La sombra de la guerra se cierne sobre Etiopía

Refugiado etíope en Sudán

La sombra de la guerra se cierne sobre Etiopía, un país de África con una idiosincrasia muy particular. De hecho, es la nación cristiana más antigua del mundo tras Armenia (adoptó el cristianismo como religión oficial a principios del siglo IV); a diferencia de casi todo el continente, jamás fue colonizada (aunque, entre 1935 y 1941, lo que entonces era Abisinia fue ocupada por las tropas italianas de Mussolini); y, al igual que muchos de los pueblos africanos, los enfrentamientos étnicos marcan en buena parte su historia.



El primer gran cambio llegó en los años 70, cuando cayó el Imperio a manos del DERG, un grupo de militares izquierdistas que impulsó una República marxista-leninista. El segundo se dio en 1991, cuando el Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés) se hizo con el poder en su ámbito local y, posteriormente, inició desde su región norteña una marcha sobre la capital, Addis Abeba, que hizo caer al Gobierno central, en manos del DERG. La acción contó con el apoyo de tropas de otras regiones y de la vecina Eritrea, que entonces formaba parte de Etiopía y que, en 1993, consiguió la independencia.

Coalición política

Culminada una acción que encabezó el TPLF, este apostó por convocar elecciones y por la conformación de una coalición en la que había representantes por igual de las regiones de Oromo –que representa la mitad del territorio nacional y que es de mayoría islámica–, las sureñas y Amhara y la propia Tigray, donde dominan los cristianos ortodoxos. Aun con etapas más o menos convulsas, ese Ejecutivo de coalición fue capaz de mantener un cierto equilibrio apoyado en un modelo federal basado en la autonomía de sus regiones.

Algo que ha cambiado el actual primer ministro, Abiy Ahmed Ali, que llegó al poder en 2018 y quien se ha marcado la recentralización como uno de los ejes de su política. Así, la última y definitiva crisis se ha desatado estas semanas en Tigray, cuando el TPLF ha criticado que el primer ministro no se haya retirado tras agotarse en octubre oficialmente su mandato y, a la vez, Ali haya rechazado las elecciones regionales que se celebraron en septiembre en la autonomía y que él había suspendido por el coronavirus. Ante ese vacío de poder mutuo que ambos se achacan, el Gobierno, que no reconoce la legitimidad de los dirigentes locales electos, ha desplegado al ejército en Tigray y se ha hecho con su territorio, incluida su capital, Mekele.

Crisis humanitaria

Por ahora, según reportan varias agencias locales, el enfrentamiento ya ha deparado más de 1.000 muertos y ahonda en la grave crisis humanitaria que se vive en la región, fronteriza con Eritrea y donde viven unos 100.000 refugiados eritreos llegados de este país en los últimos 20 años. Además, unos 40.000 etíopes de la zona habrían huido a Sudán. Mientras, desde Addis Abeba se impone el control informativo y se rechaza todo apoyo del exterior a las comunidades locales. Algo significativo, pues, precisamente, Abiy Ahmed Ali fue reconocido hace solo un año con el Premio Nobel de la Paz por zanjar el largo conflicto con Eritrea y concretar un acuerdo de paz.

Desde Etiopía, una fuente interna explica a Vida Nueva las claves de lo sucedido: “Hasta la caída del Imperio, este era una país feudal y sin apenas estructuras. No había casi hospitales o escuelas. En el caso de Tigray, donde viven siete millones de personas, solo había 15 kilómetros de carretera asfaltada… y de los tiempos de Mussolini. El aeropuerto era una simple pista de tierra, una mesa y una silla. En 1991, tras la marcha desde Tigray, a la que se sumaron partidarios de otras regiones, en el país se han impulsado numerosas infraestructuras, y no solo en el norte, sino en el conjunto del país”.

Primer ministro de Etiopía

Sentimiento antitigreño

Pese a ello, y aunque el TPLF haya abandonado en los últimos años la coalición gubernamental, “ha calado en el resto del país un sentimiento antitigreño. Hasta el punto de que muchos ciudadanos de esta etnia que vivían en otras regiones y que han nacido ya allí hayan tenido que volver a su tierra original, pues han sufrido todo tipo de actos violentos. Algo que no ocurre en Tigray, donde viven personas de todas las regiones y no tienen ningún problema de convivencia”.

Ahora, con la ocupación del territorio decretada por Abiy, el panorama se ha oscurecido mucho: “Ha sorprendido mucho en Tigray, donde se le apoyó tras su elección en 2018. Originario de Oromo y con un padre musulmán y una madre cristiana, siendo él mismo cristiano, se pensaba que apoyaría ese equilibrio entre regiones. De hecho, él mismo provenía de la coalición que en su día promovieron los tigreños. Pero ha fundado su propio movimiento, el Partido por la Prosperidad, y ha acabado con todo vestigio tigreño en su entorno”.

¿Guerra de guerrillas?

¿Las consecuencias? “Las peores… Los tigreños se han refugiado en las montañas. Pero van a reaccionar… Y mucho me temo que podemos estar ante una guerra de guerrillas contra el ejército ocupante que va a tener un enorme coste humano”.

Una visión muy diferente es la que nos ofrece otra fuente consultada: “El TPLF, a pesar de representar al 6% de la población nacional, se convirtió, tras la marcha con la que derrocó al DERG en 1991, en el gobernante absoluto del país. Durante casi 30 años, asistimos a la dominación de un grupo ideológico de esa etnia y que, en realidad, como oligarquía que era, también convirtió en víctima a la gran mayoría de su etnia”.

Autoritarismo

“En cuanto a la conformación –prosigue esta segunda fuente– de una coalición política y administrativa que atendía a algo que podríamos denominar como etnofederalismo y en la que había representantes por igual de las regiones, la realidad es que, cada vez más, se tendió al autoritarismo, siendo la consecuencia final que el modelo federal condujo a un Gobierno dirigido por el TPLF, que convirtió al país, su economía, administración y ejército en su parcela, hacienda y cortijo”.

En cuanto al primer ministro Abiy, para esta segunda fuente, “desde el minuto uno se propuso deshacer el montaje de beneficios de la oligarquía del TPLF, empezando por ello por la apuesta por la recentralización”. Respecto a la ofensiva del Ejecutivo en Tigrais, observa que “esta llegó tras el ataque, por parte del TPLF, a principios de noviembre, de la base militar más importante del país, localizada precisamente en Tigray, donde se encuentra el 60% de la jerarquía de los mandos militares y más de la mitad del armamento del ejército etíope”.

Paz con Eritrea

Como concluye esta segunda fuente, “la firma de la paz con Eritrea hace un año fue un gesto que el TPLF nunca le perdonó al primer ministro Abiy, quien, precisamente, había combatido en esa guerra en el ejército etíope. Se tomó como una concesión que el propio TPLF siempre se negó a hacer (aun a pesar de los Acuerdos de Argelia). Y eso que hablamos de un conflicto en el que murieron alrededor de 100.000 personas… La guerra con Eritrea fue una guerra del TPLF contra sus antiguos compañeros de fatigas en la guerrilla y que, a pesar de hablar la misma lengua, el tigrina, y profesar la misma religión, se odian a muerte”.

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