Felicia Fernández López: “Hay que dejar paso a las novedades del Espíritu”

La superiora general de las Hermanas Trinitarias reflexiona sobre el ser trinitaria y las perspectivas de futuro de la Congregación

Superiora General Trinitaria

Felicia Fernández López, superiora general el último sexenio (2017-2023), habla, a las puertas del Capítulo General, sobre cómo vive el ser trinitaria y reflexiona sobre las perspectivas de futuro de la Congregación.



PREGUNTA.- ¿Cómo ve a la Congregación?

RESPUESTA.- Con mucha vida, muy dinámica, creciendo, y con deseos de vida auténtica, ¡vida abundante! Somos una Congregación pequeña, humilde, pero con una grandeza preciosa que le viene del Carisma, y que nos exige estar despiertas. Pero sí, está creciendo. No en cantidad, pues cada sexenio somos menos hermanas. Pero hay juventud, cada año hay gente nueva, se están incorporando nuevas culturas, las hermanas hoy se preparan mejor, la misión se está actualizando constantemente, hay apertura, nuevos proyectos, hay vida abundante.

P.- ¿Qué dirían los fundadores del momento actual del Instituto?

R.- Lo que siempre nos decían: que estamos aquí para encarnar el amor que contemplamos en Dios Trinidad; que creamos en ese Amor incondicional, que ha de extenderse por todo el mundo, como el fuego que Jesús vino a traer a la tierra y quiere que se propague. Pero antes se tiene que encarnar en la comunidad y tiene que llegar a los últimos.

P.- ¿Qué es ser trinitaria hoy?

R.- Normalmente hablamos de lo que hacemos porque es lo que hace visible la identidad y lo que la gente entiende. Lo primero que sale es que trabajamos con la juventud necesitada, que estamos con las víctimas del abuso o la violencia, las cautivas o en peligro. Pero la misión no se sostiene sin hermanas que se dejan moldear por Dios, que se unen para encarnar el amor que nos ha convocado y que ponen en el primer plano de sus proyectos a las últimas. Ser trinitaria es ser una enamorada de Dios, seducida, convocada y encantada para dar la vida con Él.

Verdad para los demás

P.- La vocación no es fácil hoy…

R.- Nuestra vocación no se sostiene sin un proceso de liberación y transformación personal, sin aprender a amar en comunidad a quienes no has elegido. Y se necesita una vida de oración seria. Nuestra vida y misión no se sostiene mucho tiempo con el mero empeño y esfuerzo humano. La vocación es cosa de tres: Dios, la Comunidad y la persona… Y un objetivo común: Para los demás.

¿Qué se necesita para ser de verdad “para los demás”? No se necesitan cualidades extraordinarias, pues como todos nos enfadamos, nos tienta lo fácil, nos resistimos al dolor y a lo contrario, y siempre vamos a tener algunos miedos. Pero seguimos a Cristo, y Él nos centra, equilibra nuestra vida. Solo Él puede sacar cada día lo mejor de nosotras, despertar la ternura, y darnos entrañas de misericordia. Sin Dios ¿cómo ser y vivir para los demás? Los demás pueden ser extraños, desconocidos, estar en contra, rechazarnos o negarnos. ¿Cómo vivir en el perdón siempre si no está el Señor en el centro de nuestra vida? ¿Cómo amar sin condiciones a cualquiera? ¿Y cómo aceptar nuestras rebeldías y miserias? Pero Dios es más.

P.- ¿Qué valora de su experiencia de misión?

R.- He gozado y sufrido con nuestras chicas, vidas rotas que luchan por sobrevivir. He compartido con jóvenes heridas y aún me cuesta asimilar algunas situaciones. Pero también he sido testigo de hermosas historias de salvación. He compartido con jóvenes en búsqueda, estudiantes o trabajadoras, emigrantes o que deambulaban por diversos lugares. Fui a la cárcel, trabajé en Proyecto Hombre, estuve en un hogar de menores, en una residencia de estudiantes, en pastoral juvenil y vocacional, y en un centro educativo. En todos los lugares he visto hijas e hijos de Dios que desconocen cuánto valen, que no saben que son libres, y que pueden vivir como personas libres, y ser felices pase lo que pase.

Obras de prevención

P.- ¿Cómo se conjugan campos de misión tan diferentes?

R.- Nuestra Congregación nació para las jóvenes más necesitadas, las más vulnerables y, especialmente, las que, de alguna manera, se sienten perdidas y sin salida. Pero también las que pueden llegar a estarlo si no se les abre una puerta cuando aún están a tiempo. Los fundadores cuentan que en una ocasión una joven muy deteriorada en el hospital, cuando la hermana le ofrecía nuestra casa, dijo: “Ahora ya es tarde, hermana. Yo fui a pedir asilo antes de caer y no me lo dieron porque entonces estaba bien”. Las obras de prevención son necesarias, aunque nunca deben suplir las obras de rehabilitación e inserción.

P.- ¿Por qué es necesario hoy el Carisma trinitario?

R.- El Carisma de la Liberación es nuclear en la Iglesia, y en nuestro mundo. Porque hace visible el amor incondicional de Dios y expresa lo que estamos llamados a ser. Creemos en el don divino de cada persona, que nada ni nadie puede destruir. Cuando la persona está en peligro, o ha caído muy bajo, es fácil creer que no tiene remedio. Para levantarse necesita escuchar: no importa lo que has sido, sino lo que puedes llegar a ser. Creerlo, y ponerse manos a la obra: liberar, sanar, reconstruir vidas rotas es necesario y es hermoso. Este Carisma es un soplo de esperanza para muchas personas.

Tiempo de gracia

P.- ¿Cómo ha vivido la Congregación la declaración de venerable de la fundadora?

R.- El 21 de mayo hizo un año de la declaración del papa Francisco. Lo estamos viviendo como una gracia. Parece que el Espíritu se ha desbordado. De vez en cuando necesitamos estos impulsos de Dios para renovarnos. De alguna forma es como el sí de Dios al camino de renovación en el que está empeñada la Congregación.

P.- ¿Qué retos tiene la Congregación?

R.- Tenemos que vivir en comunidad lo que contemplamos en Dios, y hacerlo visible en la misión. Para ello tenemos que estar en renovación constante, primero las personas. Y, al mismo tiempo, hay que seguir reestructurando las casas y las obras, para que nuestras comunidades sean realmente sanas y sanadoras, y tengan vida abundante. Todo lo demás va a ir fluyendo. Hay que cuidar mucho la vida interior y la formación, porque la Congregación se renueva constantemente y hay que dejar paso a las novedades del Espíritu. Estamos viviendo un tiempo de gracia. En medio de nuestra pobreza, sentimos una fuerza que nos une, nos sostiene y nos impulsa.

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