“Oramos por todas las familias del mundo, especialmente aquellas en las que, por diversas razones, hay una falta de paz y armonía. La familia es un tesoro que hay que custodiar siempre, defenderla”. Este fue el deseo que el Papa Francisco lanzó desde los palacios apostólicos a los peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro para participar en el último ángelus del año, centrado en la festividad de la Sagrada Familia.
Durante su reflexión previa a la oración comunitaria detuvo su mirada en la necesidad “abrirse a los demás, comprender las razones de los demás”. “Si ustedes tienen problemas en la familia, piensen en las cosas buenas que tiene la persona con la que tienen el problema, maravíllense de esto y ayudará a sanar las heridas familiares”, apuntó de forma espontánea.
Remitiéndose a la lectura de Jesús niño perdido en el templo, les sirvió para llamar la atención de cómo “debemos sentir angustia cuando por más de tres días nos olvidamos de Jesús, sin orar, sin leer el Evangelio, sin sentir la necesidad de su presencia y su amistad consoladora”. “Muchas veces pasan los días sin que yo recuerde a Jesús y esto es feo, es muy feo”, señaló también de forma espontánea.
Ante los fieles congregados en la plaza de San Pedro les invitó a volver a casa con dos palabras: maravilla y angustia. “He de maravillarme cuando veo las cosas buenas de los otros y resolver los problemas familiares a la vez que siento angustia al estar alejado de Jesús”.
Tras el ángelus, invitó a todos a rezar juntos un avemaría por quienes sufren en la República Democrática del Congo “por culpa de la violencia y del ébola” para mantener “un clima pacífico que permita un desarrollo de las elecciones”.
