Tras celebrarse las elecciones generales en Honduras el domingo 30 de noviembre, el Consejo Nacional Electoral (CNE) tiene de plazo hasta el 30 de diciembre para proclamar al vencedor oficial. Y es que, tras casi dos semanas de polémico recuento (el proceso se paralizó varias veces), aún no se sabe si el vencedor definitivo es el nacionalista Nasry Asfura, con un 40,52% de los votos, o el liberal Salvador Nasralla (39,20%).
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Todo porque, al separarles a ambos una mínima diferencia de 42.407 votos, el CNE ha admitido que hasta 2.749 actas presentan irregularidades, por lo que alrededor de medio millón de papeletas (el 15,5% de los sufragios) deberán ser recontadas, una a una.
Contra Trump
Pase lo que pase, las dudas sobre la legitimidad del proceso son enormes. Hasta el punto de que la actual presidenta, la progresista Xiomara Castro, ha reclamado la anulación de las elecciones ante la “injerencia” de los Estados Unidos de Donald Trump. Un argumento que también ha hecho suyo la que Castro esperaba que fuera su sucesora, la también progresista Rixi Moncada, del movimiento Libertad y Refundación (LIBRE), que ha quedado en tercer lugar al no llegar al 20% de los sufragios. A lo largo de estos días, ella ha denunciado una “adulteración” de la que culpa a una “injerencia extranjera imperial y directa”.
Un ataque evidente a Trump, quien, en la víspera de las elecciones, además de pedir el voto para Asfura (sobre el que pesan varias acusaciones de corrupción a lo largo de toda su carrera política), sorprendió al anunciar un indulto al expresidente conservador hondureño Juan Orlando Hernández, quien gobernó el país entre 2014 y 2022 en dos controvertidos mandatos y que permanecía encarcelado en Estados Unidos tras haber sido condenado por delitos de narcotráfico. Ahora, aunque Orlando ha sido liberado en suelo estadounidense, ha descartado volver a su país. Y, de hecho, la Fiscalía General del Estado de Honduras ha decretado una orden de detención en su contra.
En una entrevista con Vida Nueva, el sacerdote hondureño Ismael Moreno Coto, conocido en todo el país como el padre Melo (prestigioso defensor de las comunidades más vulnerables, ha sido galardonado estos días con el Premio Franco-Alemán de Derechos Humanos), considera que, hasta ahora, las elecciones presidenciales en Honduras han visibilizado “un pacto político tácito entre élites. Son un acuerdo inviolable entre los actores decisivos de la sociedad entre sí, y de estos con el Gobierno de los Estados Unidos, quien sigue siendo una especie de ‘factótum’ político en el engranaje electoral de esta llamada democracia representativa”.
Nivel de confrontación
Así, “cada cuatro años, el último domingo de noviembre, y el siguiente 27 de enero, hemos tenido elecciones y juramentación del nuevo presidente, respectivamente, a lo largo de los últimos 44 años. Aunque nunca han faltado escaramuzas y evidentes procesos fraudulentos, como la crisis que desató el fraude reeleccionista de finales de 2017, Honduras no había tenido un nivel de confrontación como el que ha teñido el proceso electoral que culminó con las elecciones generales del pasado 30 de noviembre”.
En esta deriva, la tensión es tal que “amenaza con convertirse en factor de ruptura constitucional si, para el 30 de diciembre, no se oficializan los resultados por parte del Consejo Nacional Electoral, máxima autoridad en este ámbito”.
Para el padre Melo, que lamenta que en el país centroamericano se percibe “el poder como ídolo”, nos encontramos con que, “después de 44 años de creciente deterioro institucional, el sistema de partidos ha colapsado y los niveles de corrupción han conducido a que la búsqueda del poder en el Estado se haya convertido en un factor decisivo para el enriquecimiento ilícito y, sobre todo, para negociar y construir impunidad”.
Dirigido por cúpulas
Como percibe a diario el sacerdote, “este sistema partidario se ha venido configurando cada vez más por decisiones de muy reducidas e individuales cúpulas. Y porque los niveles de contradicción entre política e incumplimiento de demandas sociales llevaron a una realidad insostenible. La búsqueda del poder ha adquirido su propia autonomía, justo por el descalabro social”.
Por un lado, “va la realidad con todas sus penurias y conflictividades”. Mientras, que, por el otro, deambula “la búsqueda del poder”, “sin que haya posibilidad de que se encuentren”. Hasta el punto de que “el poder ha adquirido una connotación de fetiche, en tanto ídolo u objeto de culto. Se ha endiosado a niveles de que, por alcanzar el poder en el Estado, políticos y partidos políticos mienten, crean programas clientelares, chantajean, amenazan, compran conciencias y voluntades y negocian, independientemente de ideologías, doctrinas políticas o confesiones religiosas”.
