El obispo agustino Luis Marín no tiene duda de que “el proceso sinodal es realmente un antídoto contra el pesimismo, es una inyección de esperanza para toda la Iglesia”. Así lo compartió ayer en el marco de la presentación del libro ‘Unidad en la diversidad. Por una eclesiología sinodal renovada’ (PPC), un coloquio en el que participó de manera virtual y que se celebró en el Colegio Mayor Berrospe, de las Hijas de Jesús, en Madrid.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Junto al subsecretario de la Secretaría General del Sínodo, también tomaron la palabra de forma presencial Emilia Robles, coordinadora de la obra y de la plataforma Proconcil; la jesuitina María Luisa Berzosa, facilitadora en las asambleas sinodales; Nuria Martínez-Gayol, esclava del Sagrado Corazón de Jesús y profesora de la Universidad Pontificia Comillas; y el jesuita Elías López, coordinador de la Red Internacional de Sinodalidad Reconciliadora.
Pacientes, realistas y valientes
La obra colectiva cuenta con un prefacio firmado por el papa Francisco, en el que pone en valor la sinodalidad como un proceso, utilizando la metáfora de la mariposa que “necesita tiempo para salir del capullo”. “No nos debemos apresurar, ni dejarnos comer por las urgencias. A todo nos gustaría que la Iglesia cambiara de un día para otro y por arte de magia, pero debemos ser pacientes, realistas y valientes”, compartió Luis Marín desde Roma.
Sabedor de la fase de implementación en la que se encuentra la sinodalidad, con la hoja de ruta aprobada por León XIV hasta 2028, Marín remarcó que “si no apostamos por la unidad en la diversidad abriéndonos a la escucha del Señor, entraremos en un proceso administrativo de reformas falsas”. Así, compartió que no se busca “cualquier tipo de unidad, sino una unidad en el amor, como la gran familia que somos”.
A servir
En esta misma línea, alertó de cómo “con nuestros miedos, debilidades e ideologías podemos ser muro y frustrar la gracia de Dios o, en cambio podemos ser cauce de una gracia que dinamiza, vivifica y enciende los corazones para llevar la Buena Noticia de Dios”.
En paralelo, el subsecretario vaticano recordó que “a la Iglesia se viene a servir, no a tener un puesto, a ser famoso o a que nos aplaudan”, a la vez que subrayó que la corresponsabilidad diferenciada ha de llevarse a cabo “sin clericalizar al laico, sin laicizar al clero”.
Conversión integral
“Hay que superar el individualismo, el localismo y la mundanización y salir, ser una Iglesia misionera que evangeliza”, enunció entusiasmado, con una apuesta por “una Iglesia que está viva, que no es un museo”.
Por su parte, Emilia Robles reivindicó una necesaria “conversión que tiene que atravesar todo, tanto el corazón como la vivencia comunitaria, las estructuras y los sistemas de relaciones dentro de la Iglesia”. Para la psicóloga, la sinodalidad “tiene que permear los lenguajes y las liturgias, tiene que crear nuevas formas ministeriales al servicio de las comunidades concretas y de la eucaristía vivida y compartida”.
El liderazgo de Jesús
Nuria Martínez-Gayol aterrizó esa reforma integral en la cuestión del poder y la autoridad, que afronta como “un tema muy complejo que no se puede solucionar en tres golpes”, sino que requiere un cambio de paradigma. Para ello, planteó como modelo el liderazgo de Jesús de Nazaret, que era “capaz de significar, de generar relaciones, lecturas de la realidad para acercar y acercarse a Dios”. “Ese era el poder de Jesús, un poder que cura, que sana, que levanta, que alza, que vivifica”, remarcó la investigadora.
En su intervención, María Luisa Berzosa, lanzó unas preguntas al aire a modo de examen conciencia sinodal: “¿Dejamos a gente fuera del camino? ¿Dejamos a gente que se descuelga? ¿O nos descolgamos? ¿Cómo sumamos?”. Ella misma respondió, defendiendo que “todos somos los diversos, nadie somos repetición, somos cada uno original de los repetible”. “Jesús no excluía a nadie”, remató.
Fraternidad con el distinto
Para el jesuita Elías López, urge ensanchar la tienda sinodal para acoger a quienes a priori han rechazado participar del proceso y también a quienes se saben excluidos. “Si no creemos que es posible la hermandad, la fraternidad con el distinto, incluso con el enemigo, entonces se pone más difícil la sinodalidad”, reflexión en voz alta.
Así, lanzó una invitación para “crear espacios que nos ayuden a reconciliarnos, primero con las voces diversas dentro de nosotros mismos, para reconciliarnos después con las voces diversas en el ámbito eclesial interno”. “De lo contrario, nos enredaremos en si somos partidarios o no de Francisco y si lo vamos a ser de León”, advirtió.
Con estas premisas, fue más allá para abrir todavía más las puertas ante “las fronteras externas”: “toda la gente de identidades sexuales distintas, aquellos que se han separado y que quiere hacer su vida en la Iglesia, los pobres, los migrantes, los jóvenes…”.
