Daniel Palau Valero (Barcelona, 1972) es el primer obispo de León XIV para España. El sacerdote de la diócesis de Sant Feliu de Llobregat pastoreará Lleida sucediendo a Salvador Giménez Valls, quien presentó su renuncia por edad hace dos años. ‘Vida Nueva’ conversa con el hasta ahora decano de la Facultad de Teología de Cataluña, servicio encargado en enero de este año por el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella.
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PREGUNTA.- Es el primer obispo de León XIV en España. ¿Cómo lo vive?
RESPUESTA- Con sorpresa, como todo nombramiento, porque nunca te lo esperas. Junto a la sorpresa siento también una confianza muy notable por parte de León XIV.
P.- ¿Cómo le va sonando el nuevo pontificado?
R.- Lo que dice no solo es bonito, sino que también suena armónico. León XIV lleva menos de un mes de papado y ya vamos detectando sus propios acentos. En primer lugar, una llamada a la paz, un deseo de paz con uno mismo, con los que vamos compartiendo la vida y, sobre todo, a nivel mundial. Esa paz que todos deseamos y necesitamos. Un segundo acento es la referencia a María, que nos habla de ternura y de no perder nunca de vista la misericordia.
P.- Ha estudiado la teología de Francisco. ¿Qué poso nos deja Jorge Mario Bergoglio?
R.- Francisco nos pedía y animaba a hacer teología para la vida, a sacarla a las plazas y al mundo entero. Bergoglio siempre soñaba con ese sentido misionero de la Iglesia y eso se ha quedado, ha venido para instalarse definitivamente. Por otro lado, Francisco ha insistido en la centralidad de Jesucristo. Él es el que va primero. Jesucristo no es alguien esporádico o accidental, todo tiene sentido en Él. Y, por último, la sinodalidad, que ha marcado mucho estos últimos momentos de la vida de la Iglesia, cuando todos nos reconocemos Pueblo de Dios.
P.- El Concilio Vaticano II ha estado en el foco de sus años de estudio. ¿Vamos hacia el Concilio Vaticano III o hay que aterrizar este?
R.- Los teólogos vamos entendiendo que el Sínodo de la Sinodalidad ha sido como un gran concilio en el que absolutamente todos los bautizados estamos llamados a participar, a convertirnos y a orar para poder poner de nuevo a Jesucristo en el centro de nuestra Iglesia. El Sínodo es una prolongación del Vaticano II, un aterrizaje, pero no le podemos llamar un Concilio Vaticano III.