El milagro de O’Malley en Boston: de la bancarrota por los abusos a un seminario lleno

  • El cardenal relata en Madrid la reconstrucción de la diócesis en las jornadas de actualización para el clero
  • “En lugar de entrar en una batalla legal contra las víctimas de abusos, aposté por la reconciliación”, desveló

El arzobispo de Boston, Seán Patrick O’Malley; el arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi; y el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro. Triplete de cardenales para clausurar las III jornadas de actualización pastoral para sacerdotes ‘Evangelizar la gran ciudad: Madrid 2020’. Organizadas por la Facultad de Teología de la Universidad San Dámaso (UESD) y la Vicaría Episcopal para el Clero de la Archidiócesis de Madrid, los tres purpurados reflexionaron sobre la evangelización en las grandes urbes.



En un perfecto castellano, O’Malley comenzó bromeando con los curas asistentes, al recordar que en su primer sermón “fue un auténtico fracaso”. “Lo pronuncié en la capilla de una cárcel y esa noche se escaparon seis presos”, comentó. “El primer sermón de Jesús también terminó en desastre y quisieron despeñarlo”, añadió.

Ardor misionero

Me uní a los capuchinos pensando que sería misionero en algún lugar de América Latina, respondiendo a la llamada de Juan XXIII para que un quinto de los sacerdotes fuéramos a evangelizar al continente”, recuerda sobre su trayectoria que, sin embargo, le llevó a trabajar durante dos décadas con inmigrantes indocumentados en Washington.

A partir de ahí, su experiencia episcopal durante 37 años, salvo su primer destino a Islas Vírgenes, ha estado ligada principalmente a luchar contra los abusos sexuales. “Sabía que mi tarea era liderar la reconstrucción de la diócesis de Boston”, reconoció en el foro madrileño.

En caída libre

Tarea nada sencilla, en tanto que, como él mismo apuntó, el arzobispado vivía “una situación económica en caída libre al borde de la quiebra, con un déficit operativo anual de más de 15 millones de dólares, nuestros hospitales perdían 40 millones de dólares al año, mil demandas judiciales por temas de abusos…”.

Para ello, descartó “en una larga batalla legal”, se volcó en reconocer el daño causado y decidió trabajar desde “los principios de transparencia, cooperación con las autoridades civiles, reconciliación y sanación de las víctimas, prevención y participación de laicos”.

Tolerancia cero

“Hemos instituido nuevas políticas y procedimientos para que este mal no vuelva a ocurrir, formando a más de 300.000 estudiantes”, entre otras iniciativas, como auditorías y “mantener la tolerancia cero para que ningún sacerdote que haya abusado sexual de un menor”.

“Mi primera prioridad fue reunirme con las víctimas y su familia”, subrayó, a la vez que comentó cómo “sus voces, historias, rostros y lágrimas me han ayudado a saber hasta qué punto fueron dañados, en algunos casos fallecidos por suicidios o víctima de las drogas”. En este sentido, comentó que “se hizo muy difícil para muchos católicos confiar en la Iglesia y en sus enseñanzas, se convirtió en una fuerza para la desevangelización. Muchos se avergonzaron de su afiliación de la Iglesia y los sacerdotes fueron objeto de burla y caricatura”, admitió.

Protocolos claros y públicos

Desde esta perspectiva, “el peligro más grande es no disponer de protocolos claros y públicos. Cuando se improvisa, aun con buena voluntad, se causan daños irreparables”.

Así, compartió que “muchos de los supervivientes de las agresiones más atroces se esfuerzan cada día por perdonar al hombre que perpetró el abuso, un claro mensaje de la bondad de Dios, además de un gesto de amor, coraje y valentía”.

Papel de los laicos

En este contexto, el cardenal capuchino relató las principales iniciativas evangelizadoras de la diócesis en “un mundo resistente al Evangelio, aun cuando se anuncia con pasión”. Así, destacó su empeño en diferentes propuestas que han buscado el diálogo fe y razón especialmente en la pastoral universitaria, así como la corresponsabilidad de los laicos. “Un evangelizador tiene que ser alguien que haya sido evangelizado”, comentó.

O’Malley hizo especial hincapié en cómo ha recuperado la pastoral vocacional. “Cuando llegué a Bostón en 2003, el seminario diocesano estaba vacío. Algunos me invitaron a cerrarlo. Sin embargo, decidí volcarme, comenzando con una carta pastoral ‘las vocaciones son cosas de todos’ y nombrando tres directores espirituales”. A este punto de partida le siguió un ambicioso programa que ha dado frutos: “Hoy el seminario está lleno y este año hemos ordenado a 14 sacerdotes”.

Programa de formación

Pero su trabajo con los sacerdotes no acaba allí, sino que ha implementado “un programa de formación serio para los ordenados en los últimos cinco años”, así como un “consejo presbiteral como caja de resonancia” para fortalecer la vida diocesana. “El aislamiento es un veneno para los sacerdotes”, reflexionó.

En su alocución, también destacó el trabajo de puertas para afuera de la diócesis de Boston y cómo lograron a través de un trabajo mediático y de concienciación social, tumbar una iniciativa legislativa estatal para aprobar la eutanasia.

De la misma manera, presentó en la necesidad de continuar trabajando en la defensa de la vida para vencer al aborto: “Sin dejar de lado la defensa de la seguridad del feto, debemos centrar nuestro trabajo en la mujer en crisis, que son el principal objetivo de los activistas abortistas”.

El desafío migratorio

No se olvidó de poner sobre la mesa el fenómeno migratorio, que “para nosotros es a la vez una oportunidad y un desafío”. O’Malley anunció que mañana la mayoría de los católicos norteamericanos serán hispanos: “Sin embargo, esta comunidad esta desatendida con respecto a los de habla inglesa, cuando en número en todo el continente, solo hay más hispanohablantes en México”.

“Experimentan muchas humillaciones además del desagarro que supone salir de su país. La Iglesia es uno de los pocos lugares donde los migrantes pueden acudir”, aportó, planteando “el camino del Buen Samaritano” para acogerles: “Somos más creíbles cuando discípulos cuando nos dedicamos a servir a los pobres y nos desmarcamos de todo signo de riqueza”. “El trabajo de tantos migrantes ha hecho que mi país sea grandioso”, valoró.

Un deporte de contacto

Como resumen apuntó que “hoy ser católico en Boston es menos tribal y más personal, es un deporte de contacto, de persona a persona”, señalando que ha convocado un Año de la Eucaristía, tras conocer que una encuesta revelaba que más de la mitad de los católicos no creían en la presencia real de Cristo en el sacramento.

O’Malley concluyó su intervención con una defensa cerrada de Francisco: “Todos podemos aprender una nueva forma apologética del Papa, observando su diálogo con todos los que están fuera de la Iglesia. También nos invita a que no seamos vistos como ideólogos o como personas que se quieren imponer sus ideas al exterior”.

Preguntado sobre la oposición a Francisco, comentó que “el mundo de hoy está polarizado” y la Iglesia no es ajena. “Aunque hay críticas, la gran mayoría de los católicos norteamericanos lo apoyan plenamente”, zanjó.

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