Fue una escena habitual en un barrio popular de Seine-et-Marne. Janvier Hongla y sus amigos, seis adolescentes, cuatro musulmanes y dos cristianos, entre los que se encontraba él, discutían de todo al pie de los edificios. Del conflicto palestino-israelí, de Mélenchon y Le Pen, y luego de Dios. Podía partir de una pregunta: “¿Por qué rezas así?” Y rápidamente se iniciaba un debate.
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Los musulmanes interpelaban a Janvier. ¿Por qué los cristianos creen en la Trinidad? La Biblia está falsificada, ¿no? ¿No es Mahoma el último de los profetas? Para responder y no quedar en ridículo, Janvier, que hoy tiene treinta y tantos años, empezó a investigar en YouTube. La necesidad de justificar su fe ante sus amigos le parecía necesaria, vital. “Tenía que conocer mejor mi religión para poder explicarla. Me di cuenta de que había una falta de conocimiento, y es importante que los cristianos puedan tener puntos de referencia para fortalecerse en su fe”.
En los barrios populares, donde la religión está omnipresente, los jóvenes católicos deben dar cuenta regularmente de su fe de forma clara para responder a las preguntas de sus compañeros musulmanes o evangélicos, que a menudo son mayoría. Este fenómeno se acentúa en las redes sociales, lo que les lleva a desarrollar nuevas formas de un ámbito que hasta ahora había caído en desuso: la apologética, o la defensa racional de la fe cristiana.
‘Batallas’ teológicas
La pluralidad religiosa, un hecho evidente en estos barrios, a veces se introduce incluso en los hogares. Jean-Christ, bautizado a los 17 años, procedente de una familia católica marfileña poco practicante, pasaba largas horas discutiendo con su hermano, dos años mayor que él y convertido al islam, en la habitación que compartían. A veces rezaban uno tras otro, uno extendiendo su alfombra y el otro arrodillándose. Y así comenzaban las conversaciones. Por ejemplo, su hermano veía un vídeo de un cristiano que “perdía un debate” en su cuenta de TikTok. Y le preguntaba: “¿Qué opinas? Muéstrame un versículo de la Biblia que diga que Jesús es Dios”. A veces, Jean-Christ no tenía la respuesta y pedía consejo a su párroco.
Estas preguntas se plantean así en las parroquias y sus catequesis. Cuando el Étienne Matrot era sacerdote en Domont (Val-d’Oise), recuerda que, a petición de los jóvenes, organizaban “batallas”, en las que uno de los animadores hacía el papel de musulmán o evangélico, para que los jóvenes aprendieran a justificar puntos complejos como la Trinidad o la divinidad de Jesús.
Profundizar la fe
Los sacerdotes acompañantes consideran ante todo estas solicitudes como buenas oportunidades para la formación catequética. “Creo que es bueno recuperar la apologética sin convertirla en el centro de la pastoral”, afirma Florian Aubonnet, sacerdote referente de la pastoral juvenil en la diócesis de Pontoise. “Cuando se hace bien, permite profundizar en puntos muy interesantes como el Credo o los concilios”.
Sin embargo, se asegura de que esto no prevalezca sobre otros aspectos centrales de la fe: “Hacerlo en exceso puede ser contraproducente: nuestra primera fuerza es, ante todo, estar arraigados en nuestra fe y amar a Cristo. Primero quería que pudieran encontrar a Jesús en la oración y trabajar los textos bíblicos, no solo para responder a los musulmanes, sino sobre todo para ver la riqueza de la palabra de Dios”.
Este retorno de la apologética también contrasta con el estilo de diálogo interreligioso practicado tradicionalmente por los líderes religiosos. Preocupados ante todo por construir una amistad mutua, estos podían desconfiar de un enfoque polémico. “Algunos pueden sentirse incómodos con esta tendencia apologética porque puede ocultar una forma de desprecio hacia el que no piensa como nosotros y acompañarse de una postura un poco altiva y dominante”, explica Xavier Chavane, párroco de Sartrouville (Yvelines) y comprometido con el diálogo islamo-cristiano.
Dar respuesta de la fe
Pero esta evolución también puede verse como la simple consecuencia de una diferencia de contexto: si los defensores del diálogo interreligioso buscan crear vínculos entre los creyentes, los jóvenes de los barrios ya mantienen fuertes lazos en una realidad multirreligiosa y, por lo tanto, no tienen ningún complejo a la hora de aventurarse en un terreno polémico. “Me parece normal y bastante saludable por su parte”, responde Chavane. “Si la fe nos empuja a buscar la verdad, nos obliga a intentar explicarla de forma inteligible”.
Los jóvenes entrevistados son conscientes del riesgo de tensión que pueden generar estos debates. “La trampa es caer en el orgullo”, explica Janvier Hongla, cofundador de la asociación Fide, que reúne a jóvenes católicos de barrios populares. “Todo depende de la postura que adoptemos: ¿debato para enriquecer el conocimiento de mi interlocutor? ¿O para tener razón y dominarlo? En ese caso, ya no estamos en el ámbito de la caridad y el amor”, explica.
Para ellos, la apologética es ante todo una herramienta de credibilidad, tanto ante los demás como ante ellos mismos. “Si me preguntan por qué soy católico, tengo que poder responder de la mejor manera posible”, insiste Foster, de 18 años, originario de Sarcelles. “Cuando se es cristiano, la fe es lo más importante de nuestra vida, por lo que tengo que saber defenderla”.
Esta tendencia les empuja a profundizar en su formación. Estimulado, entre otras cosas, por sus debates con su hermano, Jean-Christ se ha matriculado este año en un curso sobre el Antiguo Testamento en el Collège des Bernardins.
Auge de los protestantes
Casi un tercio de los católicos practicantes habituales consideran que la expansión de los fieles evangélicos “es más preocupante” que el auge del islam en Francia, concretamente el 31 %. Una cifra sorprendente que podría explicarse por la fulgurante dinámica de esta rama muy misionera del protestantismo, que cuenta con alrededor de un millón de practicantes en Francia. Los evangélicos tienen el claro objetivo de desarrollar la implantación de iglesias en Francia.
Hoy en día hay una iglesia evangélica por cada 25 000 habitantes en Francia. Desde su creación, el Consejo Nacional de Evangélicos de Francia se ha fijado como objetivo tener una iglesia por cada 10.000 habitantes en todo el país. Esta preocupación también podría reflejar un sentimiento de degradación entre los católicos: el 68 % de los practicantes habituales consideran ahora que pertenecen a una minoría en la sociedad francesa.
*Artículo original publicado en La Croix, ‘partner’ en francés de Vida Nueva
