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Desiderio García Martínez: “Vivo mi autoridad como un servicio de amor a Dios”

  • El prior general de la Orden Carmelita conversa con Vida Nueva tras su nombramiento
  • “Un hombre de mirada contemplativa lo es también de manos compasivas”, reflexiona

Desiderio García Martínez, prior general de la Orden Carmelita

Desiderio García Martínez nació en Orange (Francia) en 1970, a donde sus padres, españoles, habían emigrado. Desde finales de septiembre, es el nuevo prior general de la Orden Carmelita. El hasta ahora párroco de Santa María del Monte Carmelo (Madrid) estará al frente de la congregación los próximos seis años con el aval de haber estado dos décadas dedicado a la formación y tras haber sido provincial en nuestro país. Haciendo las maletas para mudarse a Roma, atiende a Vida Nueva tras regresar del capítulo general, que se celebró en Malang (Indonesia).



PREGUNTA.- Tiene experiencia de gobierno como provincial, pero ahora será un líder global. ¿Cómo acoge este nuevo servicio?

RESPUESTA.- Decía Mons. Tonino Bello, recordando el pasaje del lavatorio de los pies de Jesús, que la verdadera autoridad en la Iglesia se ejerce “poniéndose el delantal”. Es la autoridad del servicio. Siento agradecimiento por la confianza depositada de mis hermanos y, al mismo tiempo, temor, por la responsabilidad que este oficio conlleva. Como les recordaba en el Capítulo General, acepto este ministerio como un servicio de amor a Dios, a la Iglesia y a la Orden del Carmen.

P.- Una vez de regreso a España, ¿qué le han dicho sus hermanos de comunidad?

R.- Ni por asomo pensé que pudiera llegar esto. De hecho, en Indonesia, por las mañanas, cuando salía a hacer algo de deporte con algún otro fraile, mi cabeza iba en “modo retorno” a Madrid. Me venían a la mente tareas pendientes, actividades que había que programar… Y, de repente, el Dios de las Sorpresas tenía un regalo en forma de cruz que buscaba a quién abrazar… Me siento muy feliz y querido, al mismo tiempo que ayudado y sostenido en la oración por mis hermanos de comunidad.

P.- El Capítulo se trasladó a Indonesia. ¿Nos olvidamos a veces de la riqueza y el aporte del sur global?

R.- En el encuentro que mantuve en Yakarta con Piero Pioppo, nuevo nuncio apostólico en España, conversamos precisamente sobre la riqueza inmensa (humana, cultural, espiritual…) que atesoran nuestros hermanos del llamado “sur global” y –por la coyuntura del Capítulo– en particular, los de Oriente. Nos felicitó, de hecho, por la valentía de haberlo celebrado en Asia. Recuerdo que le comenté: “En el fondo, volvemos a casa. Los carmelitas somos asiáticos. Nacimos en el Monte Carmelo, en Oriente Próximo”. Lo cierto es que no deja de ser un gesto profético, pues es la primera vez, después de 800 años de historia, que los carmelitas celebrábamos nuestro Capítulo General fuera de Europa.

P.- ¿A qué temas urgentes le gustaría responder como prior?

R.- Uno de los grandes desafíos proféticos del Carmelo es ayudar al mundo de hoy a cultivar la vida interior. La vida del espíritu, bien entendida, no nos aleja de la vida ordinaria de los hombres, al contrario, nos adentra más en los dolores de la humanidad. La contemplación no solo es el corazón del carisma carmelita, sino el mejor regalo que podemos ofrecer al mundo y a la Iglesia. Un hombre de mirada contemplativa es un hombre de manos compasivas. La auténtica contemplación nos lleva a sanar heridas en la carne de Cristo, sus miembros más débiles. Los carmelitas, como mendicantes, estamos abiertos a todo ministerio y apostolado. Ahora bien, hagamos lo que hagamos, atendemos especialmente el camino espiritual de las personas. El papa León XIV lo acaba de recordar: “La peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual…” (Dilexi te, 114). Si un día, a nuestro alrededor, no hubiera ya más enfermos y hambrientos, abandonados y despreciados –los minores de los que habla nuestra tradición mendicante– no es porque no los haya, sino, simplemente, porque no los vemos. El contemplativo “ensancha su tienda”, como dice el profeta Isaías, para que quepa Dios y la humanidad.

