Si alguien puede ratificar que León XIV se ha embarrado literalmente por la misión, ese es Lizardo Estrada. Juntos han compartido no pocas vivencias al volante para acompañar a los pueblos más olvidados de Perú. Con cambio de rueda incluido. “Hasta esas situaciones adversas sabía afrontarlas con serenidad para abordar el problema y poner solución de manera efectiva y afectiva”, comenta su hermano agustino, que lleva las riendas del CELAM en el día a día.
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PREGUNTA.- ¿Qué sintió cuando escuchó el hombre de Robert Prevost tras el ‘Habemus Papam’?
RESPUESTA.- Una alegría inmensa, una sensación de asistir a un momento histórico para nuestra Iglesia. Con muchos sentimientos encontrados por la reciente partida de Francisco, pero con la certeza de que el Espíritu Santo nos sigue guiando y, sin duda, ha guiado a los cardenales para elegir a mi hermano como 267º sucesor de Pedro. Es la persona para este momento de la vida de la Iglesia y de la sociedad. No he dejado de dar gracias a Dios.
Un momento de gracia
P.- ¿Y qué experimentó cuando le vio vestido de blanco?
R.- Tuve el privilegio de verlo desde la plaza de San Pedro, pues acababa de llegar de un encuentro interreligioso en Asís. Me encontraba, por tanto, en la curia general de los agustinos, donde siempre me hospedo cuando vengo a Roma. Verlo en el balcón central de la Basílica de San Pedro, escuchar sus primeras palabras al mundo y recibir su bendición ‘urbi et orbi’, fue un momento de gracia. En sus primeras palabras y gestos transmite paz; la paz que brota de su profunda espiritualidad y, al mismo tiempo, del ímpetu misionero que le conocemos desde hace mucho tiempo.
P.- Le conoce desde su juventud y sabe de su capacidad de orar, formar, acompañar, liderar, pastorear… ¿Con qué verbo definiría al papa Prevost?
R.- Pastor. Creo que León XIV es un pastor que siempre ha vivido la alegría del Evangelio, de anunciar la Palabra, en las periferias. También es un hombre de gran testimonio profético y de gran capacidad de discernimiento, que sabe conducir y animar procesos, con un compromiso claro por los más pobres y excluidos. Un pastor con olor a oveja, como decía Francisco.
P.- ¿Qué vivencia con él rememora más estos días?
R.- Es un padre espiritual que sabe escuchar con atención, y te transmite paz, te guía en el camino espiritual. También recuerdo varios momentos que vivimos cuando compartimos comunidad, incluso recorriendo kilómetros en un auto para visitar a las comunidades. Fue mi maestro en el seminario y luego tuve muchas oportunidades de trabajar a su lado cuando él era prior general y yo estaba al frente del Vicariato San Agustín de Apurímac, en el sur del Perú, así como en la Conferencia Episcopal Peruana.