La lección de Benedicto XVI a Gänswein: “El liderazgo de la Iglesia no se hace solo mandando, sino también sufriendo”

El arzobispo Georg Gänswein, secretario particular del papa emérito Benedicto XVI desde 2005, ha compartido sus vivencias con los medios vaticanos. L’Osservatore Romano recoge sus declaraciones sobre los últimos momentos del pontífice y como en su secretario el sufrimiento se entremezcla con la convicción de que “el papa Benedicto está ahora donde quería ir”.



La muerte de un Papa

El secretario confirma que las últimas palabras del Papa, ‘Señor, te quiero’, y que en los últimos días de vida era habitual que rezaran en voz alta junto a la cama y el pontífice se unía puntualmente con alguna alabanza. Relata que el 31 de diciembre, Ratzinger comenzó “a respirar cada vez con más dificultad” desde por la mañana y que los médicos le advirtieron de que estaba cercano su desenlace y por eso se reunió en torno a su lecho a toda la ‘familia pontificia’. “Yo había preparado de antemano las oraciones de acompañamiento para el moribundo, y rezamos durante unos 15 minutos, todos juntos, mientras Benedicto XVI respiraba cada vez con más dificultad”, cuenta.

Comenzó entonces la agonía del pontífice emérito. “Estuvimos allí, todos rezamos en silencio, y a las 9.34 horas exhaló su último suspiro. Luego continuamos las oraciones ya no por los moribundos sino por los muertos. Y concluimos cantando ‘Alma Redemptoris Mater’”, confesó. “Murió en la octava de Navidad, su tiempo litúrgico favorito, el día de uno de sus predecesores: san Silvestre, Papa bajo el emperador Constantino. Había sido elegido en la fecha en que se conmemora a un Papa alemán, san León IX de Alsacia; murió en el día de un Papa romano, san Silvestre”, reflexiona.

Luego Gänswein prosigue su relato: “Les dije a todos: ‘Llamaré inmediatamente al papa Francisco, él tiene que ser el primero en saberlo’. Le llamé y me dijo: ‘¡Voy enseguida!” Luego vino, le acompañé al dormitorio donde murió y les dije a todos: ‘Quedaos’. El Papa saludó, le ofrecí una silla, se sentó junto a la cama y rezó. Dio la bendición y se despidió”, prosiguió relatando.

La verdad de la renuncia

“Si tuviera un texto como tal, sin conocer al autor, lo habría reconocido. Dentro está el espíritu de Benedicto. Leyéndolo o meditándolo se ve que es suyo. Todo él está aquí, en dos páginas”, ha destacado al comentar el testamento espiritual del pontífice. Para él, “es una acción de gracias, pero también un estímulo a los fieles, para que no se dejen llevar por ninguna hipótesis, ni en el campo teológico o filosófico ni en ningún otro. En definitiva, es la Iglesia la que comunica, es la Iglesia, Cuerpo de Cristo que vive, la que comunica la fe a todos y para todos”.

Más allá de este documento, el secretario define el pontificado de Ratzinger como un “cooperador de la verdad”, como dice su lema episcopal y papal. “Significa que la verdad no es algo pensado, sino que es una persona: es el Hijo de Dios”. Es, prosiguió, “un mensaje que no es una carga: más bien es una ayuda para llevar todas las cargas de cada día, y esto da alegría. Los problemas están ahí, pero cuanto más fuerte es la fe, más fuerte debe ser la fe para tener la última palabra”.

Una verdad, la de la renuncia del Papa alemán, que Gänswein defiende. “Los que no creen que lo que he dicho sea la verdadera razón de la renuncia, no me creerán aunque yo diga ahora ¡Créanme, es así!”, cuenta el secretario que le dijo el propio Benedito al ver las elucubraciones sobre este gesto. “Fui de los primeros que intentaron disuadirle”, cuenta el arzobispo que se encontró con la determinación del pontífice. “La verdad desnuda es ésta: ya no tenía fuerzas para dirigir la Iglesia, como dijo en latín aquel día”, sentencia.

Una fe vivida 

En el terreno más personal de Benedicto destaca su “humildad” y su “capacidad para aceptar cuando la gente no estaba de acuerdo con lo que decía”. Este, en su papado, comenta pone de manifiesto que “el liderazgo de la Iglesia no se hace sólo mandando, decidiendo, sino también sufriendo, y esta parte de sufrimiento no fue poca”.

También recoge el pensamiento de Benedicto en este largo periodo de retiro de casi 10 años: “Lo acepté y traté de hacer lo que había prometido: rezar, estar presente y, sobre todo, acompañar a mi sucesor con la oración. Y esto es muy hermoso”, señala Gänswein distanciándose de las teorías sobre la mala relación con Francisco.

La mayor lección de Ratzinger, para su secretario “es que la fe escrita, la fe hablada y proclamada no es sólo algo que dijo y predicó, sino algo que vivió. Es decir, el ejemplo para mí es que la fe aprendida, enseñada y proclamada se convirtió en fe vivida”. Benedicto ha sido, prosigue, “un hombre profundamente convencido de que en el amor del Señor uno nunca se equivoca, aunque humanamente cometa muchos errores”.

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