La vida consagrada argentina, comprometida con la realidad de la pandemia y sus consecuencias

“La irrupción de la pandemia que atraviesa nuestras vidas y situaciones cotidianas nos ha desafiado a repensar mejor las Líneas Inspiradoras para el presente trienio”, expresaron los religiosos al finalizar la Asamblea General de este 2020.



La Junta Directiva Nacional convocó a través de videoconferencias, durante los meses de junio, julio y agosto, a los delegados/as de las congregaciones, a superioras/os mayores, a los representantes de los Espacios de CONFAR y los equipos animadores de las regiones y filiales, para realizar la tradicional Asamblea ordinaria. El lema elegido fue: “Hagan lo que él les diga, ya es la hora” (cfr Jn 2,5).

Por primera vez, la vida religiosa fue transitando este camino en forma virtual, por las condiciones del aislamiento impuesto por las autoridades.

Durante las jornadas, la Asamblea recibió el aporte de la Presidenta de la CLAR, Gloria Liliana Franco Echeverri odn, y del Equipo Interdisciplinar de Reflexión, quienes los fueron acompañando con sus consideraciones. También han tratado la renovación de nuestros Estatutos, con la guía del Consejo de Asuntos Económicos e Institucionales.

La situación actual

En el documento, los religiosos manifestaron que en todo momento tuvieron presentes a los/as hermanos/as que están viviendo, en primera persona, los alcances de la pandemia. Y trazaron un panorama al que se vieron forzados por esta realidad:

  • La pérdida de miembros de las comunidades, familiares y amigos.
  • Una nueva reorganización, en función de una mejor atención y cuidado de nuestras/os enfermas/os y mayores.
  • La apertura de las casas para recibir a quienes necesiten alojamiento para una mejor convalescencia.
  • El abandono y/o postergación de proyectos y ritmos personales para acompañar a los contagiados. “En este tiempo la solidaridad se despertó en creatividad y esperanza a pesar del tiempo de aislamiento y dolor”, dijeron.
  • Tiempo de muchos cuidados y de nuevas cercanías, “es la hora en que se sirve el vino nuevo del cariño y del amor con que fuimos amados”.

Los reclamos

Sin embargo, reconocieron también que este tiempo fraguó en una mayor exclusión a causa de una continuada vulneración de sus derechos.

La vida religiosa en el país hice un firme llamado ante la pandemia, considerando en ella una inmejorable oportunidad para la transformación personal y comunitaria. Exigen:

  • que cese la violencia, en particular la ejercida por las fuerzas policiales contra los más pobres y los pueblos originarios;
  • que finalice la desinformación que anestesia las conciencias y desconoce a quienes luchan y sufren;
  • tener acceso a una pronta justicia por parte las mujeres, niños/as y adolescentes y adultos/as mayores expuestos/as al abuso, al maltrato e incluso a la muerte;
  • que el cuidado se nos haga cultura;
  • que se termine “entre nosotras/os los abusos de poder y conciencia, económicos y sexuales, tanto dentro como fuera de las comunidades cristianas”.

En el comunicado, los religiosos quieren que al finalizar la pandemia, “esta tierra -nuestra Casa Común- nos encuentre mejores, solidarias/os con quienes no comen regularmente ni tienen acceso a los bienes comunes de la salud y la educación; que las tinajas vaciadas por un certero modelo de precarización y exclusión sean llenadas con la feliz dignidad del trabajo y un justo acceso a los bienes de la tierra”.

“Todas las voces y gritos de la vida consagrada” animan de corazón a quienes se sienten el cansancio, la soledad, la tristeza y el temor. “¡Animo, no tengan miedo! (cfr Mt 14,27)”. Y finalmente, ponen a María como ejemplo, en su atención y fidelidad al cuidado de la vida.

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