León XIV ha participado esta tarde en un encuentro interreligioso en la plaza de los Mártires de Beirut, tras el que se ha plantado un olivo por la paz.
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Junto al Papa se encontraba el patriarca sirio-católico, Ignatius Youssef III Younan; el vicepresidente del Consejo Superior Islámico Chiita, Ali El-Khatib; el patriarca de Antioquía y de todo Oriente y jefe supremo de la Iglesia Ortodoxa Siria en todo el mundo, Mar Ignacio Efraín II; el jeque Al-Aql de la comunidad drusa, Sami Abi Al-Muna; el presidente del Consejo Supremo de la Comunidad Evangélica en Siria y Líbano, José Kassab; el patriarca maronita, el cardenal Bechara Boutros Raï; el muftí de la República del Líbano, Abdullatif Darian; el jefe de la comunidad alauita, Ali Kaddour; el patriarca de la Iglesia ortodoxa griega de Antioquía y de todo el Oriente, Yohanna X; y el Catholicos de la Iglesia armenia, Aram I, entre otros.
León XIV, en un encuentro interreligioso en Beirut
En su discurso, el Pontífice ha afirmado sentirse “profundamente conmovido e inmensamente agradecido de estar hoy entre ustedes, en esta tierra bendita, una tierra exaltada por los profetas del Antiguo Testamento, una tierra donde el eco del Logos nunca ha enmudecido, sino que continúa llamando, de siglo en siglo, a aquellos que desean abrir sus corazones al Dios vivo”.
Para Robert Francis Prevost, la presencia de tantos líderes religiosos en el encuentro en la plaza de los Mártires —”en este lugar excepcional, en donde se yerguen uno junto al otro minaretes y campanarios de iglesias, ambos elevándose hacia el cielo— da testimonio de la fe inquebrantable de esta tierra y de la firme devoción de su pueblo al único Dios”.
“Que en esta amada tierra, cada repique de campana, cada llamada a la oración, se armonice en un único y grandioso himno, no solo para glorificar al misericordioso Creador del cielo y de la tierra, sino también para elevar una sincera oración por el don divino de la paz”, ha agregado.
Convivencia interreligiosa
Por otro lado, León XIV ha señalado que, “durante muchos años, y especialmente en los últimos tiempos, el mundo ha fijado su mirada en Oriente Medio, cuna de las religiones abrahámicas, observando el arduo camino y la incesante búsqueda del preciado don de la paz”.
Y ha proseguido: “A veces, la humanidad mira al Oriente Medio con inquietud y desaliento, ante conflictos tan complejos y prolongados. Sin embargo, en medio de estas luchas, se puede encontrar esperanza y aliento cuando nos centramos en lo que nos une: nuestra humanidad común y nuestra creencia en un Dios de amor y misericordia”.
Según sus palabras, “en una época en la que la coexistencia puede parecer un sueño lejano, el pueblo libanés, aun abrazando diferentes religiones, se erige como un poderoso recordatorio de que el miedo, la desconfianza y los prejuicios no tienen la última palabra, y que la unidad, la reconciliación y la paz son posibles”.
“Es una misión de esta amada tierra que se mantiene inalterada a lo largo de la historia: dar testimonio de la verdad imperecedera de que cristianos, musulmanes, drusos y muchos otros pueden vivir juntos y construir un país unido por el respeto y el diálogo”, ha recalcado.
Más adelante, citando la declaración conciliar ‘Nostra aetate’, el Papa ha recordado que “el diálogo, inspirado por el amor divino, debe abrazar a todas las personas de buena voluntad, rechazar los prejuicios, la discriminación y la persecución, y afirmar la igual dignidad de todo ser humano”.
Del cedro al olivo
Antes de plantar ese olivo por la paz, Prevost ha destacado que este “es venerado en los textos sagrados del cristianismo, el judaísmo y el islam, sirviendo como símbolo atemporal de reconciliación y paz. Su longevidad y su notable capacidad para florecer incluso en los entornos más hostiles, simbolizan la resistencia y la esperanza, reflejando el firme compromiso necesario para fomentar la coexistencia pacífica”.
“De este árbol fluye aceite que sana, un bálsamo para las heridas físicas y espirituales, manifestando la infinita compasión de Dios por todos los que sufren. Su aceite también proporciona luz, recordándonos la llamada a iluminar nuestros corazones mediante la fe, la caridad y la humildad”, ha subrayado.
En el mismo sentido, ha continuado: “Así como las raíces de los olivos se hunden profundamente y se extienden por toda la tierra, así también el pueblo libanés se encuentra disperso por el mundo, pero unido por la fuerza perdurable y la herencia eterna de su patria. Su presencia, aquí y en toda la tierra, enriquece el mundo con su herencia milenaria, pero también representa una vocación”.
“En un mundo cada vez más interconectado, ustedes están llamados a ser constructores de paz: a enfrentarse a la intolerancia, a superar la violencia y a desterrar la exclusión; iluminando el camino hacia la justicia y la concordia para todos, a través del testimonio de su fe”, ha aseverado.
Antes de despedirse, el Pontífice ha deseado que “el abrazo amoroso y maternal de la Virgen María, Madre de Jesús y Reina de la Paz, guíe a cada uno de ustedes, para que en su patria, en todo Oriente Medio y en el mundo entero, el don de la reconciliación y la convivencia pacífica brote, llevando esperanza y unidad a todos”.