Cuando Dios se hace un hueco en las series

Fotograma de la serie "Fleabag"

Alex Garland es, para muchos, el talento más inclasificable e impredecible de la ciencia ficción cinematográfica contemporánea. El novelista, guionista y director inglés firma su primera serie, ‘Devs’ (HBO), que se ha acabado de estrenar entre elogios como “pequeña maravilla televisiva”, “una pieza exquisita de ciencia ficción” o “la mejor serie en lo que llevamos de año”. Aparentemente, “es un thriller ambientado en el mundo tecnológico de San Francisco y Silicon Valley” –como el propio Garland la presenta–, pero realmente es una intensa parábola religiosa del siglo XXI.



Una serie que, a lo largo de sus ocho capítulos, admite muchas lecturas: acerca de nuestra libertad, del determinismo, de la dimensión religiosa de las nuevas tecnologías, sobre los límites de la ciencia, del duelo como poder transformador, de la resurrección… o de si un ordenador cuántico puede llegar a liberar a la humanidad de las tinieblas. Y que tiene muchos paralelismos con Ex Machina (2014), la primera película de Garland como director, en torno a la inteligencia artificial y el concepto de creación.

“Tenía en mi cabeza que esta serie fuera la otra mitad de Ex Machina. Si la película era sobre un hombre tratando de actuar como si fuera Dios a través de la ciencia y la tecnología, pensé que esta sería la historia complementaria: gente que no trataría de actuar como Dios, sino que trataría de crear a Dios”, según ha explicado el propio Garland, que produce, dirige y firma el guión de Devs.

A partir de ahí, el modo de interpretar la serie de Garland cambia por completo, sobre todo en cuanto se revela la forma correcta de leer su título, es decir: el nombre real del proyecto de computación cuántica. Y es que Devs se debe leer en caracteres latinos, es decir: Deus. Como afirma el crítico y ensayista Sergio del Molino, es “una serie extraña y muy difícil de encasillar, que habla (creo) de la dimensión religiosa de la ciencia”.

Ese superordenador que desarrolla Devs no solo es capaz de ver y escuchar el pasado, sino que también crea una nueva realidad en la que vivir –que es una realidad virtual en el fondo– a partir de un concepto que Garland ha reiterado en sus películas: el transhumanismo. Es decir, lo que las nuevas tecnologías integradas en el ser humano serán capaces de hacer. Que es, ni más ni menos, lo que responde el propio creador de Devs: jugar a ser Dios.

El luto y la culpa

En la ficción de Garland, la motivación para desarrollar Deus está en Forest, su protagonista, alentado por el duelo y la culpa ante la muerte de su hija, Amaya, y la pretensión de recuperarla. Y no deja de ser curioso –“en medio de este pequeño terror milenario que vivimos”, como dice Sergio del Molino– que esto mismo, el luto ante la muerte de un ser querido y la culpa, sea también el punto de partida para que la segunda temporada de la serie más aclamada de 2019, ‘Fleabag’ (Amazon Prime Video), use la religión como uno de sus pilares narrativos.

La comedia creada para la BBC por la escritora y guionista británica Phoebe Waller-Bridge –que también es la protagonista– juega en sus seis capítulos a tentar a un atractivo sacerdote católico: al fin y al cabo, “moderno, humano, irresistible”, como llega a calificar la protagonista, Fleabag, aunque su nombre real –como el del propio sacerdote que interpreta Andrew Scott– nunca se llega a decir.

Phoebe Waller-Bridge, que se reconoce atea, admite sentirse “un poco” sorprendida por que ese sacerdote no haya provocado más polémica, aunque reconoce que tampoco era su intención: “Era muy importante que no hubiera cinismo o que se sintiera como un ataque. Estoy segura de que hay sacerdotes en el mundo que sienten que les he hecho justicia. Como cualquier otro personaje, este tiene buenas intenciones, pero es un hombre complicado y tiene sus defectos”.

Ciertamente, el conflicto que Fleabag plantea en el sacerdote –el celibato, el amor, la sexualidad– está demasiado forzado, incluso aparece como falso, ante los traumas que la poliédrica protagonista trata de dilucidar: la culpa y el miedo, la pérdida y la tristeza, las complejas relaciones familiares, la búsqueda de pareja y la independencia, el sexo y la moralidad… todos  ellos temas que hacen de Fleabag más que una simple comedia. Más allá hay, sí, una atracción por lo que representa el catolicismo. ¿O es solo un espejismo? Al final, los destinos del sacerdote y ‘Flea’ se bifurcan. El Dios de Fleabag no carece de sentido del humor y tiene pudor.

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