Ángel Castaño: “‘Mater Populi fidelis’ es clara y concisa sobre las confusiones de algunos títulos marianos”

  • El especialista en Mariología de la Universidad Eclesiástica San Dámaso analiza para ‘Vida Nueva’ el alcance de la nota doctrinal de la Santa Sede
  • “Se trata de ayudar a que la Virgen María sea comprendida no aisladamente ni en paralelo a Cristo, sino en relación a Cristo y a la Iglesia”, asegura el investigador

Ángel Castaño

´`El profesor de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, Ángel Castaño, es uno de los investigadores de referencia en Nuestro país en lo que a Mariología se refiere. No solo porque imparta esta asignatura en el centro formativo madrileño, sino principalmente por las investigaciones que atesora vinculadas a la Virgen. Subdirector del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la Universidad, analiza para ‘Vida Nueva’ el alcance de ‘Mater Populi fidelis’,  la reciente Nota del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que aborda algunos títulos marianos referidos a la cooperación de la Madre de Jesús de Nazaret en la obra de la salvación.



PREGUNTA.- La nota vaticana “Mater Populi fidelis” cierra la puerta a la falsa creencia de considerar a María como “corredentora”. ¿Considera que era necesario resolver esta polémica abierta en el seno de la Iglesia?

RESPUESTA.- La Nota se ocupa fundamentalmente del término “corredentora”, porque se presta a confusión. No lo condena, por tanto, directamente; lo desaconseja porque es confuso y porque -como ya decía Ratzinger siendo prefecto y siendo Benedicto XVI- es demasiado distinto al lenguaje de la Escritura y de la Tradición. Si en lugar de “Corredentora” se dice “cooperadora singular en la Redención”, se dice algo profundamente tradicional y que la Iglesia sigue diciendo en su magisterio y viviéndolo en su liturgia. Para entender la Nota es preciso tomar en serio el testimonio del Nuevo Testamento que afirma un ùnico y exclusivo Redentor del género humano. El término Corredentora, en la tradición antiguo-medieval expresaba la idea de “cooperación”, que es aceptable, pero en nuestro lenguaje actual tiende a equiparar en un cierto plano de igualdad a los dos co-operadores. En este sentido, en el contexto actual, se presta a confusión porque la lógica del término, por sí mismo, parece indicar dos redentores, uno principal y otro subordinado. La Nota se limita a desaconsejar el uso del término, no pretende agotar el debate ni prohibirlo. En una sana experiencia eclesial las cuestiones discutidas -y esta es ahora una de las más vivas- han de vivirse en el respeto mutuo y la caridad.

Virgen Maria

En cuanto a si era necesaria u oportuna la Nota, sinceramente no tengo todos los datos para responder. El Documento recuerda que ha habido muchas consultas sobre el tema. Dejo al Dicasterio la decisión de si era necesario o no. Me basta saber que el Dicasterio y el Papa sí lo han considerado necesario.

P.- ¿Qué es lo que más valora del documento elaborado por la Doctrina de la Fe?

R.- Es clara, concisa y se ajusta al dato objetivo de los problemas o posibles confusiones que puedan darse en la interpretación de algunos títulos marianos, subrayando algunos equívocos posibles. A mi modo de ver, su mayor valor es referirse continuamente a la Tradición de la Iglesia, que hunde sus raíces en los Santos Padres, y después haber tenido la inteligencia de ver cómo la Tradición ha ido aquilatando lo que puede decirse o no de la Virgen María prestando atención al misterio de la Iglesia y al misterio de Cristo. Es positivo que se limite a señalar los límites que no deben sobrepasarse en una cuestión que actualmente es discutida. Así se puede valorar debidamente, reconociendo su gran valor, la devoción mariana popular y el culto que la Iglesia tributa a la Virgen María. Algunas de las expresiones y explicaciones que usa la Nota son, lógicamente, susceptibles de comentarios e interpretaciones que, en la marcha del debate, se irán aclarando pacientemente.

P.- El texto también aborda el concepto de “mediadora de todas las gracias”. De alguna manera, ¿abordar con detalle esta cuestión permite frenar la tentación de cierto “mercantilismo milagrero” con respecto a la Virgen?