Desiderio García Martínez, prior genera de la Orden Carmelita

Desiderio García Martínez, prior general de la Orden Carmelita

“La esperanza auténtica empieza cuando el camino está sembrado de fracasos”

P.- La crisis vocacional afecta a algunas regiones, pero, en otras, las vocaciones florecen…

R.- Entre las bendiciones que está recibiendo nuestra Orden se encuentra el florecimiento vocacional en Asia. El Carmelo, por ejemplo, llegó a Indonesia en 1923, gracias al impulso misionero de la Provincia carmelita de Holanda. Hoy, en el país musulmán más grande del mundo, donde la población católica es el 3%, hay unos 400 frailes carmelitas, además de otros 200 jóvenes en diversas etapas de la formación. Otras regiones de la Orden, en cambio, disminuyen vocacionalmente. Lo importante no son los números, ni las estrategias, ni los cálculos, sino comprobar cómo el carisma carmelita es “itinerante”, se va desplazando, y sigue fecundando a la Iglesia y el mundo. Nuestra esperanza, que es Cristo, va mucho más allá del optimismo, basado, casi siempre, en números, estrategias, planes pastorales y capacidades humanas. La esperanza auténtica, me atrevería a decir, empieza cuando el camino está sembrado de fracasos. ¡Ahí está también Dios! Desde el Concilio Vaticano II, lejos de lo que uno pudiera pensar, el número de vocaciones en la Orden incluso ha aumentado. Ahora bien, la fisonomía y los acentos de los carmelitas son distintos. Un fraile lo apuntaba de forma muy certera: “Nuestra Orden come ahora más arroz”.

P.- ¿Con qué Orden sueña?

R.- Es bueno soñar. Dios es nuestra mejor fuente de inspiración. La Regla carmelita nos recuerda que nuestra piedra angular es “vivir en obsequio de Jesucristo”. Sueño con una Orden en la que el seguimiento de Cristo sea una historia de Amor, que nos recree y que tenga la fuerza para enamorar a otros. Sueño con volver a las fuentes del Carmelo, a mirar con responsabilidad nuestra tradición y espiritualidad y encontrar allí un trampolín que nos impulse hacia el futuro con esperanza. Sueño que el Carmelo sea un “jardín de Dios”, un lugar de oración, de silencio, de vida interior, donde podamos contemplar la belleza del amor de Dios. Sueño con una Orden donde la vida comunitaria sea un taller de artesanía, de diálogo, de encuentro, donde se ame y se pueda llamar al otro “hermano”. Sueño con una Orden profética que prefiera el riesgo y el desafío de la misión a la comodidad y el apuntalamiento de lo que existe. Sueño que el carisma carmelita sea fuente de gozo y alegría para nosotros, para la Iglesia y para el mundo.

P.- ¿Cómo está viviendo el inicio del pontificado de León XIV?

R.- El Espíritu Santo nos asiste y envía al frente de la Iglesia al que necesitamos en cada momento. He vivido con mucha alegría la elección de León XIV. Me uní con siete jóvenes de la parroquia (Pelayo, Juan, Jesús, Cubi, Inés, Paloma y Lucía) a un grupo de 240 jóvenes carmelitas de todo el mundo, en el Jubileo de Roma este verano. Estaban entusiasmados de sentir cómo el Papa conectaba con ellos.

P.- Se despidió del Capítulo General invitando a sus hermanos a ser un poco Marta y un poco María…

R.- En principio, no debería existir ninguna contradicción entre el trabajo y la oración. Y cuando la hay, mal nos va. Santa Teresa de Jesús lo resumió muy bien en una frase: “Marta y María han de andar siempre juntas” (7M 4,12). Nuestras obras –añadirá ella– cuando brotan de “las raíces de la contemplación” y “proceden de este árbol de amor de Dios”, se convierten en “admirables y olorosísimas flores” que su fragancia “no pasa presto… y hace gran efecto” (Conc. VII, 2.5). Las esquizofrenias vida de oración-vida de acción, no sientan bien. La oración, el trato de amistad con Cristo, te lleva a ser el primero en levantarte a servir. El servicio bien entendido es una invitación a que nuestras obras desprendan no tanto el aroma de nuestro “ego”, sino la “suave fragancia de Cristo” (Cf. 2 Cor 2,15). En el fondo, no se trata tanto de qué hacemos, sino cómo hacemos lo que hacemos y en nombre de Quién lo hacemos. Para que no se corrompa el don de la contemplación, nuestra Regla, recordando a san Pablo, nos exhorta a trabajar en silencio (R 20).

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