Actualmente, el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela tiene en sus prisiones a más de 800 presos políticos. Buena parte de ellos lo están desde hace más de un año, cuando Edmundo González y María Corina Machado aseguraron que habían ganado las elecciones presidenciales y el chavismo, lejos de presentar las prometidas actas que demostrarían su victoria, se limitó a investir otra vez a quien está en el poder desde 2013, cuando sucedió al fallecido Hugo Chávez.

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Aunque ahora le toca luchar por la libertad lejos de su tierra, el periodista Víctor Navarro no se rinde. Y es que, pese a su juventud (tiene 29 años), ya conoce de primera mano lo que es ser torturado en una cárcel en Caracas y luego tener que verse forzado a vivir en el exilio. La pesadilla comenzó para él en 2018, cuando, con solo 22 años, fue detenido por denunciar que el régimen violaba sistemáticamente los derechos humanos fundamentales de su pueblo.

Cuatro meses de torturas

Tras pasar cuatro meses recluido en El Helicoide, el mayor centro de detención del país, donde sufrió torturas físicas y psicológicas, solo pudo recobrar la libertad cuando firmó a la fuerza un papel en el que reconocía que Maduro era el presidente legítimo. Entonces, tuvo que salir del país, residiendo entre Argentina y Madrid.

Pero, desde el destierro, mantiene su oposición al chavismo como director ejecutivo de Voces de la Memoria, una ONG con la que ha puesto en marcha un proyecto muy significativo. En él, valiéndose de la tecnología, ofrece al espectador la experiencia de vivir lo que él sufrió: estar preso en una celda de El Helicoide. Así, tras tomar nota de las dimensiones del espacio en el que fue privado de libertad y reproducir al mínimo detalle cómo era, cualquiera puede hacerse una idea, de un modo virtual, del algo que aún le sigue angustiando el alma.

Realidad Helicoide, proyecto virtual que denuncia las torturas en Venezuela

En conversación con Vida Nueva, nos cuenta cómo se le ocurrió este novedoso método con el que desnudar la cara más negra de la dictadura: “La idea surgió en plena pandemia. Ya había escrito un libro sobre esa experiencia, pero no hacía justicia a lo que sentía y quería transmitir. La idea del museo estaba en la cabeza y, un día, un amigo me presentó la experiencia de Ana Frank [la niña judía holandesa que recogió en su diario cómo el nazismo se abatía sobre ella y su familia, hasta la muerte] en realidad virtual. Inmediatamente, al verlo, dije: ‘Este tiene que ser el formato’”.

Sensibilización y acción

Y así fue: “Entendí que era el mejor modo de documentar las atrocidades que comete el régimen de Maduro. Todo para que, quien se sumerge en esta realidad, pueda sensibilizarse y actuar, pues no es algo del pasado, sino que está pasando justo ahora”. Tras decidirse, “conformamos un grupo interdisciplinario, con investigadores, psicólogos, víctimas, desarrolladoras, diseñadores, arquitectos y museólogos, y empezamos el proceso de crear ‘Realidad Helicoide’”.

Todos los que han pasado por él, impactados, hablan de un auténtico infierno en la tierra… “Los sentimientos son muchos. Conmoción sería lo primero; la gente queda muy tocada. Pero la lista de sentimientos es larga. Muchas veces no hay palabras ni para expresar cómo se sienten y se genera un silencio que, a la vez, se cruza entre miradas llorosas. Me ha pasado que en ocasiones no saben que soy yo la voz en off o que mi testimonio aparece allí y, cuando me preguntan ‘¿eres tú?’, suele seguir un abrazo muy estremecedor”.

Realidad Helicoide, proyecto virtual que denuncia las torturas en Venezuela

De hecho, “muchos no llegan a poder terminar la experiencia; lo que llegan a ver ha sido suficiente para ellos. El público es muy variado, venezolanos en el exilio, víctimas, políticos, sociedad civil, defensores de derechos humanos o estudiantes (la lista es larga), pero a todos ver la ‘Realidad Helicoide’ los atraviesa de una u otra manera. La experiencia es un disparador de conversaciones, de preguntas, de inquietudes, sobre todo para personas provenientes de otros países o culturas. Pero el denominador común es: ‘¿Qué puedo hacer?’”.

Honda fe cristiana

Si algo marca a Navarro es su honda fe cristiana. Años después, se sumerge en lo vivido (para él sí que no es una experiencia virtual) en esos cuatro meses encerrado, víctima de torturas, y destaca cómo se agarró a la fe para poder aguantar y salir adelante: “Durante esos meses tan oscuros, donde la tortura y las amenazas eran parte de mi día a día, mi creencia jugó un papel fundamental. Ser alumno en un centro de Fe y Alegría me dejó una base sólida en valores, en la capacidad de resistir con esperanza. Aunque a veces parecía imposible encontrar luz en medio de tanta oscuridad, me aferraba a la fe, no solo en un sentido religioso, sino también en la posibilidad de que el sufrimiento no sería eterno”.

Por supuesto, “hubo momentos de desesperación, en los que dudé de todo, incluso de mí mismo, pero siempre había algo que me devolvía un poco de fortaleza, ya fuera una oración o simplemente un acto de bondad en medio de la adversidad”.

De ahí que reclame que “la fe no fue solo una cuestión espiritual, sino una herramienta mental y emocional que me ayudó a aguantar y a creer que podía sobrevivir. En medio del caos, uno se aferra a lo que tiene, y para mí, esa base que había recibido en Fe y Alegría fue parte de lo que me permitió mantenerme de pie cuando todo lo demás parecía desmoronarse”.