Adriana Dominici: una laica consagrada entre okupas

Krajewski

Cuando el pasado 11 de mayo el cardenal Konrad Krajewski bajó a una trampilla para conectar la electricidad en el edificio ex Inpdap, su gesto fue poderoso, capaz de poner de nuevo las cosas en perspectiva: pasar de las personas que suponen un problema a las personas que tienen problemas.

Y es que el de la vivienda es uno de los asuntos más difíciles a los que se enfrenta la ciudad de Roma. Según los datos de la Asociación de Constructores Romanos (ACER), 57.000 familias están esperando una casa de protección oficial, 9.000 personas son desalojadas cada año, 7.500 personas no tienen hogar. Todo ello, sin contar las necesidades de los solicitantes de asilo (son datos de 2018).

Visto con perspectiva, en el gesto de padre Konrad hay una historia que lo hace no menos precioso, pero sí más necesario. Después de seis días sin corriente eléctrica, sin agua, con la angustia que subía en las más de cuatrocientas personas que vivían en el edificio, la hermana Adriana Dominici, dentro de la ocupación, llama al padre Konrad, y le dice: “Ven, aquí la situación es dramática, no sé qué pedirte, pero ven”.

“Senderos hacia el otro”

Adriana Dominici es una presencia común en el edificio ex Inpdap, el Spintimelabs. Con camisa blanca, con una pequeña cruz en el cuello, se mueve con seguridad y casi alegremente por el espacio de los talleres: una sastrería, un taller gráfico, uno de joyas, una habitación amplia donde se enseña arte. Los voluntarios de la asociación ‘Senderos hacia el otro’, se encargan de organizar los talleres de artesanía, de arte, de diálogo interreligioso, y Adriana forma parte de ella.

“Soy misionera laica consagrada, tengo formación artística y teológica, y pertenezco a la parroquia de Santa Croce in Gerusalemme, donde es párroco don Gino Amicarelli”, relata. Todo empezó en 2013, junto con la ocupación del edificio, y ella empezó organizando los desayunos y el suministro de ropa. “Venían muchas madres con los niños, debilitados, sufrientes, sin nada. Después, poco a poco las cosas cambiaron”, explica.

Desde Santa Croce hasta el edificio ex Inpdap hay pocos cientos de metros, que Adriana recorre a menudo. “Al principio entré de puntillas. Los jóvenes se avergonzaban de vivir aquí. Había niños problemáticos. Los habitantes estaban siempre en alerta por miedo de la policía. Fue cuando conocí a Action”, la asociación que hizo la ocupación. “Empezamos a traer la escuela, la universidad. A llevar fuera a los chicos”, señala.

“Regeneración urbana”

En el edificio hay teatros, actividades deportivas con niños, actividades culturales, un bar. Espacios abiertos para todos. De un inconveniente tratan hacer una oportunidad, lo llaman Regeneración urbana. “Aquí viven personas de dieciocho etnias diferentes. Hay italianos, naturalmente, aunque casi todos son de África, India y gran parte de América Latina”, añade. Para ponerse de acuerdo, toman las decisiones a través de asambleas. Las compras se hacen con la caja común, diez euros por persona. “Nosotros hacemos que llegue fruta, verdura, enlatados, pan. Los niños nacen en Santa Marta. Las mujeres son mantenidas por el limosnero del Papa, el padre Konrad, y por la Medicina Solidaria del Vaticano, de la cual la directora es Lucia Ercoli”.

En el taller hay grandes telas pintadas por los alumnos de Adriana, adultos y niños, cuerpos humanos, obras abstractas. “Desconectar la luz ha sido trágico. Hay más de cien niños, algunos con problemas respiratorios, no podían hacer el aerosol, tenemos enfermos graves. No se puede elegir a ciegas, por mero cálculo económico. Es necesario ver las causas de lo que sucede. Y actuar cuando es necesario”, explica. Así el padre Konrad bajó a la trampilla, solo, no quiso que ninguno se arriesgara, y encendió la luz. “Si me preguntan por qué, respondo: Jesús sanaba en sábado”, dijo.

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