Manuel Arroba: “Con la abolición del secreto pontificio ante los abusos, nadie podrá ver ambigüedad en la Iglesia”

Manuel Jesús Arroba, juez de la Rota en España

Manuel Jesús Arroba es el nuevo decano de la sección de Madrid del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia. Después de 30 años en Roma como profesor de derecho procesal en la Lateranense y juez de primera instancia del vicariato de Roma, entre otras responsabilidades, en octubre llegó a Madrid como nuevo juez de la Rota. Vida Nueva analiza con el religioso claretiano las claves de la reforma de Francisco que aprueba la abolición del secreto pontificio en los casos de abusos sexuales.

PREGUNTA.- ¿Se trata realmente de una medida histórica?

RESPUESTA.- Es histórica en tanto que perfecciona una tensión que siempre ha existido. El secreto pontificio no es un instrumento para ocultar datos que permitan llegar a la verdad, sino un instrumento para tutelar otros valores del bien común que, en el ámbito procesal, por ejemplo, limita que el acusado pueda conocer las denuncias o pruebas que puede haber en su contra. El secreto pontificio es una parte del secreto de oficio penalizado con sanciones más graves en caso de su violación.

Con esta instrucción, en el ámbito del proceso relativo a casos de abusos sexuales, se elimina. Como profesor de Derecho, siempre me he movido en la difícil tesitura de explicar a los alumnos la convivencia entre el valor del secreto y el valor de la transparencia. El secreto es necesario simplemente para evitar dañar inútilmente la comunión divulgando noticias que no son necesarias, pero nunca puede ser un subterfugio para ocultar datos que impidan a las víctimas y a las autoridades judiciales intervenir eficazmente.



P.- Con esta importante reforma, ¿se preserva tanto el derecho de la víctima como el del acusado?

R.- En este rescripto se mantiene el secreto como instrumento que vela por el bien común. Se prohíbe por razones deontológicas y no solo jurídicas divulgar datos que pueden ser dañinos para la buena fama de toda persona vinculada al procedimiento. Eso sí, se deja claro en el documento que la Santa Sede hace la apuesta de que el proceso tiene que ser claro. Claro no significa que todo tiene que ser publicable en los periódicos. El concepto de transparencia implica cumplir con todas las obligaciones que haya con las autoridades civiles, sin que suponga un menoscabo para las partes implicadas en el caso.

P.-  ¿Ayudará a borrar el cliché de que la Iglesia es “encubridora”?

R.- El secreto pontificio nunca ha justificado ni propiciado encubrimiento alguno. Pero estoy convencido de que la instrucción va a colaborar de forma determinante para que nadie pueda percibir ambigüedad alguna de la Iglesia con respecto a estos delitos tan graves.

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