De nuevo los demonios en llamas danzan entre estruendo de tambores y recorren el séquito de la procesión del Corpus en Barcelona. Es el “baile de diablos” (‘ball de diables’), una tradición que se remonta a hace casi siete siglos. “Hay que tener en cuenta que han ido evolucionando dentro de la fiesta, así que las figuras que tenemos documentadas desde los siglos XIII y XIV son, digamos, bisabuelos de los bailes de diablos que podemos ver actualmente en nuestras fiestas”, advierte Raquel Ferret, comisaria de ‘La procesión quema. El diablo y la fiesta del Corpus’, recién inaugurada en el Museo Diocesano de Barcelona.
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Esta “manifestación festiva” –como la describe Ferret– culminó con el resurgimiento, el año pasado, del denominado Ball de diables de Barcelona-Revenedors, que interpreta la Asociación Antiguo Gremio de Revendedores de Barcelona 1447. “La idea de crear este nuevo baile fue en cierto modo la excusa para seguir haciendo pedagogía y reflexión sobre la figura de los bailes de diablos. Porque aquí en Cataluña hay un montón de grupos de fuego, pero cuando hablamos de los bailes de diablos nos referimos a una cosa mucho más concreta, tradicional, histórica y documentada”, añade la comisaria.
‘Modelo Penedès’
“La idea que tiene Revenedors en Barcelona es crear un baile de diablos más próximo al ámbito tradicional –prosigue–, porque la realidad del fuego pirotécnico en Barcelona es muy extensa, pero muy compleja también. Hay un montón de grupos de fuego y muchos de ellos no tienen características tradicionales. Son grupos que se acercan más al hecho de hacer ‘correfoc’, más espectáculo, por decirlo de alguna forma. Y ellos lo que han intentado es asimilarse a un modelo histórico de Cataluña que ya existe y que llamamos ‘modelo Penedès’, porque se sitúa en estas comarcas”.
La exposición de la Casa de l’Almoina –abierta hasta el 28 de septiembre– explora el origen de la interpretación de la batalla entre los diablos y el arcángel san Miguel en autos sacramentales arraigados en la Baja Edad Media. “Dentro de este contexto, los bailes de diablos los encontramos en entremeses y en obras de teatro popular, y lo que hacen es interpretar en bailes hablados la lucha del bien contra el mal. Y este sería su carácter moralizador en un primer momento, que se les vincula al mal, al desorden, e interpretan esta lucha dialéctica. Lógicamente, el baile de diablos siempre acaba derrotado ante las fuerzas del cielo”, explica Raquel Ferret.
Moralizar desde el humor
“Pero luego está la misma figura del diablo –prosigue–, porque el diablo siempre es muy polifacético en el folclore catalán y también se le ha otorgado la capacidad de hacer burla, de hacer crítica, de reírse de las cosas. Así que, en este caso, es una figura que moraliza desde el humor. Y es el encargado de criticar aspectos más contemporáneos de la sociedad”.
Hacía 140 años que Barcelona no veía una cuadrilla de diablos en el séquito del Corpus, precediendo al Santísimo Sacramento en la custodia gótica del siglo XIV portada sobre el trono del rey Martín I de Aragón, ‘El Humano’. Entonces, desapareció porque parecía decadente; ahora vuelve en el formato tradicional del baile ‘parlat’ con el objetivo “de sumar identidad y continuidad” a la celebración del Corpus.
“En Barcelona pasó como en el resto de Cataluña: el Corpus Christi era la fiesta más importante, pero luego empezó a vivir un declive y tienen mucho más éxito, por decirlo de alguna forma, todas las fiestas patronales. Así que la mayoría de entremeses dejan de participar en el Corpus y pasan a formar parte de estas fiestas patronales de la ciudad”. Los que permanecen –como en el Camp de Tarragona y el Penedès– son, como describe Ferret, “muy reducidos, muy especiales y muy simbólicos”. Y es a lo que aspira el Ball de diables de Barcelona-Revenedors.