El Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, ha enviado, en nombre del papa León XIV, su tradicional mensaje ante el 46º Meeting por la Amistad entre los pueblos, el popular Meeting de Rímini organizado por Comunión y Liberación. Un texto en el que señala que para servir a Dios hay que abandonar “la idolatría del beneficio” y traducir el Evangelio “en formas de desarrollo alternativas” a aquellas “sin equidad ni sostenibilidad”.
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En el texto dirigido al obispo de Rímini, Nicolò Anselmi, advierte que “ya no podemos permitirnos resistirnos al Reino de Dios, que es un Reino de paz”; frente a las autoridades que “parecen no lograr que prevalezcan el derecho, la mediación y el diálogo, las comunidades religiosas y la sociedad civil deben osar la profecía”.
La voz de las víctimas
A partir del lema de este año, “En los lugares desiertos construiremos con ladrillos nuevos”, se reflexiona sobre la esperanza del pueblo de Dios que en el éxodo “madura la elección de la libertad”. En este sentido alaba el testimonio de los mártires de Argelia, en los que “resplandece la vocación de la Iglesia a habitar el desierto en profunda comunión con toda la humanidad, superando los muros de desconfianza que enfrentan a las religiones y culturas”, imitando íntegramente “el movimiento de encarnación y donación del Hijo de Dios”, según recogen los medios vaticanos.
El Papa invita a construir “ese futuro que Dios ya tiene reservado para todos, pero que solo se abre cuando nos acogemos unos a otros” serán los “diálogos entre católicos de diferentes sensibilidades y con creyentes de otras confesiones y no creyentes”. También anima a “dar nombre y forma a lo nuevo, para que la fe, la esperanza y la caridad se traduzcan en una gran conversión cultural”. Para ello, añade tras citar al papa Francisco, reclama que se necesitan “las víctimas de la historia”, los “hambrientos y sedientos de justicia”, los “operadores de paz, las viudas y los huérfanos, los jóvenes y los ancianos, los migrantes y los refugiados, el clamor de toda la creación”; porque “negar las voces de los demás y renunciar a comprenderse son experiencias fallidas y deshumanizantes” y a ellas “hay que oponer la paciencia del encuentro con un Misterio siempre otro, del que es signo la diferencia de cada uno”.

