De Ciudad Juárez a Arévalo: mi verano misionero en España

Henar, voluntaria con los salesianos de Arévalo

En este 2020 del coronavirus, marcado también por millones de planes suspendidos, su maquinaria destructiva no ha cesado en verano, claro. Así, muchísimos jóvenes con el corazón abierto que habían organizado sus vacaciones para pasarlas ayudando a otros en el extranjero, con experiencias misioneras incluidas, han tenido que desistir de lo soñado ante las muchas dificultades para viajar en plena pandemia global. Algo que ha llevado a bastantes de ellos a mantener su apuesta por la fraternidad, aunque a nivel local. Es la misión España.



Esto es lo que les ha ocurrido a Henar Martín y Samuel Corredera, dos jóvenes de Arévalo comprometidos en el centro juvenil salesiano del municipio abulense. Voluntarios ambos en la pastoral, este verano iban a ir a apoyar un proyecto de la congregación en Ciudad Juárez (México). Sin embargo, el coronavirus ha echado abajo sus planes y se ha cancelado la actividad… Eso sí, ninguno de los dejará de regalarse este verano. Lo harán en casa.

Un lugar complicado

A sus 25 años, Martín es animadora salesiana desde hace ocho años en el Centro Juvenil Boscoarévalo y, desde hace tres, también es aspirante a salesiana cooperadora, trabajando además en el internado del Colegio Salesiano de Arévalo. “Varios años atrás –cuenta–, siempre había planteado irme de misiones en los meses de verano y este era el año. Ya estaba decidida y me iba a ir en julio y agosto. Había recibido diferentes formaciones para poder marchar y fue el pasado 7 de marzo cuando nos confirmaron a los compañeros que íbamos que el destino era nada menos que Ciudad Juárez. De primeras, me chocó el ir a un sitio complicadete, pero enseguida me entraron las ganas y la ilusión de pensar que por fin cumpliría algo que tanto quería”.

“Tenía claro –prosigue– que no iba a cambiar nada de la situación en Ciudad Juárez, pero sí podía aportar mi granito de arena para cualquier cosa necesaria y también las personas de allí iban a hacer que yo me enriqueciera aún más. Quería conocer, quería acompañar, quería jugar, quería sentir muchas cosas, pero en un lugar muy distinto al que estoy acostumbrada. Es una manera de seguir creciendo y de vivir una fe de otra manera”.

Brigada de la Alegría

La función allí de los voluntarios abulenses hubiera sido engrosar la Brigada de la Alegría, “que son grupos barriales, oratorios por la calle, en los cuales se da la merienda y se acompaña a los chicos atendidos… A eso se añade el trabajo en CERSAI, la cárcel de menores, a la cual iríamos a acompañar y realizar grupos de catequesis. Junto a eso también teníamos reparto de víveres a familias y actividades deportivas los fines de semana”.

Al suspenderse el viaje, Martín no perdió un ápice en su pasión por querer seguir ayudando a los demás: “Me entristecí, pero tuve claro que no solo nosotros somos los afectados y que lo importante es seguir con las ganas de entregarse siempre. Y las mías, por ahora, se mantienen muy vivas. Así que, inmediatamente, en cuanto nos confirmaron la suspensión, me puse a disposición de mi centro juvenil, pues nuestros campamentos también se habían visto cancelados”.

Apoyo educativo y juegos

“A día de hoy –recalca la joven–, tengo en mente estar a disposición de los niños y jóvenes de Arévalo durante este verano. Estamos realizando varias salidas con los chicos que lo deseen; la labor se complementa en apoyo educativo y juegos, siempre formativos. Por la situación de muchas familias, esto tendrán mucha demanda en verano. Y, por último, acompañaré a dos grupos de jóvenes con los cuales llevo varios años”. Y es que Martín, en todo lo que hace, se guía por una frase que siempre está presente en mí: ojalá tu vida sea una vida de desgaste por y para los demás, porque todo lo que se da, no se pierde. Somos luz”.

