Francisco abandera en Japón la lucha contra el ‘bullying’: “Digamos unidos ¡basta!”

Con la canción ‘Pescador de hombres’ interpretada en japonés de fondo, el papa Francisco se adentraba hoy en la catedral de La Inmaculada de Tokio, uno de los templos que tuvo que ser reconstruido tras los bombardeos de la II Guerra Mundial. En su interior le esperaban 900 jóvenes que le recibieron con una constante ovación hasta que tomaron la palabra en su nombre, Miki –católica–, Masako –budista– y Leonardo –migrante filipino–.

Los tres radiografiaron para el Papa la realidad de Japón y de la Iglesia, deteniéndose en la cara oscura de una sociedad tecnológica, hiperproductiva, competitiva y consumista, que deja de lado la reflexión, en la que se multiplican los suicidios, la soledad, el ‘bullying’, el fenómeno de los ‘hikikomori’ –los jóvenes aislados del mundo que solo se conectan a través de las pantallas– y que también esconde una gran precariedad laboral, que se ceba con los extranjeros.

El Papa correspondió con un discurso comprometido y aterrizado a estas problemáticas. Así, no dudó en abordar la cuestión del acoso escolar: “Cuando yo era jóvenes no se hablaba en público. Debemos unirnos todos contra esta cultura del ‘bulismo’ y aprender a decir: ¡Basta! Es una epidemia donde la mejor medicina la pueden poner entre ustedes mismos”.

Contra los acosadores

“Lo más cruel es que hiere nuestro espíritu y nuestra autoestima en el momento en que más necesitamos fortaleza para aceptarnos a nosotros mismos y poder encarar nuevos retos en la vida”, reflexionó en voz alta un Papa pedagogo, psicólogo y pastor, que les animó a adelantarse a estas situaciones de violencia, a “prevenir esta tragedia, esta epidemia”. “No hay mayor arma para defenderse de estas acciones que la de poder ‘levantarse’ entre compañeros y amigos, y decir: Esto que estás haciendo es algo grave”, explicó.

Francisco explicó que los acosadores son “los verdaderamente débiles, porque piensan que pueden afirmar su propia identidad lastimando a los demás” atacando al diferente. “En el fondo, los acosadores tienen miedo, son miedosos que se cubren en su aparente fortaleza”, apostilló.

“No tenemos necesidad de ser todos igualitos. No nos hicieron a máquina, en serie. Cada uno viene del amor de su familia, por eso somos diferentes”, improvisó durante su intervención, apelando constantemente a los jóvenes a desinstalarse: “Escuchen esto: Ustedes van a ser felices, ustedes van ser fecundos, si mantienen la capacidad de celebrar la vida con los demás”.

Jesús, el marginado

A raíz del problema expresado por Leonardo, Francisco volvió a reivindicar la dignidad del extranjero y presentó a Jesús de Nazaret como tal:  “También sabía lo que era ser un extraño, un migrante, uno ‘diferente’. En cierto sentido, Jesús fue el más ‘marginado’, un marginado lleno de Vida para dar”.

“Leonardo, podemos siempre mirar todo lo que nos falta, pero también podemos descubrir la vida que somos capaces de dar y donar”, le aconsejó para invitar a partir de ahí a os jóvenes implicarse con el mundo que les rodea frente a “una sociedad frenética y enfocada en ser solamente competitiva y productiva”.

Francisco recordó que “lo más importante no radica en todas las cosas que tengo o puedo conquistar, sino a quién tengo para compartirlas. No es tan importante focalizarse y cuestionarse para qué vivo, sino para quién vivo”.

Promover la cultura del encuentro

Para ello, les invitó tanto a promover la cultura del encuentro “especialmente hacia los más necesitados de amor y comprensión” a la vez que les invitó a “respirar” a través de “la oración y la meditación, en un movimiento interno, mediante el cual podemos escuchar a Dios, que nos habla en lo profundo de nuestro corazón”.

“Se han inventado muchas cosas, pero gracias a Dios todavía no existen ‘selfies’ del alma. Para ser felices, necesitamos pedirle ayuda a los demás, que la foto la saque otro, es decir, salir de nosotros mismos e ir hacia los demás, especialmente hacia los más necesitados”, les recomendó Francisco.

“Algunos parecen muñequitos, ya terminados, que no tienen nada dentro. Todo les aburre, hay jóvenes que no sueñan. Es terrible un joven que no sueña, un joven que no hace espacio en su corazón para que entre Dios”, lamentó.

Por último, el Papa les dio un consejo de despedida: “No apabullen ni aturdan sus sueños, denles espacios y anímense a mirar grandes horizontes, a mirar lo que les espera si se animan a construirlos juntos”.

El encuentro con los jóvenes concluyó con un regalo al Papa: un ‘happi”‘, la prenda tradicional nipona utilizada en ocasiones festivas, que estaba adornado con mensajes en japonés, inglés y castellano (“Te queremos”, decía uno de ellos) y que incluía un retrato suyo dibujado en la espalda.

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