Al término de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Uruguay, los obispos dieron a conocer un mensaje sobre la eutanasia, para brindar un aporte de la Iglesia al debate público, titulado: “Afrontar con amor el final de la vida”.
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A través de 10 puntos, fueron configurando las razones y consideraciones valoradas, según el magisterio y la concepción de la persona humana, que necesita ser abordada desde el nacimiento hacia la muerte natural.
Dignidad y valor de la vida
En el primer punto, los obispos reafirman la dignidad de la persona, que pertenece a la especie humana y tiene un valor absoluto, único e insustituible, que no se pierde nunca y es independiente de cualquier condición. “Este principio de la igual dignidad de todo ser humano es plenamente reconocible por la sola razón, y constituye el fundamento de los derechos humanos”, afirmaron, y agregaron que para los creyentes, Dios “ama infinitamente a cada ser humano” y “con ello le confiere una dignidad infinita”, como destaca la declaración Dignitas Infinita, sobre la dignidad humana (Dicasterio para la Doctrina de la Fe, 2 de abril de 2024).
También destacan que el valor de la vida es un don que trasciende la existencia física. La vida es fundamento y condición necesaria para adquirir bienes o posibilitar toda actividad humana y convivencia social. Agregaron que si bien la vida es bella e irrepetible, al mismo tiempo, es limitada y la acompañan diversos sufrimientos, como la muerte. “Necesitamos fortalecer una conciencia social que acoja, proteja, promueva y acompañe a cada persona en toda su existencia, incluida la etapa final de su vida terrena, a través de la fundamental ayuda de la familia, la medicina paliativa y la genuina experiencia espiritual”, destacaron los prelados uruguayos.
Esperanzas
El Episcopado uruguayo valoró la forma de accionar de la medicina paliativa, que cuida, alivia y consuela, humanizando el proceso de la muerte de forma profesional, afectuosa y cercana, con el paciente y su familia. Es la mejor expresión de lo que, en lo profundo del corazón, desean las personas que no quieren ver sufrir a un ser querido y tampoco quitarle la vida.
Otro recurso valorable es la sedación paliativa. Se trata de indicación médica científica y éticamente correcta, que se plantea cuando los pacientes padecen síntomas no controlables (refractarios) que les provocan un sufrimiento intenso. Consiste en la disminución deliberada del nivel de conciencia del enfermo mediante la administración de fármacos apropiados, que exige un control clínico permanente del efecto buscado y requiere desde su inicio un consentimiento explícito o implícito del paciente o un familiar directo. Los cuidados básicos (alimentación, hidratación, aseo, cambios posturales) pueden continuarse y ser periódicamente evaluados.
Destacaron la autonomía responsable como un elemento fundamental en la dignidad de la persona. El ser humano es libre y se perfecciona en su ejercicio. “La misma enfermedad, la medicación y otras circunstancias limitan necesariamente la capacidad de decisión de la persona”, creen los obispos, y agregan que la eutanasia implica actos que involucran al paciente y otros, con posibles daños.
Las razones del “no”
Los obispos se oponen firmemente a:
- la obstinación terapéutica que no es éticamente aceptable porque consiste en la instauración de medidas de tratamiento no indicadas, ineficientes, desproporcionadas o extraordinarias con el fin de querer prolongar la vida del paciente, sabiendo que no se proporciona un real beneficios (CIC 2278). Queda está estipulada por el Derecho la posibilidad de que una persona decida no recibir tratamiento médico ante una enfermedad terminal (Ley 18.473, que regula la voluntad anticipada, del 2009).
- causar la muerte de un enfermo. La Asociación Médica Mundial y el Código de Ética Médica (ley de Uruguay 19.286 de 2014 ), en su artículo 46 (que actualmente se quiere derogar, cf. proyecto de ley art 9) especifica que la eutanasia activa, entendida como “la acción u omisión que acelera o causa la muerte de un paciente, es contraria a la ética de la profesión”. El médico nunca debería participar de una conducta que cause activamente la muerte de un ser humano, ni siquiera para evitarle el dolor y el sufrimiento, aunque él lo pida expresamente. Nadie tiene derecho de decidir o provocar la muerte de una persona, ya que constituye un homicidio llevado a cabo en contexto clínico.
En el mensaje, los prelados resaltan que “nuestra sociedad necesita apoyar las leyes que prevengan y desestimulen cualquier género de eutanasia. Valoramos las leyes que han permitido el acceso universal a programas de salud mental, a la medicina paliativa y al sistema nacional de cuidados, pero aún es preciso desarrollar programas que faciliten su cumplimiento y la accesibilidad real a toda la población”.
Asimismo, creen que un proyecto en favor de la eutanasia implica cambiar el valor fundamental de la vida humana y su carácter de ser un derecho humano básico que no se puede disponer, ni renunciar (indisponible e irrenunciable), lo que es opuesto a la Constitución y a los instrumentos internacionales de Derechos Humanos. Además, abre la puerta a una cadena de violaciones de la dignidad humana.
El Episcopado uruguayo remarcó que el proyecto de ley habla de muerte “digna”, muerte “natural” (cf. art 1.2.10.11), aunque en la realidad sea la acción opuesta a la primera exigencia de la dignidad moral, que es valorar la vida. Modifica artículos o deja otros, y para que no se considere que la eutanasia viola el derecho a morir con dignidad, establece en el art. 11: “A todos los efectos, la muerte por eutanasia será considerada como muerte natural”.
La experiencia en otros países demuestra que se discrimina legalmente entre vidas con valor social (irrenunciables) y otras sin calidad de vida suficiente (“con grave y progresivo deterioro de su calidad de vida”, art. 2° del proyecto) a las que se les ofrece matarlas, lo que conduce a formas indirectas de presión hacia el paciente, refuerzan el miedo y el estigma hacia la muerte natural, y dejan entrever que el sistema de salud no está preparado. Seguidamente, afirmaron que cada vez son más las vidas que se consideran sin valor, “eutanasiables”.
La asistencia religiosa
Los pastores de Uruguay resaltaron que en las enfermedades graves y más aún cuando se acerca la muerte, en coherencia con la naturaleza espiritual del ser humano, las personas están especialmente necesitadas y deseosas de múltiples apoyos, así como de asistencia religiosa. La Iglesia quiere ofrecer la luz de la vida eterna que emana de Cristo muerto y resucitado, capaz de llenar de fe, esperanza y amor las situaciones más complejas y dolorosas de la existencia humana. Solo así podremos llegar con paz y dignidad a expresar en el momento final sentimientos confiados y palabras similares las de Jesús en su agonía (Lc 23, 46).
Para concluir, invocaron la protección de Dios para que ilumine a los representantes del Pueblo a fin de que legislen a la luz de la dignidad de la persona y los Derechos Humanos, y oriente y fortalezca a todas las personas de buena voluntad, al personal de la salud, a las comunidades cristianas y a las familias, para que cuiden y respeten el valor incondicional de las personas que se acercan al final de la vida (cf. Documento de la CEU, “Afrontar el final de la vida”, junio 2020).