Para Adela Cortina, “el Chat GPT no tiene cuerpo y se necesita un cuerpo para poder conectar, para poder sentir”. Con esta sana provocación, la catedrática emérita de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia arrancó su ponencia en el foro ‘Ética e IA: ¿Cambia o trasciende a la persona?’, que se celebra hoy en Santiago de Compostela, una iniciativa de la Archidiócesis gallega que cuenta con el respaldo de la Xunta, Abanca y Umas Seguros.
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“La IA aporta grandes beneficios, pero tiene que hacerlo dentro de un marco ético”, planteó la investigadora, que desarrolló que la ética “no es un conjunto de prohibiciones, como si tratara de amargar la vida a la gente”. Frente a esta errada concepción, señaló que “los valores morales nos hacen mejores y la moral hace una humanidad más próspera”. “Necesitamos una ética que nos ayude a organizar la IA para cuidar la dignidad de las personas y cuidar la Casa común”, sentenció.
Toda la humanidad
En esta misma línea, dejó caer que “el gran reto que tenemos es que los beneficios de la IA lleguen a toda la humanidad, porque todos los afectados son los seres humanos”. “Para ello necesitamos un principio de justicia”, apostilló. “Los algoritmos no toman decisiones, ofrecen soluciones, es nuestra responsabilidad como seres humanos es decidir”, sentenció en otro momento.
Cortina reivindicó la esperanza y el sentido común como valores fundamental que debe estar en el horizonte en un tiempo de “eclipse comunicativo”. “Hemos roto los puentes de tal manera que nos conectamos, pero no nos comunicamos”, alertó, convencida de que “no podemos construir un ‘nosotros’ del que tomar decisiones”.
Autonomía
En su intervención, la investigadora recordó que la IA y los demás avances tecnológicos y de robótica “son funcionalmente autónomos, pero no son ontológicamente autónomos”. “Se comportan como sí, pero no son”, añadió justo después.
Con este panorama, la especialista en bioética apuntó que “hay mucha gente que se ha dejado atrapar por un miedo a la IA, en lo que podríamos denominar una ‘frankenfobia’”. De la misma manera, se mostró preocupada por “los entusiastas transhumanistas que llegan a plantear todo tipo de inmortalidad”. “Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir, como decía el Eclesiastés”, apostilló Cortina ante esta posibilidad de trascender a la especie humana.