Maribel Fernández Gañán: “Los centros concertados tienen la falsa sensación de que no se les escucha”

La filósofa y pedagoga palentina Maribel Fernández Gañán está expectante ante el inminente inicio del curso. Por comprobar cómo es la ‘nueva realidad’ en las aulas en medio de una pandemia y, con la mirada puesta más allá, por saber si se plasmará o no la nueva Ley de Educación del Gobierno.



PREGUNTA.- Haces tuya una máxima de Francisco Giner de los Ríos: “La educación, siempre puente, nunca trinchera”. Más de un siglo después, ¿consideras que nuestro país ya ha aprendido realmente tan valiosa lección?

RESPUESTA.- Hace años pude investigar, gracias a una beca de la UVA, en la Real Academia de la Historia. He pasado los mejores años de mi juventud estudiando e investigando el legado del filósofo Julián Sanz del Río, el maestro de Francisco Giner de los Ríos. A mi juicio, y pienso que lo puedo afirmar con rigor, la apuesta del maestro de Giner, como dicté y publiqué en una conferencia en la Universidad Complutense sobre el krausismo español, fue esa misma explicada de manera extensa.

El maestro de Giner, Julián Sanz del Río, fue acusado en España hace unos años, y ciertamente su error fue no admitir que su obra fue una traducción del filósofo alemán Krause. ¿Eso empaña su poder filosófico, su poder para enseñar a pensar? A mi juicio, no, porque la filosofía alemana ha acompañado en otras ocasiones la obra de otros pensadores españoles. La diferencia fundamental es aceptar el error.

Esta filosofía, que muchos comparten hoy en día, se va extendiendo como el mal llamado coronavirus. Tenemos que aprender a hablar con rigor nosotros los primeros si queremos que nada de lo que hacemos se pierda. Hay muchas personas, muy valiosas, que comparten mi opinión y así lo he aprendido de ellas. En este país somos muy afortunados por tener brillantes filósofos y educadores que continúan, consciente o inconscientemente, transmitiendo el legado de Giner de los Ríos.

Luces y sombras

P.- ¿Cómo valoras el proyecto de Ley de Educación impulsado por el Gobierno?

R.- La Ley Celaá tiene sus luces y sus sombras, como todos los proyectos ambiciosos. Las luces son la aspiración por avanzar en España, por conquistar el progreso que tantas veces se nos hurtó, por alcanzar el futuro de Europa al que llegamos tarde y no tan bien. Las sombras son las que son, esa voz que se oye de fondo como un eco de los que dicen que no se les escucha, de los que querían haber participado porque tienen también muchas ideas buenas, pero los prejuicios de todos siguen estando presentes y hay que seguir limando esas diferencias que no son tan profundas.

Mi crítica más personal al proyecto es la necesidad de profundizar en las bases más humanistas. Hacer política no significa dejar a un lado la ideología, pero sí significa tomar la ideología como vehículo de ideas en las que hay que detenerse a reflexionar, porque nada es banal ni superficial cuando se trata de educar, de reunir a las personas para aprender.

P.- Más allá de los principios que lo vertebran, por tu experiencia en las aulas y tu visión global, ¿crees que esta Ley de Educación despierta el consenso necesario en la comunidad pedagógica?

R.- Ni mucho menos. Pienso que la razón es la falsa sensación que tienen los centros concertados de que no se les escucha. Se les escucha siempre, pero pretenden también llevar siempre la razón y, si no se tiene, no se tiene. También hay que saber aceptar que, cuando se hace una ley, el bien común a veces nos perjudica, y para eso hay que superarse como hacen los alumnos cuando suspenden un examen y lo tienen que repetir.

El papel de Escuelas Católicas

P.- Por su indudable fuerza y presencia en el sistema educativo español, ¿cómo percibes el papel de Escuelas Católicas en este proceso?

R.- El papel de Escuelas Católicas es esencial. Sin ellas, ninguna ley educativa se podrá poner en marcha nunca en este país. Porque una cosa es aprobarla y publicarla en el BOE y otra es su puesta en práctica en las aulas. El papel de los equipos directivos de liderazgo en los centros es incuestionable; por eso, Escuelas Católicas debería dejar los partidismos, el arrimarse a unos y a otros con sumisión y dependencia y adoptar posturas de autonomía y verdadera libertad.

P.- ¿Verán nuestros ojos el ansiado Pacto por la Educación por el que tantas décadas lleva clamándose desde la sociedad y la clase política es incapaz de concretar?

P.- La clase política tiene un papel importante en el Pacto, pero ni mucho menos el más importante. Son la escuela pública y la escuela concertada las que juegan el partido fundamental. En ambas redes hay personas muy valiosas que tienen mucho sentido común y están al margen de la lucha de los partidos y, antes de que las leyes se aprueben, ya están trabajando por los alumnos españoles.

Ante la pandemia

P.- A dos semanas de empezar, ¿cuál es tu estado de ánimo ante el curso más complejo por el COVID-19?

R.- Aunque soy una persona realista, tengo que reconocer que me pierde el entusiasmo del inicio del curso. El inicio de curso me entusiasma como cuando vas a ver por primera vez una obra de teatro. Tenemos muchos retos por delante, pero, personalmente, me hacen crecer y comenzar con la esperanza de seguir aprendiendo para poder enseñar.

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