El papa León XIV ha recibido este martes en el Palacio Apostólico del Vaticano a una delegación del Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), con motivo de su conferencia celebrada en Roma. En su discurso, el Pontífice agradeció su labor “al servicio no solo de quienes ustedes representan en el Parlamento Europeo, sino de todas las personas de sus comunidades”.
- ¿Todavía no sigues a Vida Nueva en INSTAGRAM?
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Desde ahí, les animó a mantener el foco en “los olvidados, los que están en los márgenes, aquellos que Jesucristo llamó ‘los más pequeños’ entre nosotros”. Y, al mismo tiempo, reivindicó una política que reconozca la pluralidad, pero que discuta las diferencias “con cortesía y respeto”, recordando que “la capacidad de disentir, de escuchar con atención y de dialogar incluso con quienes consideramos adversarios es una muestra de reverencia hacia la dignidad otorgada por Dios a todo ser humano”.
Raíces judeocristianas
El Pontífice insistió en que la identidad europea “solo puede comprenderse y promoverse en referencia a sus raíces judeocristianas”. Eso no implica —precisó— “conservar determinadas costumbres o tradiciones sociales”, sino reconocer un hecho: “todos somos beneficiarios de las contribuciones que los miembros de las comunidades cristianas han hecho y continúan haciendo por el bien de la sociedad europea”.
Entre esas contribuciones citó “el patrimonio cultural de sus majestuosas catedrales, el arte y la música sublimes, los avances científicos y la expansión de las universidades”.
Derechos humanos y retos globales
En clave ética, León XIV defendió que los principios del pensamiento cristiano son esenciales “para proteger los derechos concedidos por Dios y el valor inherente de toda persona humana, desde su concepción hasta su muerte natural”. Y añadió que son igualmente fundamentales “para afrontar los retos actuales: la pobreza, la exclusión social, la precariedad económica, la crisis climática, la violencia y la guerra”.
Por eso reclamó que la voz de la Iglesia —“y en particular su doctrina social”— siga presente en el debate público, “no para restaurar una época pasada, sino para garantizar que no se pierdan recursos clave para la cooperación y la integración futura”.
“Razón y fe no son enemigos”
El Papa cerró su intervención citando a Benedicto XVI, al subrayar “la importancia del necesario diálogo entre el mundo de la razón y el mundo de la fe —el mundo de la racionalidad secular y el mundo de la creencia religiosa”.
“Esta conversación pública, en la que los políticos desempeñan un papel decisivo, es vital para respetar la competencia específica de cada ámbito, así como para proporcionar a cada uno lo que necesita del otro”, apuntó. “Se trata de una función ‘purificadora’ mutua, que evita que ambos caigan en distorsiones”, añadió.