Francisco a los consagrados: “Seamos pacientes para no convertirnos en prisioneros de la queja”

El Papa ha reflexionado sobre la paciente espera de Simeón en su homilía por la Jornada Mundial de la Vida Consagrada

La paciencia. Este ha sido el eje de la homilía del papa Francisco durante la eucaristía de hoy, 2 de febrero, Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Una paciencia inspirada en Simeón, que esperó al Mesías en el templo, e inspirada también en el propio Dios. “Fijémonos en la paciencia de Dios y la de Simeón para nuestra vida consagrada”, ha dicho Francisco, “y preguntémonos: ¿qué es la paciencia?”.



Porque, como ha señalado el Papa, no se trata de “una mera tolerancia a las dificultades o una resistencia fatalista a la adversidad. La paciencia no es un signo de debilidad: es la fortaleza de espíritu que nos hace capaces de ‘llevar el peso’ de los problemas personales y comunitarios, nos hace acoger la diversidad de los demás, nos hace perseverar en el bien incluso cuando todo parece inútil, nos mantiene en movimiento aun cuando el tedio y la pereza nos asaltan”.

De esta manera, el Santo Padre ha indicado “tres lugares en los que la paciencia toma forma concreta”. El primero de ellos ha sido la propia vida personal. “Puede ocurrir, en nuestra vida de consagrados, que la esperanza se desgaste por las expectativas defraudadas”, ha advertido el Papa. Ante ello, ha señalado que “debemos ser pacientes con nosotros mismos y esperar con confianza los tiempos y los modos de Dios: Él es fiel a sus promesas. Recordar esto nos permite replantear nuestros caminos y revigorizar nuestros sueños, sin ceder a la tristeza interior y al desencanto”.

Contemplar la salvación

“El segundo lugar”, ha continuado, “es la vida comunitaria”, ya que “las relaciones humanas, especialmente cuando se trata de compartir un proyecto de vida y una actividad apostólica, no siempre son pacíficas”. “En nuestras comunidades necesitamos esta paciencia mutua: soportar, es decir, llevar sobre nuestros hombros la vida del hermano o de la hermana, incluso sus debilidades y defectos”, ha apuntado Francisco, recordando que “el Señor no nos llama a ser solistas, sino a formar parte de un coro, que a veces desafina, pero que siempre debe intentar cantar unido”.

Por último, el tercer “lugar” donde la paciencia debe concretarse es “ante el mundo”. Así, Francisco ha señalado que “Simeón y Ana cultivaron en sus corazones la esperanza anunciada por los profetas, aunque tarde en hacerse realidad y crezca lentamente en medio de las infidelidades y las ruinas del mundo. No se lamentaron de todo aquello que no funcionaba, sino que con paciencia esperaron la luz en la oscuridad de la historia”.

“Necesitamos esta paciencia para no quedarnos prisioneros de la queja”, ha aseverado, ya que “a veces sucede que oponemos a la paciencia con la que Dios trabaja el terreno de la historia y de nuestros corazones la impaciencia de quienes juzgan todo de modo inmediato. Y así perdemos la esperanza”. “Contemplemos la paciencia de Dios e imploremos la paciencia confiada de Simeón, para que también nuestros ojos vean la luz de la salvación y la lleven al mundo entero”, ha concluido Francisco.

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