El deterioro ético es tal que, “por alcanzar el control de la institucionalidad del Estado, ya sea a través de alcaldías, diputaciones, sistema de Justicia o Gobierno central, los partidos políticos y sus diversas candidaturas no escatiman ningún medio o recurso para alcanzarlo, por encima de cualquier legalidad, hasta el culmen de ver, aceptar y participar con normalidad en el negocio del narcotráfico como un trampolín idóneo y privilegiado para garantizar una cuota de poder dentro del engranaje del Estado”.
Más allá del narcotráfico
De hecho, “no es el narcotráfico, tampoco el enriquecimiento por sí solo… Es por el poder, y alcanzarlo significa tener lo demás. del país, y los políticos sus principales mediadores. Para muestra, un botón: de acuerdo a informantes dentro de los eventos, en las últimas concentraciones de la candidata Rixi Moncada han aparecido al menos dos manifestaciones promocionando los nombres de nuevas candidaturas que sucederían a la que todavía no ha asumido el cargo, y que ni siquiera se sabe que ganará”.
En este sentido, “hubo elecciones”, sí, “pero a costa del reparto de cuotas de poder, fundamentalmente de impunidad entre las altas dirigencias de los tres partidos políticos. Y, como esas cuotas de poder no han acabado de convencer a algunas de las cúpulas, especialmente a las del partido LIBRE, la crisis poselectoral amenaza con el derrumbe de la raquítica institucionalidad democrática”.
Por todo ello, el padre Melo denuncia sin ambages “algo que cae por su peso: la contienda del 30 de noviembre no fueron elecciones limpias ni transparentes, y la sociedad ha quedado atrapada en un ambiente poselectoral áspero y revanchista. Como ere previsible, ninguno de los tres partidos con posibilidades de ganar está dispuesto a aceptar la derrota”.
Clima de violencia
Un “entrampamiento” que “está abriendo las puertas a la violencia”. Incluso “se sabe de grupos que están preparados en un marco de confrontación basado, para unos, en no permitir que vuelva la narcodictadura; y, en otros, evitar que Honduras se convierta en Cuba o Venezuela, rechazando el comunismo. El solo hecho de que el ambiente poselectoral dependa de negociaciones, es un indicativo del colapso del sistema electoral y de la necesidad de nuevos pactos políticos y sociales que conduzcan a consensos nacionales”.
También ha contribuido a ello que, “ya en las vísperas de las elecciones, el discurso del fraude electoral quedó instalado. Deliberadamente, lo han promovido las dirigencias de los tres partidos políticos. El fraude es el rasgo que le da la opacidad a las elecciones. Las misiones internacionales que han monitoreado el ambiente preelectoral coinciden en sus preocupaciones con el cierre de los espacios de debate, la amenaza a periodistas y al ejercicio de la libertad de expresión”, así como “el manoseo y la notable fragilidad y ausencia de autonomía de los entes electorales por parte de los partidos políticos”.
Sin pasar por alto “la inclinación del Alto Mando de las Fuerzas Armadas, de la Policía Nacional y del Ministerio Público a favor del partido en el Gobierno”. Un riesgo que también muestra “el papel opaco de la directiva del Congreso Nacional de conducir el proceso hacia la parálisis legislativa, con el deliberado propósito de concluir el período ordinario para dar paso a la Comisión Permanente y, así, no tener estorbos políticos para tomar decisiones legislativas extraordinarias que redunden en apoyo para que el partido LIBRE continúe en el poder”.
Baño de realidad para LIBRE
No obstante, los hechos se impusieron y, al final, “la candidata del mismo quedó relegada a un lejano tercer lugar, con prácticamente la mitad de los votos en relación con cada uno de los otros partidos, el Nacional y el Liberal”.
En ese sentido, que se hable tan a la ligera de “fraude” es “consecuencia de acuerdos tácitos y explícitos de impunidad entre las tres dirigencias de los partidos políticos, que se expresaron en la no aprobación de reformas electorales en un país con niveles de un empate técnico entre los partidos con opción de ganar. Al evitar la segunda vuelta electoral o balotaje, una vez en contiendas tan reñidas como las actuales, los tres partidos se definen ganadores y esto abre las puertas para las zancadillas y a los propios fraudes”.