R.- No tengo muy claro qué se quiere decir con “mercantilismo milagrero”. Ya san Pablo VI, en su exhortación apostólica Marialis Cultus subrayaba que existe el riesgo en una devoción a la Virgen María que no esté rectamente ordenada, de buscar lo extraordinario y lo milagroso, sin valorar suficientemente lo ordinario. También llamaba la atención sobre los intereses económicos no deseables que pueden desatarse en lugares y santuarios marianos muy visitados. Esa preocupación pastoral es continua en la vida de la Iglesia que, en muchos casos, tampoco tiene autoridad suficiente como para evitarlo. La “mediación” de la Virgen María es un dato bien arraigado en la Tradición y en el Magisterio de la Iglesia. Baste citar el Vaticano II para comprobarlo. De nuevo la corrección que se hace al título María de todas las gracias se centra en dos elementos: puede haber confusión en el título de “Madre de la gracia” si se piensa que María es fuente de la gracia, lo que sólo puede decirse de Dios. Por otra parte, la alusión a “todas” las gracias, puede ser teológicamente inexacta. Es difícil ver cómo la Virgen María podría “mediar”, por ejemplo, en la gracia que recibe de su Concepción Inmaculada. Pero estas apreciaciones sutiles -y que merecen un análisis más detallado- no invalidan el uso del título “Madre de la Iglesia”, ni “Madre de la gracia”. Requiere eso sí, una catequesis adecuada para su recta comprensión.

P.-¿Por qué cree que estos títulos marianos confusos han tenido un especial arraigo en grupos tradicionalistas?

R.- Muchos de estos títulos tienen orígenes muy antiguos y han sido sostenidos desde hace siglos en la devoción popular del pueblo de Dios y en la teología. No se puede, creo yo, tildar de tradicionalistas a muchos buenos teólogos que los defienden, normalmente con más sutileza y precisión de lo que se podría pensar. Se trata más bien del uso popular de estos términos, y aquí no creo que podamos distinguir realmente entre “tradicionalistas y progresistas”, categorías que a mí no me convencen mucho ni me parecen adecuadas para la vida de la Iglesia: la devoción muy sentida a la Virgen María en muchas de sus advocaciones y en muchos lugares reúne de modo misterioso y sorprendente a personas muy distintas en cuanto a ideas políticas, o sensibilidades religiosas.

P.-¿Cómo se puede aterrizar “Mater Populi fidelis” a pie de parroquia? ¿Qué iniciativas pedagógicas se pueden llevar a cabo: catequesis, homilías…?

R.-El magisterio contemporáneo de la Iglesia ha proporcionado muchos y muy buenos documentos que es preciso dar a conocer al pueblo de Dios: el capítulo VIII de Lumen Gentium del Concilio Vaticano II; las encíclicas marianas de Pablo VI y su Exhortación Apostólica ya citada; la encíclica Redemptoris Mater de Juan Pablo II y sus catequesis marianas…

Creo que es bueno aprovechar las oportunidades que dan las fiestas marianas en el calendario litúrgico, las devociones marianas presentes en pueblos, parroquias, etc., para orientar debidamente el culto a la Virgen María. Pablo VI, en su Exhortación Apostólica Marialis Cultus, exhortaba a discernir sobre las oraciones y cantos de la piedad popular, conservando todo lo bueno, corrigiendo lo que se presta a confusión o es claramente erróneo y “creando” nuevas oraciones o canciones que recojan la fe de la Iglesia en la Virgen María.

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Debemos recordar y ayudar a vivir que la oración en la Iglesia es siempre al Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo y en la Iglesia. Se trata de ayudar a que la Virgen María sea comprendida no aisladamente ni en paralelo a Cristo, sino en relación a Cristo y a la Iglesia. Que las oraciones y devociones marianas hagan ver cómo la Madre del Señor está radicada en el misterio de la salvación unida a Cristo y a la Iglesia. Para finalizar, volviendo a Pablo VI, es preciso trabajar para que el culto devocional a la Virgen María se alimente de las fuentes propias de la fe: de la Sagrada Escritura, de la Liturgia, de una sana antropología que haga ese culto actual y fecundo para la vida de los cristianos y de la Iglesia.

Así, la devoción a la Virgen María puede ser factor de renovación de las comunidades, motor para la evangelización, presencia maternal que vitalice las comunidades cristianas para ser un hogar materno donde se curen las heridas físicas o espirituales, donde se acoja a todos ofreciendo la misericordia materna de la Iglesia, un signo claro de amor materno para salir, evangelizar y llegar hasta esas periferias existenciales que Francisco indicaba y, por último, donde se desipierte el deseo de la unidad de todas las Iglesias. Recuerdo, por último, siguiendo a Pablo VI, que en la cuestión ecuménica, si bien hay dificultades teológicas, particularmente con las comunidades eclesiales nacidas de la Reforma, María Madre de todos nos invita a trabajar y orar por la unidad de todos los cristianos.

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