El papa León XIV ha rezado, un domingo más, el ángelus desde la ventana de su estudio, en el Palacio Apostólico Vaticano, con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. Lo ha hecho en el segundo domingo de Adviento, em un ambiente navideño ya en el ambiente y en el día que las lecturas de la misa presentan la predicación de Juan Bautista reclamando: “Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca”.
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En sus saludos, el pontífice recordó su viaje apostólico a Turquía y el Líbano y destacó la oración con líderes religiosos en la antigua Nicea y volvió a llamar sobre “la plena unidad visible de todos los cristianos” y destacó el testimonio de la pequeña comunidad católica de Turquía y el “mosaico” de convivencia que es el Líbano donde tantos viven el evangelio a través de las obras de misericordia. El Papa repasó algunos de sus encuentros y agradeció “su fe y entusiasmo” y agradeció las oraciones por este viaje. Como lección sacó que “la paz es posible y que los cristianos en diálogo con hombres y mujeres de otra fe y cultura pueden ayudar a construirla”. También mostró su cercanía por las víctimas de los desastres meteorológicas del sudeste asiático.
La espiritualidad del adviento
En sus palabras previas a la oración mariana el Papa reflexionó sobre la petición “Venga tu reino” del Padre nuestro. “Con esta invocación nos orientamos hacia lo nuevo que Dios tiene reservado para nosotros, reconocemos que el curso de la historia no está ya escrito por los poderosos de este mundo. Ponemos nuestros pensamientos y energías al servicio de un Dios que viene a reinar no para dominarnos, sino para liberarnos”, explicó.
Para el Papa, Dios “nos motiva y nos involucra”. Y, destacó, lo hace forma sorprendente “en la mansedumbre y la misericordia”. Recordando la clausura del Vaticano II, hace justo 60 años, destacó que fue “una experiencia que se renueva cuando caminamos juntos hacia el Reino de Dios, todos dispuestos a acogerlo y servirlo. Entonces no sólo florecen realidades que parecían débiles o marginales, sino que se realiza lo que humanamente se consideraría imposible”.
“¡Cuánto necesita el mundo esta esperanza! Nada es imposible para Dios. Preparémonos para su Reino, acojámoslo. El más pequeño, Jesús de Nazaret, nos guiará. Él, que se puso en nuestras manos, desde la noche de su nacimiento hasta la hora oscura de su muerte en la cruz, resplandece en nuestra historia como el sol naciente. Ha comenzado un nuevo día: ¡despertemos y caminemos en su luz!”, invitó destacando la “espiritualidad del Adviento, tan luminosa y concreta”. “Las luces a lo largo de las calles nos recuerdan que cada uno de nosotros puede ser una pequeña luz, si acoge a Jesús, brote de un mundo nuevo”, concluyó.