto a las vías de la estación de El Pozo.
En la causa se incluyeron también a dos familiares: Julio Pardo Pernía, sacerdote de 63 años, confesor de las Hospitalarias de Ciempozuelos y tío de Pablo Chomón Pardo; y Liberato Moralejo Juan, laico de 60 años, padre de Antonio Moralejo Fernández-Shaw.
Los hechos
El 18 de julio de 1936, sábado, se celebraba en el Seminario Conciliar de Madrid un retiro para los seminaristas. La actividad formativa normal había sido suspendida por las circunstancias y la mayoría se había ido a sus casas de vacaciones.
Predicaba el retiro el párroco de San Sebastián, de Carabanchel Bajo, Hermógenes Vicente, que también iba a ser mártir. Le acompañaban el rector, Rafael García Tuñón; el director espiritual del Seminario, José María García Lahiguera; y el director espiritual del seminario menor, Hermenegildo López. Aunque no haya datos concluyentes, se presume que, por el hecho de vivir en el centro de Madrid, en el retiro estaban el propio Aláez, Antonio Moralejo, Cástor o Jesús Sánchez.
Mientras están comiendo, un grupo de milicianos armados asaltan el edificio. El portero avisa a los ejercitantes, quienes acuden a la capilla para consumir las sagradas formas y, vestidos de paisano, huyen por la puerta de la huerta.
A partir de entonces, los 215 jóvenes seminaristas sufrirán a su manera la persecución y el martirio. Quedan unidos al seminario tan solo por los archivos en los que constan sus expedientes con sus direcciones, que son utilizados para localizarlos y darles muerte.
El seminario queda clausurado y en sus instalaciones se instala una checa y después una cárcel. La mayoría de los mártires de esta causa mueren entre septiembre y noviembre de 1936, buscados expresamente o por delación debido a su condición cristiana, a excepción de Cástor Zarco, que fue asesinado un año después.