En pleno barrio sevillano de Su Eminencia, un proyecto sembrado hace más de una década continúa germinando esperanza. Se trata de La Casa de Todos, una iniciativa intercongregacional impulsada por los Hermanos Maristas y los Misioneros del Verbo Divino, nacida en 2010 con una intuición clara: la educación es la herramienta más poderosa para romper el ciclo de la pobreza y para impedir que se perpetúe de generación en generación.
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“La Casa de Todos es, como su nombre indica, una casa abierta, compartida, tejida a muchas manos, donde lo educativo, lo social y lo espiritual se entrelazan”, explica Antolín Santos Illiana, hermano marista implicado directamente en el proyecto. En sus palabras y en las de Vicente Alberto João Domingos, misionero del Verbo Divino, resuena una convicción común: el Evangelio cobra vida cuando se encarna en la acogida concreta, en el acompañamiento a quienes se encuentran en los márgenes.
Un origen misionero
El germen de este hogar comunitario fue una calle compartida: frente a la parroquia del Carmen, confiada a los misioneros del Verbo Divino, los maristas mantenían un noviciado para toda España. “Era una calle de distancia, pero también un puente hacia la misión”, recuerda Santos. Desde allí, varios novicios comenzaron a implicarse en labores de apoyo escolar a niños del barrio, muchos de ellos hijos de familias migrantes con dificultades de integración y aprendizaje. “Era una manera de completar su propia formación como religiosos con la acción social tan importante y necesaria”, recuerda Santos.
Y es que aquí se detectó una necesidad real: “Niños que no tenían herramientas para avanzar en la escuela, madres que no entendían los deberes de sus hijos, familias desbordadas por la burocracia…”, explica el marista. Así, las tres congregaciones presentes entonces en la zona —los maristas, los misioneros del Verbo Divino y las hermanas de la Presentación, que fueron parte del proyecto intercongregacional en el momento de la fundación— se pusieron a trabajar juntas para dar respuesta a esta necesidad. De esta manera nacía La Casa de Todos: casi como algo improvisado, sin grandes planes, pero con la voluntad decidida de ponerse al servicio de las necesidades del barrio.
Hoy, la Casa cuenta con un equipo multidisciplinar, refuerzos voluntarios y una Junta Directiva conformada por miembros de las congregaciones presentes. Y, si bien las Hermanas de la Presentación se retiraron hace unos años por falta de manos, el espíritu fundacional sigue intacto: “Colaboramos bien, nos respetamos, nos entendemos. El trabajo intercongregacional funciona porque el Evangelio está en el centro, y eso nos une”, afirma Santos, que subraya que “nunca ha habido ningún problema”.
Educación, dignidad e inclusión
Tal como lo fue en el momento de su fundación, el apoyo escolar sigue siendo uno de los pilares de este proyecto situado en un barrio con una amplia mayoría de población migrante. Santos acude dos tardes por semana para apoyar con unos 30 niños, en su mayoría de origen marroquí. “Vienen también niños latinoamericanos, rumanos, incluso algunos españoles”, afirma, subrayando que “la diversidad es parte de la riqueza del grupo”. Los acompañan profesores en activo, voluntarios jubilados y también alumnos de colegios maristas y claretianos: una verdadera red de apoyo intergeneracional.
Pero La Casa de Todos es mucho más que un aula de refuerzo. También funciona como comedor social, con más de un centenar de comidas preparadas para personas en situación de calle o con bajos ingresos. “Se reparten o se recogen, según el caso y la necesidad de cada familia. Hay una sensibilidad muy concreta hacia las personas que más sufren”, indica Santos.
Asimismo, el marista señala que “también se hace un trabajo de apoyo al barrio, que hay asistentes sociales y hay personal preparado para atender a la comunidad”. “Estas personas hacen una labor muy interesante de orientación, de apoyo, de buscar medios para que los que las personas migrantes puedan conseguir los documentos para que les facilite la residencia y el trabajo. Y eso es también muy valioso”, recalca.
