Ana María Castillo: “En España nos hemos acostumbrado a las mejoras sociales y, por eso, estamos perdiendo derechos”

Ana María Castillo Moreno presenta hoy, 4 de junio, y de forma virtual, su novela ‘Tiempos convulsos’ (Ediciones HOAC), una obra que ofrece una mirada distinta de la posguerra y la Transición española, a través del hilo argumental de una serie de historias entrelazadas.



En un periodo complicado, no solo para España sino para el conjunto del mundo, Vida Nueva reflexiona con la autora acerca del legado de aquellos que lucharon para alcanzar los derechos de los que disfruta actualmente nuestro país, así como acerca de qué se puede aprender de unas décadas tan decisivas para la historia del mismo.

PREGUNTA.- ¿Qué impacto social tuvieron los movimientos de Acción Católica en la España del periodo en el que se desarrolla el libro?

RESPUESTA.- Fueron parte importante (debido a su formación, capacidad de compromiso y sentido de la justicia) en la representación de las comisiones obreras de empresa, para conseguir mejoras en el trabajo. Promovieron manifestaciones pacíficas en favor de la paz social y la justicia.

A través de sus medios de publicación y con el ejemplo de sus propias vidas, denunciaron los abusos a los que se veía sometida la población y constituyeron un nexo de unión entre lo que sucedía en España y el resto del mundo. Además, formaron culturalmente a las clases más desfavorecidas.

P.- ¿En qué historias se ha inspirado para escribir este libro? 

R.- En las entrevistas orales que he realizado a personas, tanto de Extremadura como del País Vasco, que vivieron en aquellas décadas desempeñando diferentes trabajos y que pertenecían a diferentes clases sociales: obreros, maestros, policías nacionales, guardias civiles, amas de casa, emigrantes, vascos, pescadores, estudiantes, agricultores, sacerdotes, militantes de la HOAC, JOC y JEC, militantes de CCOO y del PCE, nacionalistas y no nacionalistas. También he investigado en documentos escritos que me han facilitado y en otros que yo me he procurado.

P.- ¿Qué quería transmitir al lector?

R.- He pretendido mostrar una sociedad compleja, inmersa en un mundo también complejo y, a veces aterrador, sometido a profundos e inquietantes cambios. Unas décadas muy importantes para llegar a la España que hoy tenemos. Décadas que no deberíamos olvidar y que a las generaciones actuales les vendría bien conocer para valorar, o no, lo que se ha conseguido.

Una vez transmitido esto, el mensaje que se superpone a todos los demás es el siguiente: la vida, la sociedad es, por naturaleza, plural. En la pluralidad radica su riqueza. Es posible vivir en paz dentro de una sociedad en la que cada uno aportamos nuestro punto de vista. Es realmente posible y es hermoso vivir en la pluralidad. Para ello resulta totalmente imprescindible apostar por el amor, la paz y la dignidad.

P.- De todas las luchas y reivindicaciones de aquella España de finales de la dictadura y principios de la Transición, ¿queda alguna pendiente?

R.- Queda pendiente acabar con el afán desmedido del poder: político, económico, religioso. Queda pendiente acabar con el fanatismo. Y también queda pendiente acabar con el paro. El derecho a la vida y el derecho a un trabajo digno son fundamentales para el ser humano.

P.- ¿Cómo ha cambiado nuestro país desde entonces? ¿Qué podemos aprender de aquella España que nos sirva en la actualidad?

R.- Ahora vivimos en una democracia. Podemos expresar libremente lo que pensamos. Tenemos acceso a una educación Primaria y Secundaria gratuitas y un acceso más fácil a una Formación Profesional o Universitaria. Tenemos acceso a un sistema sanitario gratuito. En general, disponemos de más comodidades, existe menos pobreza, la apertura al mundo exterior es completa.

De la sociedad de aquellas décadas debemos aprender el afán de lucha por denunciar las injusticias que nos rodean, que vemos a la vuelta de la esquina o que vivimos en nuestras propias carnes. La unión por conseguir un objetivo común, como por ejemplo acabar con la dictadura, hizo posible que se pasara a una transición democrática de un modo, más o menos, tranquilo. Se consiguieron muchas mejoras sociales.

Ahora, estamos adormecidos. Nos hemos acostumbrado a esas mejoras y hemos olvidado cómo se hicieron posibles. Hemos perdido, el sentido de comunidad, de lucha, de unidad para denunciar los atropellos del poder. Estamos demasiado radicalizados ideológicamente. Y es necesario que seamos conscientes de que, todavía, queda mucho por mejorar en esta sociedad y de que hay derechos que estamos perdiendo por esa inactividad, ese “aborregamiento” en que nos han sumido los medios de comunicación y el bienestar.

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