Su compañero Samuel Corredera, educador Social y psicopedagogo, trabaja como orientador en el Colegio Salesianos de Arévalo y como educador en la residencia de estudiantes del mismo centro. “También –apunta– llevo nueve años como animador voluntario en el Centro Juvenil Boscoarévalo, donde acompaño a grupos de fe y animo en las actividades que se organizan para la infancia y la juventud del pueblo”.

Experiencia personal y de fe

Tras formarme a lo largo del año para la misión en Ciudad Juárez, tenía “el objetivo de vivir esta experiencia tan intensa de forma compartida, aportando aquello de lo que disponemos, nuestro tiempo y nuestra vida. No íbamos a transformar ni a cambiar el mundo, pero sí a ayudar a las personas que realmente están trabajando y dando su tiempo allí días tras día. Mi ilusión era compartir esa tarea para hacer actividades con los niños de la calle, ayudar en lo que me pidieran y vivir en comunidad. Todo esto, junto a las actividades y quehaceres diarios, hubiera sido sin duda una experiencia personal y de fe bastante fuerte e importante para mí”.

Una vez que se ha confirmado la cancelación, hará lo mismo que su compañera y se volcará con los suyos, extendiendo al verano lo que hace durante el resto del año: “No sé estar quieto y me gusta estar y usar mi tiempo en ambientes en los que pueda ayudar y aprender; por ello, voy a seguir haciendo voluntariado, y en mi propio pueblo. Desde el Centro Juvenil Boscoarévalo se ha lanzado un campamento urbano para atender los niños y niñas del municipio y sus alrededores, especialmente importante tras los meses de incertidumbre y confinamiento que hemos vivido. A pesar de poder disfrutar de mis vacaciones, creo que puede ser mucho más enriquecedor invertir mi tiempo en intentar que el de los demás sea un poquito mejor, en este caso, a través de diferentes actividades, juegos y, para los que más lo puedan necesitar, refuerzo educativo”.

Red MAG+S

La situación también ha afectado fuertemente a la red MAG+S, que se define como “una propuesta actual de vida cristiana desde la espiritualidad ignaciana para jóvenes de 18-30 años, universitarios o profesionales”. Impulsada por la Compañía de Jesús y conformada también por las Esclavas del Sagrado Corazón, las Religiosas de Jesús María, las Hijas de Jesús y la Compañía de María, cada verano ofrecen a unos 350 jóvenes todo tipo de propuestas de voluntariado “en seis países del Sur y en más de 10 localidades diferentes de España”, siempre “desde la fe y el servicio, siguiendo el ejemplo de san Ignacio”.

Este año, obviamente, todo se trastocó, como confirma el jesuita Juanjo Aguado, coordinador de MAG+S: “La crisis sanitaria no nos ha permitido convocar estas experiencias de verano en su formato habitual. A mediados de marzo, algunos jóvenes ya estaban formándose para viajar a Perú, Bolivia, Chad y Colombia, mientras que muchos más estaban a la espera de la presentación de las Experiencias MAG+S de Verano. Ante esta situación extraordinaria, nos hemos preguntado: ¿qué podemos hacer en estas circunstancias? ¿Cómo podemos ofrecer una nueva manera de servir a los demás este verano?”.

Servir Juntos

Y así fue como surgió el proyecto Servir Juntos Verano 2020, “una iniciativa de la familia ignaciana, que quiere ponernos al servicio de aquellas instituciones de nuestra Iglesia y sociedad que necesitan apoyo durante este verano tan particular. El proyecto tiene como objetivo facilitar la colaboración de personas e instituciones de muchos ámbitos distintos, para que los voluntarios puedan ayudar en su ciudad y realizar un itinerario formativo, desde una mirada de fe y promoción de la justicia”.

Así, desde esta “invitación a ofrecerse al servicio local”, se apuesta por “evitar el desplazamiento para las experiencias” y, aún más, “entregarse a los que tenemos más cerca”. “Cada ciudad –concluye Aguado– propone proyectos para que los interesados puedan apuntarse y los equipos locales repartan los voluntarios según las necesidades. Además, invitamos todos los participantes a vivir la experiencia de servicio desde la fe con un itinerario formativo que acompaña los proyectos e genera espacios de oración y reflexión comunitaria”.

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