Enrique Sáez Palazón: “Francisco ha sido valiente y ama China”

  • El autor de ‘La cruz de Ailanto. Diego de Pantoja, un misionero español en China’, habla con Vida Nueva sobre la realidad de la fe en el país asiático
  • “Resulta casi lógico que haya sido un papa jesuita y de la talla de Francisco, quien haya tenido la perspectiva necesaria para impulsar el acuerdo entre China y la Santa Sede”

enrique saez, autor del libro la cruz de ailanto

Incluso hoy, en un mundo en el que las fronteras se difuminan gracias a las nuevas tecnologías, el continente asiático, y China en especial, continúa siendo todo un desconocido para occidente. En la novela ‘La cruz de Ailanto. Diego de Pantoja, un misionero español en la China imperial’ (editorial Diez Ciudades), Enrique Sáez Palazón retoma la figura del misionero jesuita, uno de los pioneros en la evangelización de China.

Durante 2018 se ha celebrado el ‘Año de Diego de Pantoja’, una iniciativa por la cual se ha conmemorado el 400 aniversario del fallecimiento del misionero jesuita en Macao.

El autor escribe la novela desde la perspectiva de haber sido misionero y, por ello, tener un profundo conocimiento del fenómeno religioso. Actualmente casado, vive en Shangai con su familia. Una ciudad en la que habitan 25 millones de personas y en la que “vivir la fe es un hándicap, pero también una oportunidad”. Un lugar “tan grande” que hace necesario organizarse “en pequeños grupos” donde la fe “intenta responder a los desafíos de la sociedad moderna, del mundo rápido con la tecnología imperante abriéndose camino de diferentes formas”.

PREGUNTA.- ¿Cómo se vive la misión en China? 

RESPUESTA.- Me alegra esta pregunta porque me sigo sintiendo misionero aunque ahora esté casado. Anteriormente he vivido la misión de frontera en Peten, territorio de selva al norte de Guatemala, en el formato ministerial tradicional, y ahora en otro continente y rodeado de asfalto la vivo en un marco nuevo que siento en continuidad con el anterior.

Misión es salir. Para un occidental, China es la gran salida. De hecho Asia ha producido sueños misioneros, como hablo en la novela, desde antaño, diría que desde que hubo barcos para poder hacerlo –con permiso de la estela nestoriana-. Creo que en ocasiones en la prensa occidental se vende una imagen muy negativa de China y creo que eso condiciona una valoración del país que a mi juicio no se ajusta a la realidad. Por eso, lo más difícil para cualquiera que salga de su país a hacer misión y a compartir la vida, es renunciar a su marco eurocéntrico y creo que lo más satisfactorio es, sin duda, que China tiene riqueza suficiente, a nivel cultural, humano y de fe como para poder llenarte la vida.

Mi mujer es china y mi hijo nació aquí en Shanghai, y un servidor, aunque participa en la parroquia, ahora trabaja en el mundo de la cultura –como los antiguos misioneros- y de la música –que tanto ayudó a Pantoja- y he de decir que en todo momento me he sentido respetado y valorado.

P.- ¿Cómo se encuentra a Dios en una cultura y sociedad tan distintas? 

R.- No es tan difícil, Dios ya estaba aquí, solo hay que saber mirar y escuchar. El otro día en una cafetería, en la mesa de al lado, los jóvenes se dieron la mano y me di cuenta que estaban rezando. En el metro, cuando uno vuelve de pie y apretujado, vi que en su móvil un hombre leía la Biblia, en las mañanas temprano cualquier rincón acoge a gente haciendo taichí, o dibujan caracteres con agua en el suelo, o se pierden con su instrumento, el erhu o el dizi a tocar bajo algún árbol, o hacen ejercicio y todo esto sin entrar en ningún templo, los templos suelen tener mucha vida…

En los grupos de Wechat –la versión china de WhatsAap- se hacen grupos cuando alguien muere y a su manera se comparten oraciones y los grupos de yoga están saturados… y esto es en una gran ciudad, imagine en el área rural. Lo espiritual está ahí, como un cuidado de la vida, de la salud, una búsqueda, un plus trascendente, un respirar casi natural para ellos con diferentes versiones… Siempre hemos hablado sobre China muy influidos por los estereotipos políticos de una manera muy plana que no se ajusta a lo real.

P.- ¿Qué opinaría Diego de Pantoja de que un jesuita como él firmara un primer acuerdo entre China y la Santa Sede?

R.- Una persona tan enamorada de China y a su vez del proyecto misionero de Jesucristo como Diego de Pantoja se sentiría feliz por ello. Se debe entender históricamente hasta qué punto los jesuitas en todo este proceso abrieron un determinado camino, de ahí que me parezca casi de lo más lógico que haya sido precisamente un papa jesuita y por supuesto, de la talla de Francisco, quien haya tenido la perspectiva necesaria para hacerlo. Por otra parte y por fuentes cercanas sé que el papa Francisco ha estado al tanto del año de Pantoja y que es un gran conocedor de su figura.

P.- ¿Cómo se está viviendo en China el pontificado de Francisco? 

R.- Esto es oriente y, tal vez, la figura del Papa no es tan influyente como en otros lugares, pero aun así me sorprendió, tras la firma del Acuerdo, cómo trataron el tema algunos periódicos, por ejemplo pienso en el Global Times, que es la voz oficial escrita en inglés con proyección hacia el mundo. Allí, si no recuerdo mal, se decían dos cosas clave. La primera se recordaba a Ricci y se hablaba de él utilizando la palabra “flexible”. Es decir, supo ser flexible, pudimos ser amigos. Y después, se decía que el papa Francisco ama China.

Francamente quedé impresionado por ambas cosas, primero por ver que entendían bastante el tema y segundo por certificar que el papa Francisco es visto con buenos ojos. Francisco ha sido valiente y conoce muy bien el contexto chino y creo que al plantear su reciente mensaje a “los católicos chinos y a la iglesia universal”, bajo el marco de la reconciliación, da en el clavo. No en vano utilizaba como epígrafe al mensaje la cita del salmo 100, “su misericordia es eterna”. Hay que construir un nuevo camino y sanar heridas y para ello esta misericordia que otros llaman sumisión o desconocimiento siento que es el instrumento adecuado, el más evangélico. Todo es un proceso lento, las cosas aquí caminan a otra velocidad, pero hay una gran expectativa.

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