El Vaticano reivindica ante la ONU el discurso de la encíclica ‘Fratelli tutti’ del papa Francisco

La ONU está celebrando 75 años con la máxima discreción en sus fastos debido a la pandemia del coronavirus. La emergencia sanitaria está muy presente también en el periodo de sesiones y en las propuestas que ha hecho a la Asamblea el arzobispo Gabriele Giordano Caccia, nuncio Apostólico y observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, en su intervención en Nueva York el pasado 6 de octubre, en línea con la encíclica ‘Fratelli Tutti’ del papa Francisco sobre la fraternidad.



La dignidad humana

“Todas y cada una de las personas de la familia de las naciones merecen que se les reconozcan, protejan, valoren y promuevan sus derechos”, ha sido el punto de partida del nuncio. Recordando el mensaje del papa Francisco ante el aniversario de la ONU, Caccia ha reivindicado los “esfuerzos encaminados a la promoción y protección de los derechos humanos deben comenzar con una correcta comprensión de esos derechos y del amplio impacto que el respeto de los derechos humanos tiene en la sociedad”.

“La Santa Sede está profundamente preocupada por la creciente presión para reinterpretar los fundamentos mismos de los derechos humanos y comprometer su unidad interna para alejarse de la protección de la dignidad humana y satisfacer los intereses políticos y económicos”, ha reafirmado el observador pidiendo que “no se descarte a los débiles”. Por eso, señaló que “así como no existe el derecho al aborto, tampoco existe el derecho a la eutanasia”. Los estados, prosiguió, “deben guiarse siempre por la primacía de la vida humana y la dignidad de la persona humana, razón por la cual la Santa Sede cree que “la pena de muerte es inadmisible porque constituye un ataque a la inviolabilidad y la dignidad de la persona”.

Los descartados

Además, reivindicó el papel de “la religión en la vida pública”. “La libertad de religión nunca ha sido ni puede ser una “concesión” o “privilegio” -que se puede retirar a voluntad- del Estado”, señaló denunciado los “intentos de algunos de circunscribir o ignorar este derecho y los obstáculos” para su desarrollo. “Es esencial que la comunidad mundial se comprometa a promover las condiciones que permitan el florecimiento de la persona humana, entre otras cosas, abordando los desafíos particulares que enfrentan los marginados y los periféricos, incluidos los pobres, los necesitados y los privados de derechos y de justicia”, reclamó.

En ese sentido, advirtió que “tanto las personas con discapacidad como las personas mayores se ven afectadas de manera desproporcionada por las cargas de la pobreza, la enfermedad, el aislamiento social, la violencia, el abandono, el abuso y la falta de acceso a una alimentación y un refugio adecuados, a una atención sanitaria de calidad, a una comunicación fiable, a una compañía de apoyo y a un apoyo eficaz en tiempos de disturbios sociales y desastres”.

A esto se suman “las olas de desempleo y subempleo han amenazado la capacidad de muchos para mantener a sus familias con una dignidad básica”, añadió. “La violencia contra la mujer sigue siendo una emergencia mundial que impide el pleno ejercicio del papel único e irremplazable de la mujer en el mundo y tiene graves consecuencias negativas no sólo para la salud y la vida de las mujeres y las niñas, sino también para las familias, las comunidades y la sociedad”, destacó el nuncio.

La protección de los derechos del niño, los de los pueblos indígenas, la eliminación del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia… también han estado en el discurso del prelado. “Durante la pandemia y después de ella, todos los Estados deben velar por que existan las condiciones elementales necesarias para garantizar una vida digna y libre. Esto incluye la protección y la puesta en práctica de los derechos fundamentales de todas las personas”, concluyó.

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