El descrédito es tal que “el mismo proceso electoral se montó sobre estructuras fraudulentas. Si las instancias electorales, como el Consejo Nacional Electoral, el Tribunal de Justicia Electoral, las Mesas Departamentales, las Mesas Municipales o las Juntas Receptoras de Votos, son administradas por delegados de los partidos políticos, significa que el fraude electoral reside dentro de las estructuras partidarias. Por eso mismo, suena a hipocresía escuchar a los partidos políticos acusar a otros de montar fraudes”.
Polarizaciones internas y externas
Profundizando en el fenómeno, el sacerdote habla de “polarizaciones internas” que son “reflejo de polarizaciones geopolíticas”. Las primeras “ocurren entre lo que se llama el bipartidismo tradicional, que representa a la derecha y a la extrema derecha, y, por otra parte, LIBRE, que se conformó con la disidencia del Partido Liberal leal a Manuel Zelaya Rosales (quien rompió con el movimiento del que era su mayor caudillo) y con los núcleos de la izquierda tradicional que encontraron en la resistencia contra el golpe de Estado de 2009 y en el liderazgo de Mel Zelaya el lugar y el hogar que habían perdido en los desaparecidos partidos comunistas y en los movimientos insurreccionales fallidos de los años ochenta”.
En un movimiento interrelacionado, estas tensiones locales “ejercen una fuerte influencia en las polarizaciones de la geopolítica internacional entre quienes ven en LIBRE una amenaza alineada a Venezuela, Cuba y China, y quienes prefieren seguir reposadamente aliados con la política de los Estados Unidos”.
Otra consecuencia es una “polarización social y mediática”, siendo visibles “los intereses de grupos que ven en LIBRE una amenaza para ellos y de los que creen que la continuidad del actual Gobierno redunda en beneficio de sus propósitos particulares”.
Intereses mediáticos cruzados
En estos grupos, denuncia, “es fácil identificar a la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ) y al Consejo Nacional Anticorrupción (CNA). Estas instancias representan a una sociedad civil capitalina que ha liderado la oposición a LIBRE y que coincide con los intereses políticos del Partido Nacional y, consecuentemente, con el Partido Liberal”.
Además, a ese “bloque político de oposición” se unen “los sectores religiosos fundamentalistas, vinculados igualmente al Partido Nacional y a los sectores de extrema derecha, liderados por el pastor Evelio Reyes, socio financiero y ligado a la familia Hernández Alvarado”.
Esta alianza conservadora “alimenta con sus análisis la matriz mediática que encabeza Televicentro, de la que se nutren por igual, aunque también con producción propia, medios televisivos o digitales como HCH (Hable Como Habla), ICN (International Communication Network), con su sede en Honduras, y Contracorriente, entre los más connotados, con vínculos directa o indirectamente con las cadenas mediáticas y redes sociales internacionales con sede en los Estados Unidos”.
Con los medios públicos
Junto a ese “campo mediático” derechista, que se convierte en “un factor que atiza y simplifica la polarización”, se levanta el afín a LIBRE, que “ha logrado captar para su campaña a los medios públicos y que se expresa a través de un canal de televisión de Manuel Zelaya Rosales”.
Por otro lado, “los opositores de la sociedad civil canalizan sus análisis y críticas reprobatorias de la administración de Xiomara Castro a través de la matriz mediática corporativa”. Aquí hay que tener en cuenta que “la lectura política de la que se nutre la comunidad internacional está predominantemente influenciada por este bloque de la sociedad civil, de manera que las misiones de periodistas y de instancias oficiales internacionales que han llegado al país para recabar información para sus análisis, como la OEA y la ONU, tienen en los análisis y lecturas políticas de este bloque de sociedad civil, decantado hacia la oposición política, a su principal fuente de consulta”.
Esto “contribuye a que la polarización interna se afiance con la polarización geopolítica internacional, en un contexto de maniqueísmo político-ideológico: o estás con Venezuela y China o estás con Estados Unidos. Sin medias tintas. Así ocurrió con la decisión de Donald Trump de llamar tres días antes de las elecciones a que votaran por el candidato del Partido Nacional de extrema derecha, continuador de la política criminal impulsada por su mayor líder, Juan Orlando Hernández, quien a su vez fue indultado un día antes de la celebración de la contienda electoral”.
Simplismo maniqueo
Entonces, ¿hay esperanza para Honduras? El padre Melo, pese a todo, que es mucho, ve rayos de luz… Eso sí, urge “romper con el simplismo maniqueo en el que han caído los sectores interesados en atizar la polarización y que han arrastrado a toda la sociedad. Esa mirada y túnel maniqueos son una barrera infranqueable para debatir sobre los grandes temas del país, puesto que cada sector ve al otro o a los otros como enemigos y no como complementos necesarios para la construcción de democracia”.
