“Desde la Franja de Gaza, el llanto de madres y padres se eleva cada vez con más intensidad al Cielo, sosteniendo los cuerpos sin vida de los niños, quienes se ven obligados continuamente a desplazarse en busca de un poco de alimento y un refugio más seguro ante los bombardeos. A los responsables, renuevo mi llamamiento: ¡Alto el fuego, liberación de todos los rehenes, pleno respeto del derecho humanitario!”. Así lo ha reclamado León XIV hoy tras la audiencia general de los miércoles ante los miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro.
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También en sus saludos finales, Robert Francis Prevost se ha fijado en Ucrania: “En estos días, mi pensamiento se dirige con frecuencia al pueblo ucraniano, afectado por nuevos y graves ataques contra civiles e infraestructuras. Aseguro mi cercanía y mis oraciones por todas las víctimas, especialmente por los niños y las familias. Renuevo con fuerza el llamamiento para que cesen la guerra y apoyen toda iniciativa de diálogo y paz. Invito a todos a unirse en la oración por la paz en Ucrania y dondequiera que se sufra a causa de la guerra”. “¡María, Reina de la Paz, ruega por nosotros!”, ha exclamado.

El papa León XIV, durante la audiencia general
Parábola del Buen Samaritano
Antes, en su catequesis, ha releído la parábola del Buen Samaritano, en la que “el Señor la dirige a un hombre que, a pesar de conocer las Escrituras, considera la salvación como un derecho que le es debido, algo que se puede adquirir. La parábola le ayuda a cambiar de perspectiva, y a pasar de centrarse en sí mismo a ser capaz de acoger a los otros, sintiéndose llamado a hacerse prójimo de los demás, sin importar quienes sean, y no solo juzgar cercanas a las personas que lo aprecian”.
“La parábola -ha continuado- gira en torno al camino que hace cada personaje, al modo de aproximarse a los demás y a cómo se comporta cada uno cuando ve al prójimo en dificultad. En definitiva, la parábola nos habla de compasión, de comprender que antes de ser creyentes debemos ser humanos. El texto nos pide reflexionar sobre nuestra capacidad de detenernos en el camino de la vida, de poner al otro por encima de nuestra prisa, de nuestro proyecto de viaje. Nos pide estar dispuestos a reducir las distancias, a implicarnos, a ensuciarnos si es necesario, a hacernos cargo del dolor del otro y gastar de lo nuestro, volviendo a su encuentro, porque el prójimo es para nosotros alguien cercano”.
En sus palabras a los peregrinos de lengua española -grupos provenientes de España, México, Argentina, República Dominicana, Puerto Rico, Colombia, Guatemala y Chile-, los ha animado a “contemplar con esperanza todas las veces que Jesús se detuvo ante nosotros cuando nos encontrábamos caídos al borde del camino, pidiéndole que nos dé entrañas de misericordia para tener la misma compasión con los demás que Él tuvo con nosotros”.