El arzobispo de Pamplona invita a los fieles a ser “testigos al estilo de San Fermín”

  • Francisco Pérez ofició ayer la misa en honor al santo tras la tradicional procesión
  • “Hay algo que me impresiona de San Fermín y es su lucidez para defender la vida en su totalidad”

Procesión San Fermín

Miles de pamploneses, ataviados de blanco y rojo, salieron ayer a la calle para festejar el día grande de las fiestas en honor a San Fermín. La imagen, que recorrió las calles del casco antiguo en la tradicional procesión, llegó a la iglesia de San Lorenzo a las 12:00 horas, donde le esperaba el arzobispo de Pamplona, Francisco Pérez, para oficiar la misa. “Todos estamos atentos y con el espíritu alerta para festejar al santo que murió simplemente porque no se acomodaba a las pautas ideológicas de aquel tiempo”, indicó el prelado durante su homilía.

Un templo abarrotado escuchaba las palabras de Pérez sobre el santo que “no se plegó a los ídolos que le ofrecía lo políticamente correcto en aquellas circunstancias sino que, más bien, por fidelidad, honradez y con sentido común y racional defendió hasta el martirio que él creía en Dios y no podía negar la existencia de Dios”, señaló.

Negar a Dios

El arzobispo indicó durante su alocución que “también en nuestro tiempo se pretende, en muchos momentos, aparcar a Dios de lo social como si de un estorbo se tratara”. Pero “es inútil” y “por muchas nubes que se interpongan ante el sol, el sol seguirá oculto pero luciendo”, aseveró. “Es sintomático que cuánto más se niega a Dios –continuó–, más el ser humano se desorienta y se siente como un naufrago sin horizonte o una persona en medio de la noche”.

Pérez instó a los fieles a ser “testigos al estilo de San Fermín que no se plegó ante los halagos del mundo y ante las circunstancias beneficiosas que se le ofrecían”. “Hay algo que me impresiona de San Fermín y es la lucidez que tenía para defender la vida en su totalidad”, ha añadido. Y es que “el ser humano no tiene derecho a despreciar lo más sagrado que debe administrar como el mejor regalo que ha recibido de Dios: la vida. La vida en todas sus facetas es lo más sagrado que Dios nos ha dado. Y no solo la vida física sino también y de modo especial la espiritual”, concluyó.

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