Vicente Jiménez se despide de la archidiócesis de Zaragoza y pide que reciban con ganas a Carlos Escribano

Vicente Jiménez

Un adiós agradecido. El hasta ahora arzobispo de Zaragoza, Vicente Jiménez, se despidió ayer con palabras de agradecimiento a toda la Iglesia diocesana, con especial atención a la curia, pero sin olvidar a “las familias, a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes, a los adultos, a los ancianos, a los enfermos, a los pobres, a los inmigrantes, a los que no tienen trabajo y no pueden vivir con dignidad de personas”.



En su homilía de despedida tras seis años de ministerio, el prelado agradeció la “gran oleada de solidaridad que ha tenido y sigue teniendo toda la Diócesis en estos momentos duros de la pandemia causada por el coronavirus”. “No olvidemos a los muertos por la pandemia. No caigamos en la herejía del olvido. ¡Que el Señor los tenga en su seno!”, agregó.

Tras pedir perdón porque “os he podido ofender a algunos de vosotros con mis palabras, decisiones y omisiones; y, sin duda, habré defraudado a otros por mi tibieza y negligencias”, hizo tres recomendaciones a los diocesanos: “Orad confiadamente al Señor para que Carlos Escribano sea un arzobispo bueno, os exhorto a todos a que permanezcáis unidos a Cristo y entre vosotros en la comunión de la Iglesia y acordados de mí en vuestras oraciones, para que viva con paz, plenitud y alegría esta etapa nueva de mi vida”.

“Un honor inmerecido”

Ser arzobispo de Zaragoza “ha sido para mí un honor inmerecido, un encargo sorprendente e inesperado, un don inmenso y una grave y compleja tarea”, afirmó ante la ovación de los fieles que asistieron a la basílica del Pilar respetando el 25% de aforo que marca el Gobierno de Aragón.

Al comienzo de la misa de acción de gracias, el vicario general, Manuel Almor, tuvo unas palabras de homenaje para Jiménez: “Don Vicente se ha esforzado por llegar a todos y a todo”. “Ha vivido su ministerio con entereza en los momentos de dolor y con la satisfacción del deber cumplido”, añadía al mismo tiempo que le pedía que “nos tenga presente en su oración reposada del sereno atardecer, para que nuestra Iglesia de Zaragoza, caminante, haga el camino hacia Dios”.

La misa concluyó con la entrega de algunos obsequios a Jiménez, entre los que destaca un facsímil de la obra ‘Miracula Beatae Mariae Virginis’, una colección latina medieval de milagros marianos en un Codex Pilarensis de la Biblioteca Capitular de Zaragoza.

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