“El Credo de Nicea no formula una teoría filosófica”, reivindica el Papa en su última exhortación

Con motivo del 1.700 aniversario del primer concilio ecuménico y a las puertas de su visita a Turquia, León XIV publica ‘In unitate fidei’

Celebración ecuménica con motivo del Concilio de Nicea en la catedral de la Almudena

El papa León XIV ha querido celebrar el 1.700 aniversario del Concilio de Nicea con un Viaje Apostólico a Turquía y con una exhortación apostólica, ‘In unitate fidei’ (“En la unidad de la fe”) promulgada este 23 de noviembre. Un texto que comienza destacando el credo que se aprobó en dicho concilio para “alentar en toda la Iglesia un renovado impulso en la profesión de la fe, cuya verdad, que desde hace siglos constituye el patrimonio compartido entre los cristianos, merece ser confesada y profundizada de manera siempre nueva y actual”.



El Hijo de Dios

El pontífice destaca que Nicea, a partir del evangelio, “en el 325 proclamó la profesión de fe en Jesucristo, Hijo de Dios. Este es el corazón de la fe cristiana” y que dicha formulación llega hasta hoy. Una verdad de fe, añade, que “nos da esperanza en los tiempos difíciles que vivimos, en medio de muchas preocupaciones y temores, amenazas de guerra y violencia, desastres naturales, graves injusticias y desequilibrios, hambre y miseria sufrida por millones de hermanos y hermanas nuestros”.

Tras repasar lo “turbulentos” que eran los tiempos del concilio y las divisiones y amenazas de cisma que vivía la Iglesia con Arrio; el concilio buscó “restablecer la unidad” con el papa Silvestre y el apoyo de Osio de Córdoba. “Los Padres del Concilio dieron testimonio de su fidelidad a la Sagrada Escritura y a la Tradición apostólica”, destaca el pontífice. Así, obispos de oriente y occidente propusieron un credo para expresar “la fe en el Dios uno y único” y en Jesucristo como “el Hijo de Dios” afirmando en concreto que es “de la misma sustancia (ousia) del Padre” para distanciarse de Arrio –“ el Concilio empleó estos términos para afirmar con claridad la fe bíblica, distinguiéndola del error helenizante de Arrio”, explica el Papa–.Los Padres de Nicea quisieron permanecer firmemente fieles al monoteísmo bíblico y al realismo de la encarnación. Quisieron reafirmar que el único y verdadero Dios no es inalcanzablemente lejano a nosotros, sino que, por el contrario, se ha hecho cercano y ha salido a nuestro encuentro en Jesucristo” que es “Dios verdadero”, añade.

Un Dios cercano

“El Credo de Nicea no formula una teoría filosófica”, destaca, “profesa la fe en el Dios que nos ha redimido por medio de Jesucristo”, el “Dios viviente”, prosigue. Y es que por la encarnación “encontramos al Señor en nuestros hermanos y hermanas necesitados”, recuerda el Papa. “El Credo niceno no nos habla, por tanto, de un Dios lejano, inalcanzable, inmóvil, que descansa en sí mismo, sino de un Dios que está cerca de nosotros, que nos acompaña en nuestro camino por las sendas del mundo y en los lugares más oscuros de la tierra”, apunta.

Y es que “en Cristo, Dios ha asumido y redimido al ser humano entero, con cuerpo y alma. El Hijo de Dios se hizo hombre –explica san Atanasio– para que nosotros, los hombres, pudiéramos ser divinizados”. Así, desarrolla, “la divinización es, por tanto, la verdadera humanización. He aquí por qué la existencia del hombre apunta más allá de sí misma, busca más allá de sí misma, desea más allá de sí misma y está inquieta hasta que reposa en Dios”, como dice san Agustín. algo que defendieron san Atanasio y los Padres Capadocios ya que las resistencias no terminaron con el concilio, recuerda León XIV.

Valor ecuménico

En el siglo XXI, destaca, “la liturgia y la vida cristiana están, por tanto, firmemente ancladas en el Credo de Nicea y Constantinopla: lo que decimos con la boca debe venir del corazón, de modo que sea testimoniado en la vida”. “Hoy, para muchos, Dios y la cuestión de Dios casi ya no tienen significado en la vida”, lamenta el Papa, cuando además en nombre de Dios se han librado guerras, se ha matado, perseguido y discriminado. En lugar de anunciar a un Dios misericordioso, se ha hablado de un Dios vengador que infunde terror y castiga”. Por ello, reclama: “El Credo de Nicea nos invita entonces a un examen de conciencia” ya que “si Dios nos ama con todo su ser, entonces también nosotros debemos amarnos unos a otros”.

El pontífice concluye destacando el “altísimo valor ecuménico” de Nicea. “Gracias a Dios el movimiento ecuménico ha alcanzado bastantes resultados en los últimos sesenta años. Aunque la plena unidad visible con las Iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales y con las Comunidades eclesiales nacidas de la Reforma aún no nos ha sido dada, el diálogo ecuménico nos ha llevado, sobre la base del único bautismo y del Credo niceno–constantinopolitano, a reconocer a nuestros hermanos y hermanas en Jesucristo en los hermanos y hermanas de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales y a redescubrir la única y universal Comunidad de los discípulos de Cristo en todo el mundo”, apunta. Y es que, reclama, “para poder ejercer este ministerio de modo creíble, debemos caminar juntos para alcanzar la unidad y la reconciliación entre todos los cristianos”.

León XIV, en el encuentro ecuménico

León XIV, en el encuentro ecuménico

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