Antonio Bellella: “La comunión no es la paz de los cementerios”

Cuenta atrás para la 53ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, promovida por el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR). Bajo el lema ‘Comunión y fraternidad: dos tareas siempre pendientes‘, el centro formativo de los misioneros claretianos organiza estas jornadas con un talante de interdisciplinariedad, que se celebrarán en el Espacio Maldonado de Madrid del 3 al 6 de abril.



Para el director del ITVR, el claretiano Antonio Bellella, “la Vida Consagrada no puede presumir alegremente de ser una escuela de comunión y parábola de fraternidad sin pararse a reflexionar sobre qué implican de verdad”. Para aterrizar en estos conceptos, se contará, entre otros ponentes, con la presencia para la apertura de la semana con el subsecretario del Sínodo de los Obispos, el agustino Luis Marín de San Martín, que abordará ‘El tiempo sinodal como reto a la vida consagrada’.

PREGUNTA.- Si la comunión es el eje de las jornadas, es porque no andamos muy sobrados…

RESPUESTA.- La temperatura de la comunión eclesial no está en su punto máximo. Por eso es necesario, quizá imprescindible, hablar de este tema. Pero nosotros no hemos organizado esta Semana para poner un parche o porque tengamos una palabra definitiva en un tema que supera las posibilidades de la Vida Consagrada, sino que nos damos cuenta de que todo proyecto de comunión hoy en día es débil, desde el momento en que se enfrenta al narcisismo, al individualismo, al egocentrismo, a la polarización… Carecemos de herramientas suficientes para afrontar de manera sana algunos conflictos y diferencias, y por eso buscamos ofrecer algunas pistas.

P.- Iglesia polarizada en una sociedad polarizada. ¿Cómo no contagiarse?

R.- No tengo un juicio muy claro para resolver la cuestión. En la Iglesia, al igual que en la sociedad, existen luchas de poder, grupos de presión, tendencias, simpatías y antipatías… El ambiente en el que vivimos sí que alimenta que todo aquello que nosotros vislumbramos como tentación, encuentre su cauce y se convierta en pecado. El pecado contra la comunión es muy grave y hay que evitarlo en todo momento. No nos podemos conformar con constatar la presencia de la polarización que lleva a la falta de comunión; pero tampoco podemos olvidar que la comunión no es la paz de los cementerios.

Diversidad natural

P.- Hablamos de necesaria comunión en la diversidad, pero, ¿todo vale? ¿Se puede cuestionar la autoridad del Sucesor de Pedro alegando que es libertad de expresión en aras de la comunión?

R.- Nuestro criterio es el Evangelio y el Evangelio es opuesto al ‘todo vale’. El Evangelio establece una escala de valores, que no son la indiferencia, el olvido de los más pobres, el predominio del propio yo, la falta de entrega o la búsqueda irrefrenable del dominio. Como nos recuerda el papa Francisco desde el inicio de su pontificado, el Evangelio es una propuesta de amor y servicio sin límites.

La diversidad es natural, no hay que reconocerla como un mérito. Basta con abrir los ojos para percibirla en una parroquia, en un colegio o en una comunidad religiosa, donde puede haber uno que vote a Podemos y otro que vote a Vox y los dos convivan sin demasiadas tensiones. La Iglesia siempre ha crecido en la diversidad, basta con ver las cartas de san Pablo, basta ver lo que los papas han enseñado a lo largo de los siglos.

Sin embargo, hay puntos de unidad en la comunión que son absolutamente imprescindibles. Puede sonar innecesario, pero es imprescindible subrayar que el Santo Padre nos preside en la caridad, que todos respetamos una normativa común que es el Derecho Canónico y, sobre todo, que el cumplimiento del mandamiento de la caridad y la escucha mutua nos obligan en todo caso…

P.- ¿Hemos pasado del ‘mirad como se aman’ al ‘mirad como se odian’?

R.- Me entristecería mucho que desde fuera pensaran esto de nosotros, pero a veces podemos dar esa impresión y me duele que así sea. Me consta por amigos que existe la sensación de que en la Iglesia estamos enfrentados unos a otros y que no queremos recomponernos; que somos personas cerradas de mente, convencidos de nuestras propias opiniones y poco dispuestos a dejar hablar a los demás.

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