Al fin y al cabo, “la realidad es mucho más compleja que las barricadas de izquierda y derecha, de melistas y golpistas, de resistencia y narcodictadura. Bajar esta barrera es condición de posibilidad para comenzar a tejer los hilos rotos de un país destrozado y desajustado en todas sus dimensiones. Mientras haya sectores convencidos de ‘estar en el lado correcto de la historia’ o que todo lo que huela a cambio es comunismo e implantación venezolana, no habrá posibilidad de construcción de consensos”.
Un punto de partida necesario es “tomar conciencia de que ni el Gobierno lo hizo todo mal, como lo pinta el bloque de oposición, ni de que el bloque de oposición es completamente imperialista, narcotraficante o golpista”.
Sin demonizar al otro
Así, si aceptamos que “ni Gobierno ni oposición son monstruos destructores”, hay que empezar por pedir explicaciones a la actual Administración progresista: “El Ejecutivo y LIBRE tienen una alta cuota de responsabilidad en atizar el ambiente de confrontación y ataques. Han caído en dinamismos notables de corrupción y de apoyar actos de ilegalidad que no han sido encarados. Esto ha redundado en pérdida de credibilidad. Pero han hecho esfuerzos notables en sanear la economía, reducir la inseguridad, promover una política fiscal menos excluyente y derogar las ZEDE [Zonas de Empleo y Desarrollo Económico], muy a costa de amenazas de demandas de poderosas multinacionales y de la misma política de los Estados Unidos”.
También hay que valorar “sus esfuerzos por mejorar las condiciones educativas y sanitarias, y por abrir vínculos diplomáticos y comerciales más diversificados, como es el caso de la relación con China”.
Eso sí, dicho esto, “no habrá salida posible a la confrontación mientras el oficialismo no alcance una capacidad de autocrítica y de apertura a voces críticas y propositivas que no residen en las filas partidistas. Como también ha de dejar de meter a todas las voces críticas en el mismo costal del golpismo y de la narcodictadura. Eso de llamar ‘cartel social’ a toda voz no oficialista que cuestione, por ejemplo, el prolongado estado de excepción, imposibilita para que se abran espacios de diálogo y debate hacia un camino de búsqueda conjunta”.
Fantasmas externos
Como “tampoco habrá salida posible mientras la oposición siga viendo en toda propuesta de LIBRE fantasmas externos que amenazan con un comunismo inexistente ni alcanzar una capacidad para tener los ojos puestos solo en Estados Unidos como la única salvación. Seguir creyendo y atizando el ambiente sobre la base de que todos los errores que ocurren en el Gobierno, en el país y en el descalabro económico y social ‘son culpa de Mel’, solo atrasa cualquier proceso de búsqueda de consensos y contribuye a elevar a categoría mítica al actual coordinador y fundador de LIBRE, como ha ocurrido en la historia de los caudillos hondureños”.
Para ello hay que lograr superar esta coyuntura crítica, pues “el país está en ascuas. El conteo está paralizado y el CNE tiene hasta el 30 de diciembre para anunciar oficialmente los resultados. Si no lo hace, la debacle se abre inexorablemente, y se puede orillar incluso a una especie de autogolpe por parte del partido LIBRE y continuar dos años más”.
Algo que “la oposición no solo no la aceptaría, sino que nos estaríamos sometiendo a un intervencionismo todavía más radical que el que ha supuesto la injerencia de Trump en las elecciones”.
En el plazo legal
Por ello, “lo realista es que se anuncie a un ganador antes del 30 de diciembre. En todo caso, cualquiera que sea el ganador, abrirá las puertas a un Gobierno con los más bajos niveles de legitimidad y le tocará administrar una creciente inestabilidad política y social”.
Paradójicamente, “las elecciones, en lugar de abrir puertas hacia la resolución de los conflictos acumulados, se constituyen en parte fundamental de la crisis, y los resultados electorales la agudizarán”.
Solo se puede escapar de esta espiral con “la actitud de ver y seguir la coyuntura sin dejarse atrapar por ella y no caer víctima de sus pasiones confrontativas, excluyentes y discriminatorias. Conviene ver por encima del hombro electoral y ver cómo capitalizar el tiempo después de la tormenta”.
En definitiva, para el padre Melo, “si los movimientos sociales han sido en estos cuatro años espectadores de acontecimientos y decisiones definidas y conducidas por las élites de los partidos políticos, el siguiente período inestable que se abre a partir de 2026 tendría que ser de convocatoria y enlace de las organizaciones sociales para recuperar un protagonismo que canalice demandas y presiones hacia el Estado. Ha de ser el tiempo de los movimientos sociales”.
