Obispo mexicano explica los 3 ritos indígenas que se busca introducir en las misas

  • En entrevista con Vida Nueva, Rodrigo Aguilar, de San Cristóbal de las Casas, habla sobre la iniciativa que se presentará al Papa próximamente
  • “Ellos (los indígenas) no quieren ser independientes o autónomos, pero sí autóctonos, quieren ser indígenas católicos”

Hace unas semanas se dio a conocer que tanto el cardenal mexicano Felipe Arizmendi, como el obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas (Chiapas), Rodrigo Aguilar Martínez, están impulsando una iniciativa que tiene como objetivo implementar en la Santa Misa algunos elementos indígenas, a fin de que esto coadyuve a una mejor evangelización.



Al respecto, Vida Nueva platicó con al obispo Aguilar, quien dejó en claro que la iniciativa no pretende inventar nada o poner algo de moda, sino que es un “trabajo serio” que toma en cuenta el modo de ser de estos pueblos. “Ellos no quieren ser independientes o autónomos, pero sí autóctonos, quieren ser indígenas católicos“.

También señaló que en la diócesis que gobierna pastoralmente ya se vienen implementando en la misa estas prácticas, aunque aclaró: “no estamos cambiando el rito romano de la misa, ni inventando un nuevo rito indígena. Es el rito romano con tres elementos principales de adaptación: el servicio de guía de la oración del ‘principal’, el oficio de incensar principalmente de las mujeres, y las danzas de acción de gracias como forma de oración”.

Ritualidad propia en misa

PREGUNTA.- ¿Cuáles considera son los principales beneficios de esta iniciativa y cuáles ─de haber─ las desventajas u oposición a la misma?

RESPUESTA.- Es una adaptación del ordinario de la misa del rito romano entre los pueblos indígenas de la diócesis de San Cristóbal de las Casas; principalmente tseltales, tsotsiles, ch’oles y tojolabales.

Primeramente, lograr este trabajo será muy importante para nuestros pueblos indígenas ya que sería por primera vez que su ritualidad propia entraría al ordinario de la misa, y servirá para que otros pueblos de México y América Latina, realicen un trabajo semejante. Se abre un camino de adaptación del ordinario a las culturas propias de cada pueblo. Puerta que el Concilio Vaticano II ya había abierto, pero que aún estamos empezando a trabajar en la Iglesia.

Los pueblos indígenas se sentirán tomados en cuenta dentro de nuestra Iglesia Católica, que ellos son sujetos de esta Iglesia y no objeto de una evangelización que viene de fuera. Se fortalecen las iglesias locales, autóctonas, dentro de la comunión con toda la Iglesia universal.

Y más que desventaja, con lo que nos encontramos es con un reto, ya que tenemos que realizar bien este trabajo, con las justificaciones teológicas, litúrgicas y culturales que se necesitan.

Un riesgo sería que no se pueda comprender el modo de ser propio de estos pueblos y juzgarlos con esquemas ya concebidos, prejuicios, o esquemas mentales diferentes. Hay que tener la experiencia con ellos para entenderlos y valorarlos positivamente.

El pueblo indígena: sujeto de su propia evangelización

P.- De manera particular, en la diócesis de San Cristóbal de las Casas, ¿qué elementos ya se vienen implementando, y de qué manera han ayudado a la evangelización?

R.- Que el pueblo indígena sea sujeto de su propia evangelización. Hay muchos catequistas y diáconos permanentes, juntamente con sus esposas, que sostienen la fe de estas comunidades. Y hay un sistema de cargos o servicios bien organizado tanto a nivel de su vida comunitaria como de la Iglesia; dentro de estos cargos tenemos el del ‘principal’, que es una persona ya madura, tanto en su fe como en su persona misma, que tiene el encargo de cuidar la vida de armonía de la comunidad, y en la liturgia tiene el papel de dirigir ciertas oraciones con el modo propio como lo expresan los pueblos originarios.

Nuestra propuesta es que el ‘principal’ tenga un momento dentro de la misa, sobre todo en la apertura de la celebración, con un modo de hacer oración que le es propia, tanto al “principal” como a la comunidad: expresar de viva voz con un tono propio, lleno de fe, y acompañado con un encendido de velas y música instrumental propia de estos pueblos.

Otro servicio importante es el de la participación de la mujer que tiene también responsabilidades en la evangelización. Y en la liturgia algo que realizan ellas frecuentemente, sin ser exclusivo de ellas, es el oficio de incensar. Ellas realizan esta ritualidad en distintos momentos celebrativos de la comunidad. En la misa pedimos que ellas puedan desempeñar este oficio en los momentos que ya la misma liturgia lo establece.

Este pueblo es un pueblo que danza. Danza de alegría, cuando suplica, cuando da gracias, danza como forma de oración. Es un elemento que queremos incluir también dentro de la misa como acción de gracias después de la comunión.

Sinodalidad que crece dentro de los pueblos originarios

P.- ¿Qué seguirá con esta iniciativa y qué otros aspectos encuentra positivos?

R.- El trabajo que me toca presidir, como obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, es dar continuidad a los pasos que se han dado con los obispos anteriores, contando, desde luego, con sacerdotes, religiosas y laicos, varones y mujeres, pertenecientes a dichos pueblos originarios.

Con este trabajo que estamos realizando, no pretendemos inventar nada o poner algo de moda, no, es un trabajo serio que toma en cuenta el modo de ser de estos pueblos. Ellos no quieren ser independientes o autónomos, pero si autóctonos, quieren ser indígenas católicos.

Otro aspecto que considero valioso: va creciendo el espíritu de sinodalidad dentro de los pueblos originarios que pertenecen a la diócesis de San Cristóbal de las Casas, en la medida en que los pasos que se han dado entre los tseltales o tsotsiles, por ejemplo, se van aprovechando entre los ch’oles y tojolabales; y otros pueblos originarios, como los zoques o migrantes de Centroamérica, no quedan ajenos sino integrados. El espíritu de sinodalidad no es una moda eclesial, sino un estilo de la vida de fe para fortalecer la comunión. Iglesia en comunión debe ser signo de nuestra vida cristiana.

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