El nuevo nuncio ante la Unión Europea, Bernardito Auza, ha sido el encargado de presidir la ordenación episcopal de Eloy Santiago, quien ya se ha instalado como nuevo obispo de la diócesis Nivariense.
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La celebración iba a contar con el cardenal Rolandas Makrickas, arcipreste coadjutor de la Basílica Papal de Santa María la Mayor y responsable de disponer todo lo necesario para el entierro del papa Francisco, pero la tareas de la sede vacante se lo ha impedido.
El recuerdo de los migrantes
Junto a él han ordenado al nuevo prelado en la catedral de San Cristóbal de La Laguna los obispos titular y auxiliar de la diócesis de Canarias, José Mazuelos y Cristóbal Déniz, respectivamente. Santiago, en su primer saludo tras la ordenación, ha recordado a los migrantes “que llegan a nuestra tierra canaria” y “atraviesan la mortífera ruta atlántica”.
Junto a ellos, como “pastor y padre”, ha tenido presente a las personas más necesitadas y vulnerables de la sociedad canaria y también a las víctimas de abusos, incluidos los cometidos en las familias o instituciones como en el seno de la Iglesia.
El nuevo obispo ha pedido el don de la “sabiduría” para toda la diócesis a a la que ha impulsado a desarrollar una evangelización activa que llegue a aquellos que no han conocido la fe, en sintonía con el mensaje de Francisco.
“Un corazón sabio e inteligente” para “anunciar con fidelidad y constancia el Evangelio de Jesucristo, edificar la Iglesia, ser bondadoso y comprensivo con los pobres, con los migrantes, con todos los necesitados y cuidar al Pueblo de Dios que me ha sido confiado”, añadió.
Vivir la evangelización
La coincidencia con la sede vacante, para el prelado “es un hecho que me invita a estar siempre atento para cuidar y fomentar la comunión con la Iglesia universal. Y también una invitación para dejarme guiar por el sucesor de Pedro que nos preside a todos en la fe y en la caridad y así dar testimonio de unidad”. A esto añadió su deseo de hacerlo con un estilo sinodal.
También agradeció la labor de su predecesor, Bernardo Álvarez -para el que pidió un sonoro aplauso-, y para el administrador diocesano, Antonio Pérez. “Quizás la persona más feliz en este día”, bromeó. “Gracias de corazón y que el Señor les premie sus desvelos y el cariño con el que han realizado esta misión que les fue confiada”, concluyó.