Desde que falleciera en 2006 y se difundiera su historia, Carlo Acutis ha impresionado al mundo. Tenía solo 15 años cuando murió, pero lo hizo sin haber desperdiciado un solo segundo de su existencia. El día de su funeral, aparecieron en la iglesia decenas de personas necesitadas a las que ayudaba sin hacer alarde. Les regalaba sacos de dormir y ropa y, lo que es más importante, su compañía. Un siglo antes, un joven algo mayor que Carlo, Pier Giorgio Frassati, hacía prácticamente lo mismo por las calles de Turín. Tanto se entregó que, en una de sus visitas a enfermos y pobres, contrajo una polio que derivó en una meningitis fulminante. Sus padres, de clase acomodada, creían que gastaba su dinero en lujos cuando lo que hacía realmente era repartirlo entre los más pobres. Carlo murió de leucemia con 15 años. Pier Giorgio con 24. Era 1925.
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El testimonio de santidad y juventud de ambos se entrecruzó en la Plaza de San Pedro el domingo 7 de septiembre. “Carlo y Pier Giorgio son una invitación para todos nosotros, sobre todo para los jóvenes, a no malgastar la vida, sino a orientarla hacia lo alto y hacer de ella una obra maestra”, dijo León XIV en su homilía durante la ceremonia de canonización. Eran las 10.24 minutos de la mañana cuando, tras la fórmula pronunciada por el Papa, los dos jóvenes subían a los altares como santos y la plaza de San Pedro aplaudía con entusiasmo.
Testimonio de sencillez
Pier Giorgio y Carlo vivieron un amor a Dios sencillo, pero intenso; ambos representan una juventud sin estridencias, alejada de cualquier hedonismo o superficialidad. ¿Será eso lo que atrae a los muchos jóvenes que acudieron a la ceremonia? ¿La santidad es algo más simple de lo que creemos que hasta un niño de 15 años puede alcanzarla? ¿Se puede ser joven y santo en este mundo donde el “nosotros” ha sido fagocitado por un descomunal “yo”?
Beatriz, de Toledo y muy joven, responde a esta pregunta con sorprendente lucidez: “Se puede ser joven y santo si acudes a los sacramentos, si mueres a ti mismo, si cuidas el corazón y si te das a los demás”. Acaba de asistir a la canonización de los dos muchachos junto a sus amigas Clara y Pilar quienes, a la pregunta de si se puede ser joven y santo, también contestan sin titubeos que sí, porque “cuidando el trato con el Señor, podemos llegar al Cielo”. “Ellos dos demuestran que sí”, apunta Clara. Las distingo entre la multitud de la plaza porque llevan una bandera de España que las cubre a las tres y que bendijo, nada más y nada menos, que León XIV. Forman parte del Consejo de Jóvenes del Mediterráneo y tuvieron audiencia con el Papa días antes de la canonización.
Marta, de 20 años, tampoco duda y responde que sí, que se puede ser joven y santo en este mundo nuestro: “Porque al final se trata de hacer todo por amor a Dios; así, en la vida cotidiana, podemos llegar a ser santos, como hicieron Carlo y Pier Giorgio”. “¿Pese a las tentaciones, que son muchas hoy en día?”, volvemos a preguntar poniendo un poco a prueba esta joven vallisoletana. “Sí, porque podemos encontrar el apoyo en nuestros grupos y en la Eucaristía”. Marta, y sus hermanas Marina y Carmen, celebran en Roma las bodas de plata de sus padres, Ignacio y Paloma. Se consideran afortunados porque su celebración familiar haya coincidido con la doble canonización. Paloma, la madre, habla especialmente de la madre de Carlo y expresa una hermosa reflexión: “Yo pensaba en ella porque la misión de los padres es llevar a los hijos al Cielo y ahora ella lo tiene constatado. Tiene que ser muy emocionante ver que esa misión está cumplida”.
Un día de las madres
Porque la ceremonia fue una suerte de fiesta para los jóvenes, pero también un día de las madres. Todas y cada una de ellas tenía los ojos puestos en Antonia Salzano, la madre de Carlo. Otra madre, también pendiente de Antonia, seguía muy atenta la ceremonia. Liliana, madre de Valeria, la joven curada por intercesión milagrosa de Carlo, vivió una jornada inolvidable. Gracias a Acutis, Valeria pudo recuperarse de un trauma craneoencefálico gravísimo sin secuela alguna.
Decenas de madres asistieron a la canonización acompañadas por sus hijos enfermos para, como Liliana, pedir a los santos que les obren el milagro. Decenas más estuvieron en la plaza abrazando a sus hijos en el corazón, como Irma, una peregrina de una parroquia de California que ha suplicado ya un milagro a Carlo. “Era un alma limpia que solo quiso hacer el bien y que nos recordó el valor de la Eucaristía”, comenta a Vida Nueva. Precisamente Bárbara, Fabio y su hija Chiara llevan una pancarta en la que han escrito una de las frases más famosas de Acutis: “La eucaristía es la autopista al cielo”. Han viajado toda la noche desde el norte de Italia para presenciar la canonización de los dos jóvenes. Su amiga Mara y su hijo Samuele también van con ellos. Mara llora. Apenas puede explicar que para ella Carlo fue “una revelación que necesitaba en mi vida” mientras rodea con los brazos a su pequeño de seis años.
