En la última semana, el huracán ‘Melissa’, el más grande en 90 años en el Atlántico, con más de mil kilómetros de diámetro, ha golpeado con una fuerza brutal en la región americana del Caribe, dejando al menos 69 muertos (aún hay una veintena de desaparecidos) y golpeando duramente a Haití, República Dominicana, Jamaica, Bermudas, Bahamas y Cuba.
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En el caso de la isla cubana, aunque no hubo que lamentar ninguna víctima, los destrozos materiales fueron de una gran envergadura. Y así lo lamentó en una nota la Conferencia Episcopal, que señaló cómo hasta “un millón de personas han sido afectadas en mayor o menor medida por el paso del huracán”. Así, “muchas familias han perdido totalmente sus viviendas; otros, los techos, los colchones, los equipos electrodomésticos”. Y, “en muchos pueblos, todos los postes telefónicos o de la electricidad están en el suelo. Hay imágenes de zonas montañosas que parecen arrasadas, como secadas por el viento”.
Una “tragedia nacional”
Una “tragedia nacional” que “se suma ahora a la ya difícil realidad cotidiana de nuestro pueblo, con escasez de los bienes primarios, cortes eléctricos prolongados y frecuentes, virus y enfermedades propagándose de modo creciente”.
Esto último lo confirma a Vida Nueva Víctor Bernal Quintana, fundador de Hombre Nuevo Tierra Nueva, una ONG con la que este cubano que ya lleva varios años en España organiza una labor de ayuda a la Iglesia de la isla caribeña con el envío, fundamentalmente, de medicinas. En ese sentido, ya antes del ciclón, la situación era muy grave en la región de Matanzas, que sufre una “situación de alarma sanitaria” que se está extendiendo a “provincias vecinas”.
Por la misma, hay numerosos episodios “de fiebre alta, vómitos, diarrea, erupciones y edema doloroso en pies y manos, además de hospitales desbordados y una severa escasez de insumos. Es una mezcla de arbovirosis (dengue), zika, chikungunya y oroupuche, enfermedades tropicales que se transmiten por el mosquito”.
Solidaridad eclesial
Ante esta terrible crisis generalizada, los obispos cubanos lanzaron un SOS al mundo: “Apelamos a la solidaridad de las Iglesias y Cáritas hermanas. A los cubanos de otras partes del mundo y de todo el país. A todos los que, con buena voluntad, quieran y puedan ayudarnos. Vamos a necesitar de todo: alimentos, ropa, colchones, útiles del hogar, techos… para socorrer a muchos hermanos, especialmente a tantos ancianos solos y a todos los que viven esta hora con natural tristeza y desánimo”.
Significativamente, el Episcopado cubano distribuyó el 2 de noviembre otra nota en la que informaba de que “hemos recibido un ofrecimiento de carácter humanitario de la Administración de los Estados Unidos, a través de instituciones de la Iglesia católica en ese país, para ayudar directamente a los damnificados”. La ayuda ascendía a “tres millones de dólares en recursos”.
De ese modo, se producía un gesto histórico teniendo en cuenta las siempre difíciles relaciones entre el régimen comunista y la Administración estadounidense, ni mucho menos atemperadas desde que Donald Trump llegara a la presidencia hace casi un año. Con todo, se informaba de que “los obispos católicos y la Cáritas de Cuba están dando los pasos necesarios y sosteniendo conversaciones útiles y positivas con todas las partes para que este ofrecimiento se pueda convertir en realidad”.
Todo para alcanzar “un resultado satisfactorio y contribuir al bienestar de los afectados y a generar la esperanza, que Cuba anhela y necesita”.