Quino, la conciencia del mundo que dibujaba con la Biblia

Joaquín Salvador Lavado (Quino), de padres malagueños y republicanos emigrados a Argentina desde Fuengirola, murió el pasado 30 de septiembre, a los 88 años de edad, en su casa de Luján de Cuyo, en la provincia de Mendoza, frente a la cordillera de los Andes. El dibujante, el artista, el creador de ese emblema –eterno– de la viñeta que es Mafalda, clásico universal y todavía contemporáneo, falleció con un adiós entrañable, abundante en admiración y en cariño.



Por siempre, Quino (Guaymallén, Mendoza, 1932) será el “padre” de esa niña de frases lúcidas y punzantes, voz disidente que educó a múltiples generaciones en la modernidad, las contradicciones de la clase media emergente, la justicia social, el humanismo y una inevitable mirada crítica. “En la vida real yo nací el 15 de marzo de 1962”, le hizo decir Quino en una carta de presentación en 1968. Dos mil tiras y cinco años después, en 1973, dejó de dibujar al personaje, preocupado porque perdía frescura y originalidad, atada a sus permanentes seis, siete años, y a una realidad sociopolítica que ahuyentaba la ironía y el humor.

“Una niña que percibe totalmente las contradicciones de los adultos, que predican hacer el bien y luego hacen de todo”, según el propio creador. Junto a ella, Manolito y su sentido común, Miguelito tan metafísico, Felipe siempre soñador, Susanita con su familia bien y el gran Guille. Niños que fueron –son– espejos del mundo con sus preguntas incómodas y aún vigentes. No han dejado de leerse ni publicarse por mucho que haya pasado medio siglo. En realidad, como decía Peridis, Quino inventó un universo, un horizonte, una esperanza. “Yo soy Felipe y Miguelito, una mezcla de los dos”, admitió Quino.

Bajarse a tiempo

Mafalda era una heroína que solo tenía la palabra, el español –ese andaluz familiar, que se entremezclaba en su rotundo decir mendocino–, y la conciencia del propio dibujante: “En Quino se da una total correspondencia entre lo que piensa, lo que cuenta y lo que dibuja, y jamás ha renunciado ni a ese estilo ni a esa ideología”, afirma Peridis. Sí creyó necesario dejar de crear nuevas historietas “por responsabilidad y por libertad creativa inusual”, según sostiene la editora Judith Gociol. “Aunque pueda resultar paradójico –prosigue–, es posible que el buen tino de bajarse a tiempo, de no fascinarse acríticamente con su creación, haya sido una de las razones que aseguraron su permanencia”.

Mafalda es también “alguien capaz de atar cabos invisibles”, al decir del escritor colombiano Daniel Samper. También con Dios, con la fe. “Recuerdo haber hecho un par de tiras por lo menos. En una estaba Mafalda rezando y, en la otra, Susanita también. Susanita rezaba tanto que en el cielo se volvían locos –recordó Quino en alguna ocasión–. Quedó muy linda esta tira cuando la filmaron para televisión, porque los ruegos de Susanita empezaban a llegar al cielo y se llenaba toda la pantalla de las palabras de sus oraciones. En la tira de Mafalda, ella naturalmente protestaba. En los cuatro primeros cuadros, aparece mirando hacia las alturas y meditando. En el quinto cuadro, dice: ‘A fin de cuentas, la humanidad no es más que un sándwich de carne entre el cielo y la tierra’”.

La Biblia me estimula el humor

A esa misma Susanita –y a la hipocresía que representaba– la ha citado también el papa Francisco cuando todavía era arzobispo de Buenos Aires. El propio Quino contó en México que, en una charla ante voluntarios de Cáritas, Bergoglio explicó que quien se acercara a dicha institución debía cambiar su estilo de vida: “No era cuestión de hacer como Susanita, de organizar fiestas para recolectar fondos, donde se comieran cosas riquísimas, para luego comprarle a los pobres porotos y lentejas y esas cosas que comen ellos”.

“A mí me da placer que un personaje como él haya leído Mafalda”, reconocía Quino de su compatriota. “No soy muy creyente, pero el papa Francisco me cae muy simpático. Quiere hacer una reforma en la Iglesia, pero hay que ver si le dejan”, dijo en 2014, en plena celebración del 50º aniversario de Mafalda y con Bergoglio apenas un año en San Pedro.

El periodista argentino Rodolfo Braceli le preguntó una vez, en 1988, por “su estímulo para trabajar”. Y Quino contestó sin tapujos: “El trabajo mismo. Leo muchísimo la Biblia; pero no como libro religioso, sino como fuente de ideas, en ella está todo: la poesía, el sexo, la política, la corrupción, la violencia. La Biblia me estimula el humor. Me parece que siempre la leo por primera vez, como me ocurre con Borges y con ciertos pintores como Picasso”.

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