Por su parte, y desde su labor como sacerdote en la zona, Domingos destaca que “la parroquia y La Casa de Todos se complementan: nosotros acogemos a las personas que llegan, y cuando necesitan algo que está fuera de nuestro alcance, las derivamos”. Allí encuentran asesoramiento legal, orientación para conseguir papeles, apoyo psicológico, talleres formativos, corte y confección para mujeres mayores, y mucho más.
Fe compartida en la diversidad
Uno de los aspectos más singulares del proyecto es su pluralidad. “La mayoría de los niños son musulmanes, y respetamos su fe. Ellos también nos respetan. Pero tenemos momentos de celebración compartida, como en Navidad, que hacemos concursos de Christmas, y participan todos. En Ramadán, ellos comparten lo que viven. Hay un clima muy bonito de respeto mutuo”, cuenta Santos. Ese respeto se traduce también en una labor de integración cultural: “Queremos que se sientan cómodos, que se vayan familiarizando con la cultura local, sin renunciar a lo que son. Es un trabajo de socialización, más fácil con los niños, más difícil con los adultos, pero esencial para una convivencia real”, añade.
Para Domingos, esta experiencia toca el corazón mismo del Evangelio: “La misión nos dice que todos somos peregrinos en esta tierra. Acoger a quien llega, sin preguntar de dónde viene, es hacer presente a Cristo “.
Para ello, “hay que trabajar un poquito para hacer una socialización, para que se sientan cómodos, para que los niños se sientan bien, para que, efectivamente, sean musulmanes, sean cristianos, sean lo que sean, nos respetemos y estemos todos a gusto y bien”. Otra cosa importante también es que hay situaciones en las que “hacemos una labor de integración para que los niños vayan adentrándose poco a poco en la cultura de España y en concreto, de Sevilla”, añade el marista. “Porque, sin duda, cada zona tiene su propia cultura, tiene sus contextos y tenemos que irnos situando”, remarca.
El valor de caminar juntos
En el día a día del proyecto, la intercongregacionalidad no es solo una cuestión operativa. Es también un signo de los tiempos, una apuesta por trabajar juntos desde la complementariedad. Cada congregación tiene su carisma. Los Maristas traen su experiencia educativa, los Misioneros del Verbo Divino, su dimensión intercultural y su trabajo parroquial. “Juntos sumamos, y eso se nota”, señala Domingos.
La colaboración fluye en lo cotidiano. “Nos coordinamos bien. Hay confianza. Incluso se han unido otras personas de distintas congregaciones que, estando jubiladas, han querido colaborar. Cada uno aporta lo que puede. Aquí todos suman”, comenta Santos.
Esta experiencia es para el sacerdote del Verbo Divino “un modelo de parroquia integral”: “De la vida parroquial han salido dos asociaciones, Rompe tus cadenas y La Casa de Todos. Ambas con el mismo espíritu: acoger, proteger, promover e integrar”, dice, recordando las palabras del papa Francisco en lo que a la acogida de migrantes se refiere.
“La riqueza es precedente”, continúa Domingos. “¿Por qué? Porque, al fin y al cabo, más que de otra cosa, la riqueza se encuentra en el personal que trabaja en el proyecto, que está ahí todos los días, desde las siete de la mañana hasta las cinco o seis de la tarde”, subraya el presbítero. “Entonces hay una riqueza en el sentido del equipo mismo, de la estructura de La Casa de Todos partiendo ya de sus orígenes”, y es que “las tres congregaciones se unen con carisma diferente, pero su eje central, al fin y al cabo, es el Evangelio, hecho vida desde las distintas vidas de las personas que acuden a La Casa de Todos”.
“Entonces”, continúa, “la riqueza, como se puede ver, es brutal porque tres congregaciones, diferentes carismas, con un enfoque pastoral diferente, resulta que tienen prácticamente el mismo objetivo”. Los misioneros del Verbo Divino “aportamos nuestra espiritualidad, la dimensión intercultural”, señala. “Nosotros velamos por todos, acogemos a todos, al igual que lo hacen los maristas”, por lo que “dentro de las particularidades de cada congregación, encontramos la unidad”.
Pero si Domingos tuviera que soñar con el futuro de este proyecto intercongregacional, su sueño es el de no perder la esencia: “Que en el centro de todo esté siempre la persona. Que nunca se convierta en un engranaje sin alma. ”.