Carlos Nottaro: de migrante a delegado de Migraciones de Tui-Vigo

Carlos Nottaro, delegado de Migraciones de Tui-Vigo, con su familia en Roma por el Jubileo de los

Hace solo cuatro años, el venezolano Carlos Nottaro y su mujer, Naryelin López, aterrizaron en Vigo junto a sus cuatro hijos (María Auxiliadora, Carlos Alfonso, Carlos Alberto y Carlos José) para comenzar una nueva vida. Como tantos migrantes, partían “desde cero”, en un “salto al vacío” marcado por una “constante incertidumbre”.



Eso sí, tenían dos pilares fundamentales a los que agarrarse: ser una familia muy unida, “tanto en lo bueno como en las dificultades”, y su profunda fe, “que nos fortalece aún más, como una roca”. De ahí que lo primero que hicieran nada más llegar a la ciudad gallega fuera “buscar una parroquia”.

Familia misionera

Siendo “la más cercana la de Santa Marta, en el bajo de un edificio”, en ella se encontraron con una grata sorpresa: “El párroco, Alberto Montes, que desde el primer día se preocupó por nosotros y fue clave en nuestra adaptación a la ciudad, era el delegado diocesano de Migraciones. Pastor y guía, nos dio la oportunidad de seguir creciendo en la fe y, desde la experiencia que traíamos de Venezuela, nos pidió compartirla con nuestros hermanos y ponerla al servicio de los demás, como una familia misionera”.

De un modo natural, participaban en el día a día de la pastoral migrante de la Iglesia local. Hasta que, semanas atrás, se dio un cambio que impactó a Nottaro: “Nuestro obispo, Antonio José Valín, me escribió este mensaje: ‘Hermano, ¿vienes por aquí y nos tomamos un café?’. Con su cercanía de siempre, me contó que había nombrado a Alberto nuevo delegado diocesano de medios y me propuso ser yo el responsable de Migraciones. A él le mantendría como consiliario y así ambos podríamos seguir trabajando en un tándem. Nos dijo que valoraba cómo nos entendíamos con solo mirarnos”.

Por dos razones

Al principio, “me quedé sobrepasado por la noticia, pues en Venezuela había sido catequista durante 15 años en mi parroquia, pero esto iba mucho más allá y a nivel diocesano”. Pero aceptó por dos razones: “En primer lugar, porque estoy convencido de la corresponsabilidad de los laicos, así que, cuando surge una oportunidad como esta, hay que dar un paso adelante y abrir camino en la Iglesia para muchos más. Y, además, me pareció providencial que justo ese día se cumpliera un año de la muerte de mi madre, que siempre me pidió comprometerme. Sabía de mi honda fe desde pequeño, cuando era monaguillo, y sé que ella me habría animado a dar lo mejor de mí mismo en esta misión”.

Carlos Nottaro, delegado de Migraciones de Tui-Vigo, con su familia en Roma por el Jubileo de los

Carlos Nottaro, delegado de Migraciones de Tui-Vigo, con su familia en Roma por el Jubileo de los Migrantes

Además, a Nottaro hay otra cosa que le anima mucho: “Sé que no estoy solo, sino que en la delegación estamos un equipo muy bueno y diverso que nos acompañan a Alberto y a mí y que completan varias mujeres laicas: mi mujer, otra compañera venezolana, una peruana, una argentina y una keniata”. Cada uno aporta “sus dones”, siendo “muy bonito acompañar a otros migrantes que muchas veces llegan con una situación muy precaria. Desde nuestra experiencia, les podemos decir que Dios los ama y hay que tener esperanza”.

A nivel práctico, “como no tenemos medios como tal, lo que hacemos es trabajar en red y redirigir a cada uno a las entidades que les pueden ayudar, como Cáritas o los centros de escucha”. En lo espiritual, “buscamos involucrarles en las distintas parroquias”. Para ello, “conscientes de que la mayoría vienen de Centroamérica, donde hay una fuerte religiosidad popular, apostamos por organizar peregrinaciones y procesiones. Es impresionante cómo pueden venir más de 100, en un claro contraste con la espiritualidad local, que es más íntima”.

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