Alicia Sloan, juez en Westminster: “Francisco ha hecho más accesible la justicia”

Alicia Sloan, juez de Westminster

Dice que “el trabajo del juez eclesiástico consiste en aplicar la ley a casos concretos. Si es hombre o mujer no cambia nada”. Alicia Sloan, de 56 años, estadounidense, es abogada de Derecho Canónico en el tribunal de Westminster, casada desde 1992 y madre de dos hijos. “Soy una jueza mujer, no soy una mujer-juez. Mis compañeros, en su mayor parte, son hombres. Solo sentí vergüenza una vez, el día que vertieron en su café la leche materna que había dejado en la nevera. ¡Se dieron cuenta que el café tenía un color extraño! Les di otro, claro, con leche de vaca”.

PREGUNTA.- Entonces, ¿no es la mujer la que marca la diferencia, sino la madre?

RESPUESTA.- No sé qué efecto tiene ser mujer en mis sentencias. Seguramente, sin hijos no habría entendido el vínculo de una madre con su criatura, el sufrimiento cuando se ve obligada a entregar a su hijo en adopción, ni el dolor, la ruptura de un aborto. No somos buenos jueces sin empatía.

P.- ¿La empatía entiende los matices?

R.- La empatía siempre es necesaria para cualquier juez. Y en la vida no hay blanco ni negro, sino muchos tonos de gris. También vale para mis compañeros hombres: los jueces sacerdotes no son padres, pero  han sido hijos y saben lo que es la familia. Y la empatía funciona al contrario: tuve el privilegio de que me encomendaran historias personales, a menudo dolorosas, pero siempre llenas de esperanza, incluso de hombres. Valoro la confianza que han depositado en mí.

P.- Usted también fue hija, y tal vez sus padres la imaginaron en un trabajo diferente. Sé que no se gana mucho como juez eclesiástico.

R.- Siempre me animaron. Nunca me empujaron hacia carreras con salarios más altos. Estudié derecho canónico con el apoyo de personas que no olvido. Los profesores del Angelicum me educaron en la “amistad sin miedo”. Fui una estudiante feliz con ellos.

P.- ¿Vocación?

R.- No puedo decir que sigo una vocación canónica, pero tengo la fuerte sensación de que Dios primero suscitó y luego dirigió mi interés.

P.- ¿La formación de una mujer es diferente?

R.- Es la misma. La diferencia es entre los que son enviados a estudiar derecho canónico por una diócesis y los que lo hacen individualmente.

P.- ¿Usted llegó sola?

R.- Sí. Y como estudiante independiente, tenía que trabajar para ganarme el pan y el alojamiento.

P.- Está en el Tribunal Eclesiástico desde 1992. ¿El papa Francisco ha cambiado algo?

R.- En 1983, el Código ya había asignado un papel importante a los laicos en la administración de justicia: en el turno judicial, un juez laico acompañaba a dos eclesiásticos. El papa Francisco ha dado un mayor impulso al proceso: ahora, en una causa matrimonial, los jueces laicos pueden ser dos y el eclesiástico solo uno. Introdujo cambios que ayudan a que el proceso sea más accesible para quienes tienen más desventajas a nivel social.

P.- ¿Cómo se dividen el trabajo? ¿Y cómo se comportan en caso de desacuerdos?

R.- El Ponens (Relator) escribe la sentencia, explicando las razones de hecho y de derecho. Los otros dos dan una opinión escrita, cada uno motivando su decisión, y el Ponens lo tiene en cuenta. La decisión es en consenso. Si uno de los miembros está en fuerte desacuerdo, puede escribir una nota de disidencia, pero raramente sucede. En el Tribunal diocesano donde trabajo, tenemos una visión similar. Y comenzamos cada sesión invocando la ayuda de Dios.

P.- Usted está casada ¿Cree que es mejor que los jueces estén casados, dado que juzgan casos de matrimonio?

R.- Estoy casada desde hace 26 años con un hombre maravilloso que siempre ha sido un gran apoyo para mí y para nuestros hijos. La experiencia del matrimonio como una comunión de vida y amor me ha ayudado, haciendo una justa comparación, a comprender algunos casos que he afrontado profesionalmente.

P.- ¿El matrimonio es solo “hasta que la muerte os separe”?

R.- Comprometerse de por vida en el amor de un ser humano falible nunca está exento de riesgos, pero sabemos que sea cual sea el futuro, Dios estará allí para apoyarnos. Es cierto que la sociedad cambia, pero las personas todavía quieren amar y ser amadas, para bien o para mal, en la enfermedad y en la salud, hasta la muerte. Mientras haya hombres y mujeres en el mundo, el matrimonio será la vocación de la gran mayoría.

P.- No debe ser fácil solicitar la nulidad

R.- Muchas personas a las que asistí en la solicitud de la anulación me dijeron que habían encontrado el proceso “terapéutico”. Otros lo habrán encontrado estresante, pero con el apoyo adecuado, se puede superar.

P.- ¿Hay elementos del derecho canónico que aún penalizan a las mujeres hoy en día?

R.- Algunos dirían que la pena canónica por el aborto provocado penaliza a las mujeres. Las leyes se hacen para expresar los valores de una sociedad. El no nato, en el útero, es una persona humana vulnerable sin voz. La ley habla por él o ella, haciéndoles saber que su vida cuenta. Es por esta razón que el aborto está sancionado.

P.- ¿Siempre?

R.- La sanción no se aplica cuando una persona tiene miedo o no estaba al tanto. Rara vez se aplica a estas mujeres, es probable que vaya contra quien lo realiza. Es un privilegio ser juez eclesiástico en este momento d la historia de la Iglesia, que actúa como un hospital de campaña para aquellos que necesitan curación.

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