La violencia regresa a la República Democrática del Congo. El 27 de enero, el grupo armado M23, con apoyo de Ruanda, tomó Goma, la tercera ciudad más grande del país. A través del misionero Boniface Gbama, una familia cristiana narra su huida del conflicto.
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“Todo empezó el 25. El M23 y el ejército ruandés atacaron Goma tras el asesinato del gobernador provincial. Fracasaron y se replegaron. Esa noche, las autoridades y generales congoleños huyeron a Bukavu. El lunes comenzaron los bombardeos y tiroteos“, cuenta Gbama.
Sin mandos, el ejército gubernamental resistió, pero fue superado. La guerra llegó a la ciudad. “Los civiles se refugiaron en sus casas sin luz, agua ni información. Soldados saqueaban, abusaban de mujeres y asesinaban sin piedad“, describe el misionero.
Riesgo de denuncia
El miércoles, los disparos se alejaron. “Salir era peligroso, podías ser denunciado. El padre de familia fue el jueves a la frontera para ver si podían escapar”. El viernes, emprendieron la huida hacia Kigali: seis personas en un coche, con lo indispensable. “Las calles estaban llenas de cadáveres saqueados, despojados de todo“, recuerda.
Pasaron la noche en Kigali y luego llegaron a Kampala, donde tienen allegados. Deben empezar de nuevo, sin saber si podrán regresar. El lunes, el M23 declaró un alto el fuego. Se han enterrado 2.000 cuerpos, sin contar los de fosas comunes. “Ellos huyeron porque tenían recursos. ¿Qué ha sido de los más pobres?“, concluye Gbama.