Televisión Española ha respondido de forma más o menos oficial a la polémica por el uso de la ‘estampita’ con la vaquilla del Grand Prix con el vestido del Sagrado Corazón por parte de la humorista Lalachús durante las campanadas de fin de año en la cadena pública. La Defensora del espectador, Rosa María Molló, asegura que han llegado quejas en las que se habla de “profanación” o “ataque contra los cristianos”.
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Una espectadora, en concreto, demandó “respeto” y “una reflexión” a partir de la polémica surgida. Para afrontar este tema el programa ‘RTVE responde’ ha acudido a la catedrática de periodismo especializada en semiótica y estudios culturales, Asunción Bernárdez, de la Universidad Complutense de Madrid. La experta destacó que los medios de comunicación siempre hacen “una hibridación entre los signos presentes en la sociedad” como es lo familiar y divertido que representa el Grand Prix y la imagen religiosa que, creen algunos, “mezcla incorrectamente lo sagrado y lo profano”.
La intención como límite
Bernández destacó que el Sagrado Corazón no solo tiene un significado para los creyentes, sino que dentro de la cultura española representa “el amor infinito, el amor compasivo, el afecto al otro”; mezclado en una estampa que tiene una significación afectiva. Para Bernández, “simplemente se están mezclando dos signos que están unidos por lo familiar”. Molló ha destacado que la humorista había sacado previamente esta estampa sin generar polémica.
Para la catedrática, “el enfado se nos quitaría si pensamos que cuando usamos signos, estos no pertenecen a nadie y cuando los símbolos pasan a una sociedad cualquiera los puede usar y resignificar”. Este uso más allá de un contexto es más significativos porque “el signo todavía tiene vida”, añadió Bernández para quien la presentadora no buscar faltar al respeto sino claramente desde los valores familiares. Y es que, señala, “la intención” es donde se marcaría el límite de una ofensa. Aquí se buscaba “unir”, no ofender ni “despreciar”, destacaron ya que el Sagrado Corazón significa “el amor eterno, aunque implique sufrimiento”. En cualquier caso, se ha invitado a “dialogar” aunque es complicado con los procesos actuales basados en la intertextualidad.