Jose Chamorro: “Doy gracias a Dios por ser navío, viento y vela”

Sostiene Jose Chamorro García (Linares, Jaén, 1981) que toda vida “debe ser respuesta a una vocación singular concreta en la que se pongan en juego nuestros talentos”. Y la suya, como profesor de Filosofía y Pedagogía terapéutica en Secundaria y Bachiller, se complementa con su pasión por escribir. Fruto de ambas inquietudes, y de su deseo de ir “más allá de lo material e inmediato”, es su nuevo libro: ‘Elogio espiritual de la búsqueda’ (San Pablo), la invitación a emprender un viaje interior que –con “desconexión y desapego, aquietamiento, silencio y una confianza comprometida en la Gracia”– nos permita descubrir el secreto para “saborear la vida” o hacerla más “lúcida”, tal y como nos proponía en sendos ensayos publicados años atrás por la misma editorial.

PREGUNTA.- ¿Qué tiene de espiritual esa búsqueda de felicidad o plenitud tan propia del alma humana?

RESPUESTA.- La búsqueda que se realiza sinceramente desde lo profundo, desde el alma, tiene de espiritual el hecho de que va más allá de lo material e inmediato. No se contenta ni se sacia con los múltiples estímulos y sucedáneos que se nos ofrecen hoy. De hecho, sabemos que es así porque no dejamos de querer más de lo mismo o de otras cosas con la pseudoesperanza –por supuesto, inconsciente– de que lleguemos a colmarnos.

Descenso a lo profundo

P.- ¿Y cómo se colma el anhelo de trascendencia que nace del corazón?

R.- El anhelo de ir más allá tiene que ver con sentirnos unificados, pero eso solo acontece cuando descendemos a lo profundo de nosotros mismos, a ese lugar en el que nos reconocemos habitados por Dios, ese lugar insólito en el que lo humano se reconoce hermano. Ya lo dijo san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. (…)

Él nos llama

P.- ¿Cuándo dejamos de ser turistas para convertirnos en peregrinos? ¿Y en discípulos para ser maestros?

R.- Comenzamos a ser peregrinos en el momento en el que lo que buscamos no es algo que está ahí fuera y podemos consumir, contabilizar, fotografiar… sino que es Alguien que nos llama desde lo profundo para que emprendamos el camino hasta Él. San Bernardo decía que “buscar a Dios es encontrarle; encontrarle es buscarle siempre”.

El maestro es una suerte de gracia consecuencia de un compromiso con el camino espiritual que ha supuesto renuncia, apertura, entrega y despertar a la realidad que se hace presente de otro modo.